Cada día aparecen nuevas. Son un signo de rebeldía, de poder o simplemente un lugar donde dejar un mensaje. Las instituciones, sean del signo político que sean, no encuentran la solución a una epidemia que está instalada en Zamora.

El paso del tiempo sólo ha hecho que aumentar el rango de quienes encuentran en una pared, un lienzo sobre el que expresarse, y es que los grafitis y las pintadas existen desde hace décadas pero quienes usaban el spray o el rotulador tenían unos límites que parece que ya no existen.

Fachadas abandonadas, callejones con poco tránsito, puertas de garajes y carteles en la vía pública han sido, desde siempre, los lugares preferidos por quienes estampaban sus firmas y que parecían respetar, al menos, el patrimonio cultural de la ciudad. Sin embargo, las nuevas generaciones han parecido perder ese respeto y son muchos los monumentos o edificios turísticos zamoranos que no escapan a las pintadas.

En lo más hondo del Casco Antiguo de Zamora, el Castillo, tras su remodelación, vive repleto de inscripciones de parejas que iniciaron su amor entre los jardines. Algo parecido le pasa a una calle semanasantera por excelencia ya que el Troncoso también ve horadadas sus paredes por llaves que dejen constancia de los mensajes de amor.

Las rúas, tanto de los Notarios como de los Francos, pese a ser lugares de gran tránsito, son objeto de pintadas que pueden hacerse en pocos segundos aprovechando la oscuridad de la noche zamorana. Los callejones que salen de ellas, con menor presencia de viandantes, son lugares perfectos para las firmas de estos vándalos. La calle Pizarro, la Cuesta de los Pepinos, la calle San Pedro, el parque de San Martín, la calle Carniceros y la calle Sor Dositea Andrés son algunas de las más perjudicadas en esta zona.

No se libran, tampoco, calles muy cercanas a Viriato, la Plaza Mayor o incluso a Santa Clara y San Torcuato. La calle de la Reina, Damas, Ramón Álvarez, Mariano Benlliure, Hospital, Corral Pintado o Sacramento, muchas de ellas, calles con mucho peso en los recorridos de la Pasión de Zamora, obligan al Ayuntamiento de Zamora a hacer un esfuerzo en las fechas previas a la Semana Santa, aunque muchas veces sin premio ya que el mismo día vuelven a aparecer las pintadas.

San Bernabé es uno de esos parques alejados del gentío y que apenas tienen vida y es por ello que ha sido, durante décadas, un lugar perfecto para pintadas y grafitis. Pese a los intentos de las instituciones de prmocionar esa zona con un arreglo integral del parque y la instalación de dos grandes murales que dieran vida a la zona, los vándalos han continuado con sus pintadas, algunas de ellas encima de los murales o en la piedra de la muralla de Zamora.

El románico zamorano, una de las joyas de la ciudad, no se libra de esta plaga e iglesias que tienen alguna puerta en calles menos transitadas, son pasto de las pintadas. San Esteban, San Ildefonso y Santa María la Nueva son las tres principales damnificadas en este caso.

Sin embargo, no sólo las iglesias viven esta epidemia ya que el Museo Etnográfico, el Museo de Semana Santa o la imagen de Fray Diego de Deza sufren estos actos vandálicos que, por el momento, no tienen solución.