La Opinión de Zamora

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Zamora recupera un trozo de vida con la romería de La Hiniesta y la Virgen de la Concha: vídeos, galería y crónica

Miles de personas acompañan a la Virgen de la Concha en el recorrido a pie hasta el municipio vecino, aunque fueron menos que otros años

La Virgen de la Concha, a la entrada del templo. | Emilio Fraile

Zamora y La Hiniesta volvieron a escuchar el sonido de las dulzainas y las gaitas, a contar hasta ocho y a gritar el nombre de la Concha. Habían pasado 1092 días desde la última vez. La ciudad y su pueblo hermano celebraron este lunes de pentecostés la romería más antigua de España y dejaron atrás los sinsabores de dos años en blanco por la pandemia. Entretanto, han pasado multitud de cosas, muchas de ellas horribles para cientos de familias, pero la vida siempre se abre paso, y los devotos recuperaron un buen pedazo de ella al ver a la virgen por la cuesta, entre las gentes, al llegar al templo.

Cientos de personas observan el saludo de los pendones. | Emilio Fraile

Pero la romería de La Hiniesta es mucho más que ese momento álgido. La emoción y la tradición están también en las pequeñas cosas: en los preparativos, en la compañía, en los sonidos y también en la comida y en la bebida que se comparten desde bien temprano. Y es que para acompañar a la Concha se madruga. De hecho, se madruga mucho si la devoción alcanza para ir a la misa. A las ocho de la mañana, la celebración religiosa abrió la jornada, antes de que una riada de personas ocupara la carretera ZA-P-1405. Esta vez no hubo traslado en furgoneta ni arreglos de emergencia: la virgen estuvo arropada como manda la tradición.

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GALERÍA | La romería de la Hiniesta, en imágenes

Menor afluencia de gente

Eso sí, la propia cofradía reconoció que tal vez la pandemia aún repercutiera un poco en la asistencia. Unas 4.000 personas llegaron a La Hiniesta en romería, una cifra que se aleja de las de años anteriores, como constató el presidente, Ricardo Flecha. Ese dato importó menos esta vez. Lo capital ayer era que la comitiva se echara a la calle para cumplir con una tradición que data de 1291. Ahí es nada.

Tras la misa, los romeros se fueron sumando poco a poco al grupo hasta llegar a la parte alta de San José Obrero, donde arrancó de verdad el camino. Algunos aprovecharon la parada habitual en la Cruz del Rey Don Sancho para montar en el autobús que sirvió de apoyo para los fieles más veteranos o con problemas de movilidad; el resto enfiló el camino a pie.

Despedida de La Concha en La Hiniesta

Despedida de La Concha en La Hiniesta

Ahí, como los rezagados en los puertos de las carreras ciclistas, cada uno buscó su ritmo, aunque el meollo estaba a un radio de cien metros en torno a la virgen. Por allí sonó con más fuerza que en ningún otro lado el himno de la Concha, y se sintió de manera más particular la pasión por una fiesta muy enraizada en Zamora.

Bien avanzado ya el camino de algo más de seis kilómetros que emprendieron los romeros, el desfile se detuvo. Eran las once de la mañana, y tocaba el rezo de la Salve. De nuevo, emoción contenida antes de girar a la derecha y enfilar la entrada al pueblo. Llegaba otro momento especial.

Así regresa a Zamora tras una jornada romera:

Momento de los pendones

En plena recta de acceso a La Hiniesta, con la imponente iglesia al fondo, volvieron a ondear los pendones, que se encontraron otra vez para deleite de los cientos de personas que observaban desde los laterales. El que portaba la enseña desde el pueblo solventó un pequeño susto antes de fundirse en un abrazo con el que llegaba de la ciudad; también los alcaldes intercambiaron los bastones como manda el protocolo, y hasta los curas se abrazaron en un palpable gesto de aprecio mutuo.

Para entonces, muchos habían seguido ya su camino hacia el destino: la iglesia de Santa María la Real. Resultaría difícil hallar un monumento mejor para ofrecer el marco que merece la llegada de la virgen; para vivir el instante que se había quedado congelado en el recuerdo de 2019. Este lunes de pentecostés, los romeros actualizaron la icónica fotografía de la Concha en orgulloso ascenso entre las calles del pueblo, con la infatigable escolta de una marea de ciudadanos y con el himno y el grito habitual como telón de fondo.

El final del recorrido y el inicio de la ceremonia religiosa dieron paso a la dispersión de las actividades. La gente se fue ubicando por donde pudo, fiel a las tradiciones de su familia o de su grupo de amigos. Unos optaron por las tarteras o los bocadillos, y otros se sumaron al arroz a la zamorana que ofreció la cofradía. Había que coger fuerzas para colgarse la mochila y emprender el regreso vespertino.

La vuelta a la capital cerró un día interminable, pero plagado de fervor y de reivindicación de la identidad zamorana y sus tradiciones. La romería de La Hiniesta sigue siendo, tres años después, una cita marcada en rojo.

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