Mateo, Sofía, Fiumi, Yumeis, Lucía, Olivia Rodríguez Martín, Bebés de Ana, Diego, Bebé de Alba y Jose, Bebés de la familia Revilla Garrido, Bebé de Carmen, Lucca, Carlota..., "gracias a nuestros bebés por haber venido a nuestras vidas, aunque haya sido por tan poco tiempo, pues es su venida y su ausencia la que hoy nos une". Sus nombres sirvieron esta mañana para recordar a tantos niños y niñas ignorados por una sociedad que vive de espaldas al duelo de los padres y madres que han perdido a sus hijos e hijas cuando aún vivían en el vientre de sus madres, durante el periodo de gestación, durante el parto o durante el primer año de vida. Una ausencia que deja una profunda huella en los progenitores y en sus familias, han remarcado integrantes de La Red El Hueco de Mi Vientre junto a la tumba de neonatos, El Rincón Blanco, que el Ayuntamiento de Zamora creó en el Cementerio de San Atilano en junio de 2020.

"Celebramos vuestra corta vida y la grandiosa huella que nos habéis dejado. Celebramos que, de alguna manera, seguís presentes en nosotras y en tantas familias que hoy no han podido venir", declara Sara Castro, integrante de El Hueco de Mi Vientre, en el acto organizado en el camposanto zamorano en el Día Mundial del Recuerdo, en el que estuvo presente la música y con el que se persigue concienciar de las muertes gestacionales, perinatales y neonatales,

La Red El Hueco de Mi Vientre persigue "normalizar y dar visibilidad al duelo" que sufren los progenitores tras perder a sus bebés. Un grupo de ellos quiso participar en un "momento especial, conmemorativo, dedicado" a todos esos bebés, para "haceros más presentes aún si cabe", ha manifestado Sara Castro. "Celebramos que nos escogisteis para ser vuestro hogar, para ser madres. Os mandamos, una vez más, nuestro más sincero amor", concluía.

Una de esas madres ha leído un texto para relatar la dura experiencia en un escrito íntimo que deja traslucir ese profundo dolor:

"Hoy despierto. La luz del sol y los sonidos de la calle entran por la ventana. Oigo el motor de los coches, sus bocinas, incluso la voz de algún conductor con más prisa que educación. 

Mi niego a abrir los ojos, con el frufrú de las sábanas me doy la vuelta y cubro mis ojos con las manos. 

Oigo la cafetera funcionar y al momento noto el olor de café. Se oyen pasos, el abrir del armario de la cocina y el tintineo de las tazas.

Cierro los ojos con fuerza, no quiero levantarme.

A través de la pared oigo el despertador del vecino. Se levanta y enciende la ducha. Yo no quiero ducharme, quiero que se calle, que acabe ya de tararear esa estúpida canción y deje ya de molestarme.

Mi pareja me ofrece algo para desayunar... tengo el estómago vacío, el vientre vacío, estoy vacía... No quiero nada. Solo quiero silencio.

Me tapo las orejas con las manos y oigo mi respiración, puedo oír el aire llenar mis pulmones y salir de mí, puedo oír el tic tac del despertador, al vecino pesado y los coches de mierda, puedo oír lo q pasa por casa, lo que pasa en el mundo... todo sigue igual, los mismos sonidos que ayer y los mismos que mañana... ellos no saben que falta uno, falta el latido de mi bebé. Ese rugido rápido y ágil que tantas veces oí, como el trotar de un caballo salvaje, fuerte y libre. Falta una vida, falta mi vida.

Puedo oírlo todo, pero no te oiré a tí, no podré oír tu risa ni tu llanto. Jamás conoceré tu timbre de voz llamándome mamá.

No escucharé tus pasitos por el pasillo ni tus gritos en el parque.

Ya no te siento mover dentro de mí, ahora estoy sola, más sola de lo que he estado jamás pues tú me acompañaste más que nadie"