La última tarde memorable del toreo lleva su firma, y de esto hace ya más de dos años. Cosas de la pandemia. Era el 10 de mayo de 2019 y Pablo Aguado se presentaba en la Maestranza de Sevilla cuando todos los ojos miraban a sus compañeros de cartel: Morante de la Puebla y Andrés Roca Rey. El puñetazo en la mesa que dio el torero sevillano todavía resuena por el Puente de Triana. Cuatro orejas, bordando el toreo en el sexto toro, y la afición puesta a sus pies. Una tarde de éxito que marca, y marcará para siempre, la carrera de Pablo Aguado. Él no lo esconde —su foto de perfil en WhatsApp es de la salida a hombros de aquel día—. Ahora, dos años después, Aguado está entre los pocos elegidos a los que la afición espera. “Tengo mucha suerte”, reflexiona el matador, que este sábado estará presente el plaza de toros de Zamora, consciente de que la pandemia ha dejado a muchos compañeros por el camino.

–¿Cómo llega Pablo Aguado a la feria de San Pedro?

–Con la moral muy arriba y con ganas de debutar en una nueva plaza y ante la afición de Zamora, a la que todavía no conozco.

–Llega en un momento fundamental de su temporada, que arrancó bien, se torció con la cogida en Vistalegre y que ahora vuelve a levantar el vuelo con triunfos como el más reciente de Granada. ¿Cómo marcha la temporada?

–Gracias a Dios, bien. He tenido alguna racha en la que no me ha acompañado mucho la suerte pero últimamente las cosas van bien. Salimos muy contentos de Sanlúcar y de Granada.

Yo me considero un privilegiado. Casi todos los fines de semana tengo algún compromiso durante esta temporada, así que no nos podemos quejar por eso. Además miro a la temporada con mucho optimismo, creo que el proceso de vacunación está permitiendo una pequeña vuelta a la normalidad y eso es bueno también para los toros.

–Cantaba Sabina: “Más triste que un torero al otro lado del telón de acero”. ¿Está también triste un torero durante una pandemia?

–Lo vives con un punto de resignación, pero también con la mente puesta en aprovechar el tiempo para prepararte. Hay mucho tiempo para pensar, para evolucionar, para disfrutar del toreo más allá de las plazas de toros.

–Supongo que la temporada de un torero deja poco espacio más allá de torear y viajar, así que habrá mucho tiempo libre sin compromisos a los que acudir.

–Sí, por suerte o por desgracia hay mucho tiempo libre. Lo he intentado aprovechar en pasar el tiempo con mis amigos y con mi familia porque, como bien dices, cuando uno está en la vorágine de la temporada es muy difícil sacar tiempo para los tuyos.

–Conciertos, teatro, museos... Son muchos los espectáculos que han echado a andar antes que las corridas de toros, que se han encontrado con mil impedimentos. Ha costado volver...

–Y ha habido momentos de mucha desilusión. La buena noticia es que no se han suspendido corridas, se han aplazado y están saliendo ahora. Como las tardes de Granada. Dentro de lo malo de la situación, hay que agarrarse a algo...

–Sí, hay que buscar el lado positivo, pero la realidad es la que es. Instituciones que permitían espectáculos culturales de otro tipo se mostraban inflexibles cuando se trataba de organizar una corrida de toros. Mire el ejemplo de la Feria de Abril de Sevilla, que finalmente no se celebró. ¿No hay sensación de maltrato con respecto a otros sectores?

–Es un tema muy delicado en el que es difícil entrar. Son muchas las normativas, cada comunidad miraba la evolución de la pandemia... Es difícil comparar. Pero la sensación es esa, que se ha sido más benévolo con otras actividades culturales que con la tauromaquia. ¿Por qué? Eso no lo sé, pero es lo que parece, que nos han dejado en un segundo plano. Lo cual es injusto, porque los toros cuentan con una gran afición.

–¿Qué se percibe desde la arena, hay más ganas de toros que hace un año y medio?

–Sin duda, sí. Hay más ganas de toros que antes, la gente tiene la ilusión de volver y poder sentarse otra vez a disfrutar de lo que le gusta. Hay, además, un espíritu de libertad que está latente.

–¿Libertad que algunos quieren coartar?

–Bueno...

–Ya vemos que la pandemia no ha hecho mella en las corrientes animalistas, que siguen igual que hace un año. ¿Cómo sale del trance la fiesta de los toros?

–Yo creo que más fuerte. Algunos acontecimientos políticos han levantado cierto espíritu de “revancha” en los aficionados, que no quieren que nadie les prohiba acudir a una plaza. Creo que hemos despertado. Yo no veo un futuro tan negativo como se nos quiere vender. Creo que la corriente animalista de la que hablamos no es tan grande, que está magnificada por los medios de comunicación. Fíjate. Hay manifestaciones antitaurinas que no llegan a cien personas y que salen en televisión cuando dentro de la plaza se han reunido 25.000 personas, que pagan entrada, y que no salen en la tele.

–Pues volvamos a las plazas. En Zamora vuelve a estar acartelado con Roca Rey. Van varias veces esta temporada, y las que vendrán. ¿Hay rivalidad también fuera de los ruedos?

–No, se queda dentro. Somos compañeros, toreros, y nos tenemos un respeto mutuo que está ahí. En el ruedo cada uno tiene sus aspectos muy marcados y la gente tiende a enfrentarnos. Si eso es bueno para la fiesta, bienvenido sea.

–Como pasa con su compañero peruano, muchos aficionados cargan sobre sus hombros sus esperanzas en el futuro de la fiesta. Mucha responsabilidad.

–Es responsabilidad, sí. La sensación de la gente es esa, que hay esperanzas en que la carrera salga bien. Pero creo que es algo que debe ser inherente a los toreros. Cuando uno se viste de luces, tiene una responsabilidad, que es la de dejar a la tauromaquia en una posición respetable. Eso nos concierne a todos.