Naturalista y divulgador ecológico | Joaquín Araujo

"Zamora da uno de los mejores tratos de una capital a su río"

"La ciudad podría ser autosuficiente en energía y alimentación y es lo que debe imponerse en vez de traer cosas de lejísimos"

El naturalista Joaquín Araujo

El naturalista Joaquín Araujo / Alba Villar

El naturalista Joaquín Araujo, que tiene en su haber varios premios medioambientales, apadrinó en Zamora el comienzo de un proyecto europeo en el que participa el Ayuntamiento de Zamora y que permitirá crear un Observatorio Ecológico Transfronterizo del río Duero. Desde su visión como experto en temas relacionados con el Medio Ambiente y en base al conocimiento de otras ciudades y sus ríos, Araujo reconoce el buen trato que aquí se le da al Duero, según confiesa en la entrevista, en la que también aborda cuestiones de sostenibilidad o autosuficiencia energética sin rehuir tampoco temas que preocupan a esta provincia como el reto demográfico y la despoblación.

–¿Cómo ve el estado ecológico del Duero?

–Como prácticamente todos los cursos fluviales del viejo mundo, no está ni remotamente como debería estar, pero si tienes una mirada panorámica, evidentemente, puedes destacar que está muchísimo mejor que el Tajo, que el Guadiana o que el Guadalquivir, El Tajo está considerado como el río más maltratado de toda Europa y el que tiene más agresiones de todo tipo y condición. De todas formas, queda tanto para que los ríos recuperen su verdadera esencia y eso está tan ligado a las situaciones ahora mismo de inicio de colapsos, que las políticas de mantenimiento de las condiciones sociales de los ríos deberían estar entre las tres más seguidas, más auspiciadas y más amparadas por las administraciones.

–¿Qué intervención se debería llevar a cabo?

–Hay que hacer que los ríos vuelvan a ser ríos, que vuelva a tener incluso sentido etimológico la palabra. Es algo que debe ser prioritario en estos momentos, entre otras cosas porque el colapso que probablemente más nos afecte en el corto plazo sea el hídrico. Ahí tenemos que ser capaces de estar avisados de que, si va a disminuir la aportación de agua al paisaje, tenemos que esforzarnos mucho para la que nos quede tenga la máxima calidad.

–¿La Confederación Hidrográfica del Duero pone demasiadas trabas o éstas son necesarias?

–Las confederaciones son las regidoras, son las que tienen que controlar. Afortunadamente en los últimos tiempos las confederaciones hidrográficas han convertido prácticamente en norma no solo el vigilar las concesiones, los sistemas de depuración o la calidad de las aguas con análisis, sino también el incorporar la educación ambiental. Para mí eso es lo más esperanzador. Hay equipos de una alta calidad científica y pedagógica que están trabajando en lo que yo siempre insisto, en que las cosas cambian cuando las ideas cambian.

Peatonalizar el centro de la ciudad primero parece un horror pero luego la gente lo bendice

–¿Y qué es lo que debe cambiar de mentalidad?

–Hay que convencer a la gente de que el río no es el pim, pam, pum, el monigote al que se le dan todos los puñetazos, sino todo lo contrario, es un ejemplo de lo que es la vida, de cómo debe funcionar el paisaje y de cómo se cohesiona el territorio. Ese cambio de ideas básicas supone que en lugar de ser un servidor el río pase a ser un compañero de viaje. No hay ni un solo aspecto de la cultura de la civilización humana que no esté orillado. Eso es lo que hay que entender. El ejemplo está en Zamora, que está ahí porque el río está ahí.

–¿Cómo ve desde fuera cómo tratamos en Zamora al río Duero?

–En principio bastante bien. No es un ejemplo negativo. Se puede hacer más, pero está entre los mejores tratos que una ciudad capital de provincia le está dando a su río.

–¿Cuál es la clave? ¿Qué aspectos de cómo tratamos al río aquí pueden copiar otras ciudades?

–Sobre todo influye la baja población. Es decir, cuando hay poca gente, hay poco impacto. Eso es algo que hay que valorar. Cuando se apuesta todo por el crecimiento y por la industrialización, ¡ojo! que a veces no ser tantos y no estar tan industrializado es una bendición. Esto parece un argumento retrógrado pero tal y como va la salud del planeta probablemente no haya nada más progresista que no progresar tanto. Ya se que es un concepto en el que hay que insistir mucho, pero el juego de palabras es absolutamente válido.

–¿Está a favor de recuperar barcas como las tradicionales que se utilizaban para cruzar el río, como se ha hecho en Zamora?

–Sí conviene, porque son de bajo impacto, ahorradoras de energía y habría que recuperar junto a ello una agricultura como la que hubo en todas las vegas cercanas a Zamora, muy popular y diversificada. Eso daría un potencial extraordinario. Zamora es de esos sitios que podría ser perfectamente autosuficiente en lo esencial, es decir, en energía y en alimentación, solo con hacer las cosas que se pueden cercanamente. Aquí, la historia de la vida y el paisaje del entorno inmediato a Zamora permite ser solidarios con el resto del mundo porque ahora mismo la forma de solidaridad que hay que imponer es no tener que traer las cosas desde lejísimos para que no sigan impactando en el clima. Deslocalizar es lo que nos ha metido en un atolladero tremendo. Ahora lo que hay que hacer es localizar la sensatez y muy pocos sitios pueden hacerlo pero Zamora es uno de ellos.

–¿La tendencia a quitar las minipresas es la correcta?

-Sí, porque una de las características principales de un río es que fluya lo máximo posible. El agua en libertad es infinitamente más productiva que el agua domesticada. Esto es un concepto que cuesta aceptar porque es el contrario del que impera, parece un anatema, pero cuando eres capaz de reconsiderar pensamientos básicos y estereotipos absolutamente preponderantes te das cuenta de que el agua en libertad es el agua que crea la vida, es así de claro.

Hay una tendencia a naturalizar los ríos. El Manzanares en Madrid es un ejemplo de ello

–¿Pero no habría entonces más problemas de inundaciones, o con los grandes pantanos es suficiente?

–Algún pantano, evidentemente, regula. Pero regula mucho más, de cara a las inundaciones, la regeneración absoluta de los grandes sotos fluviales. Lo que atempera la inundación es precisamente algo que creó la historia de los paisajes castellanoleoneses. ¡Hay que ver los sotos que había! Recuperar eso es fundamental. Las inundaciones es una de las secuencias más directamente relacionadas con el desastre climático. Hay una tendencia general en el planeta a quitar minipresas y azudes para que el río fluya, una tendencia a la renaturalización de los ríos.

–¿Algún ejemplo que visualice la mejora que supone eliminar pequeñas presas para mejorar la biodiversidad del entorno del río?

–Lo que ha sucedido en Madrid con el Manzanares es un ejemplo clarísimo. Les costó mucho quitar los azudes y que el río, llevara el caudal que llevara, pasara libremente. Con ello se ha naturalizado y se ha multiplicado por ochocientas veces la fauna y la flora espontánea y aquello que era anatema se ha convertido en una suerte de bendición. Es como lo de peatonalizar los centros de las ciudades. Primero dicen, ¡Dios mío, esto es un horror! y luego acaba siendo bendecido por la gente.

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