Tres kilos y medio de boletus, para ser más exactos 3,480 kilogramos, como marcaba la báscula. Con semejante peso se comprende que Jesús Aguilar Rastrojo viera la seta "desde el coche". Como tantos días de este generoso otoño micológico, el pasado sábado Jesús y un amigo se disponían a recorrer el monte de Ferreras de Arriba y llenar la cesta de los exquisitos boletus, tan preciados al paladar como abundantes en los bosques zamoranos.

"En los once años que llevo en el pueblo nunca había visto semejante tamaño de seta" confiesa el orgulloso recolector. Lo más curioso es que dos días antes había pasado por el mismo sitio, al pie de un camino, y el pedazo de hongo le había pasado desapercibido. No ocurrió lo mismo el sábado. Cuando Jesús Aguilar paró en seco el vehículo no podía creer lo que estaba viendo, nada menos que un gigantesco boletus, con un sombrero de "casi cuarenta centímetros".

Enterrado

Menos fácil fue extraerlo de la tierra. "Me costó trabajo porque solo se veía la cabeza, el tronco estaba enterrado y con las dos manos ya salió" cuenta Jesús, al que acompañaba Rubén Martínez.

El hongo gigante fue la sensación del pueblo. Lo primero que hicieron fue pesarlo y, para que nadie se llame a engaño, la báscula demostró las mastodónticas hechuras del vegetal. "Todo el mundo quería tocarlo, la verdad es que daba gusto verlo" cuenta el recolector. La "pena" fue que la misma noche del sábado "lo tuve que tirar, tenía algún bicho y ya estaba medio deshecho".

Fueron unas horas de gloria para este setero local que ha alcanzado un particular "guiness" en Ferreras de Arriba.

La abundancia de setas en este otoño atípico ha sacado a la luz grandiosos ejemplares que no son habituales ni para los más veteranos recolectores. Ni siquiera los de Ferreras de Arriba, uno de los muchos pueblos del noroeste de la provincia con una abundante producción micológica que los vecinos aprovechan y de la que ahora también presumen.