Un portal poco convencional, dado que es un edificio que cuenta con una segunda planta, o la inclusión de un lugar preferente del montaje de un espacio dedicado al oficio de tintar las lanas representan algunas de las novedades del nacimiento realizado por la asociación cultural El Portal de San Vicente y que puede contemplarse hasta el día de Reyes en la parroquia de San Lázaro.

El nacimiento de la capilla del Cardenal o de San Ildefonso de la seo. | E. F.

El diseño, el que han trabajado ocho integrantes del colectivo desde el pasado mes de septiembre, responde a las características de un belén “de líneas muy clásicas” en el que han integrado 27 piezas procedentes de los talleres de José Luis Mayo Lebrija y de los hermanos Cerrada, algunas de estas últimas exhibidas por primera vez. “Se aprecia la diferencia entre ellas pero estéticamente encajan muy bien por lo que nos hemos decantado por los dos tipos”, explica el presidente del colectivo, Nicolás Velasco. En el montaje, creado para verse de frente, el grupo belenista ha incluido en los extremos unas nuevas construcciones hechas en porexpan rígido trabajado con escayola y texturas de paja y arena y posteriormente pintado. Una de ellas el portal es un edificio más moderno “con una parte superior donde había una vivienda y una galería”, describe el portavoz del colectivo nacido en el 1997 al amparo del desaparecido colegio San Vicente de Paúl.

Por otro lado, el Cabildo Catedral ha apostado esta Navidad por dar a conocer el belén esculpido por Juan de Montejo en la capilla de San Ildefonso, una vez que Amigos de la Catedral ha optado, por desavenencias con la autoridad eclesial catedralicia, por instalar su montaje napolitano en la Colegiata de Toro.

Se trata de un belén realizado en el siglo XVI en una de las hornacinas del bello oratorio del Cardenal. En él llama la atención la filacteria que sostiene un ángel o que el grupo está cobijado bajo unos arcos. En primer plano aparece el Niño en una cesta de mimbre y a sus pies se encuentran San José, rodillas en tierra y una mano en el pecho, y la Virgen, también arrodillada y sonriente. La rica policromía corresponde al pintor zamorano Alonso de Escobar quien optó por “el oro y ricos estofados en los trajes”. Según escribe la historiadora Guadalupe Ramos de Castro en su amplia monografía “La Catedral de Zamora” la riqueza del grupo “a la que contribuye mucho su magnífica policromía (...) lo convierte en uno de los mejores nacimientos de este estilo que actualmente se conservan”.