La magnífica talla del Cristo de las Injurias es obra de Diego Siloe que la realizó por encargo del obispo Juan Rodríguez de Fonseca en la década de 1520. Así lo afirma el historiador del arte zamorano Luis Vasallo Toranzo en un artículo publicado en el último número de la publicación especializada "De arte", una revista científica editada por el Departamento de Patrimonio Artístico y Documental de la Universidad de León.

El profesor de la Universidad de Valladolid prueba, a lo largo de un extenso estudio, estilísticamente y mediante documentación que la imagen salió de las manos de Siloe. Vasallo esgrime que el crucificado, que recibe culto en la capilla de San Bernardo de la Catedral de Zamora, hay que relacionarlo con las imágenes que el artista tiene de "San Sebastián en el Corpus Christi de Salamanca y en Nápoles o con el Cristo atado a la columna de la capilla de los Condestables de la Catedral de Burgos o bien el Ecce Homo de Dueñas" más que con los Cristos que efectuó Diego Siloe, como el crucificado de Santiago de la Puebla de Salamanca "que no es autógrafo de Siloe sino hecho por un oficial de su taller", describe el experto que durante muchos años ha querido saber quién era el autor de la talla hasta que "de repente he ido atando cabos, dado que he estado preparando un libro sobre el patronato de los Fonseca, donde destaca el obispo Juan Rodríguez de Fonseca que es quien trae a Diego Siloe a Burgos, tras estar diez años en Italia".

El historiador zamorano al ver la figura de San Sebastián del Convento de Corpus Christi de Salamanca y comparar su anatomía con la de la imagen de la capilla Caracciolio di Vico de San Giovanni a Carbonara "vi que era la misma que la del Cristo de las Injurias", ahonda el estudioso que vincula al obispo Juan Rodríguez Fonseca con dos crucificados porque en el inventario de bienes de su heredero figuran dos Cristos uno de ellos de Siloe y otro "un crucificado grande (...) para el oficio de Semana Santa".

Respecto a la ubicación del Cristo en Zamora, Luis Vasallo concreta que Rodríguez Fonseca fundó un hospital en Toro, entre cuyos visitadores (quienes vigilaban las cuentas) figuraban el prior de los jerónimos de Zamora, el prior de los dominicos de Toro y un representante del cabildo de la Colegiata toresana. "El mejor remunerado era el jerónimo (...) y hay un dato que permite contemplar que la recompensa monetaria era acrecentada con imágenes", describe en las páginas de "De Arte". En esta línea, el investigador ha localizado en un documento sobre el cumplimiento del testamento de Antonio de Fonseca una pregunta sobre los dos crucificados de los que "nada sabían", menciona. "La promesa de los patronos de corresponder con los frailes con alguna imagen religiosa explicaría la existencia de varias obras de los Fonseca en la Catedral de Zamora, el Cristo de las Injurias y la Virgen con el Niño y San Juanico y en la Colegiata de Toro, la talla de la Virgen de la Mosca", describe el historiador del arte.

Además, en el artículo Vasallo Toranzo indica que "algunos estilemas característicos de la escultura castellana del primer Renacimiento, caso de los cabellos dispuestos en tirabuzones y en finas guedejas sueltas o el uso de la corona de soga con grandes espinas que traspasan la carne" acercan la realización de la escultura a "la década de 1520" frente a dataciones anteriores que lo situaban hacia la mitad del siglo XVI.

El experto precisa que el obispo Juan Rodríguez solicitó a Juan Siloe una imagen devocional lo que, en su opinión, "se prueba a partir de la calidad del material (la escultura se talló sobre un bloque macizo de nogal) de la excelencia de su talla ( de tratamiento minucioso) y de su policromía, con abundante sangre y marcas de azotes como en dos de sus obras maestras de este período, el Cristo a la columna de la Catedral de Burgos y el Ecce Homo de Dueñas". En el artículo el zamorano señala que "es muy probable que el prelado (...) solicitase al escultor un crucificado suficientemente patético ante el que poder orar durante Cuaresma y Semana Santa".

Luis Vasallo, hermano del Silencio, defiende que Diego Siloe "elaboró una imagen que expresa en función de la tensión muscular, la policromía, el rictus dramático del rostro (como recreó en el Yacente de la capilla de Caracciolo o del Cristo a la columna del retablo mayor de la capilla de los Condestables) y a través de la presencia de la corona postiza con grandes espinas que le atraviesan la carne, (usadas también en el Nazareno de Burgos) el carácter doliente del crucificado".