Hay cierta similitud, caminos paralelos, entre la trayectoria del poeta León Felipe y la del escultor Hipólito Pérez Calvo. Y no solo porque ambos nacieran en Zamora -en el caso de Felipe Camino, su alumbramiento en Tábara no deja de ser circunstancial- sino por la forma en la que ambos se han terminado rescatando, el uno al otro, del olvido, del silencio.

Figura en la memoria de la familia Pérez Calvo que los primeros registros del proyecto para erigir una escultura en honor a León Felipe en Tábara datan de los años setenta. Aquel encargo -una especie de "montaña rusa", definen los hijos del escultor- terminó con éxito en el año 2000, con la inauguración de un bronce que rememora al creador literario en su localidad natal. "Al final triunfó el planteamiento inicial de mi padre, pero, por el camino, hubo una serie de propuestas a las que él se negó, como la idea de tallar solo las manos y la cabeza y completar la figura en hormigón", explica Arturo Pérez Mulas.

Esa "montaña rusa", la misma a la que subió Felipe Camino durante su vida, cambiando permanentemente de plan vital, "siempre sin avisar", suele repetir el comisario de la exposición "León Felipe: ¿Quién soy yo?", Alberto Martín. Desde finales de junio, dos de las piezas de trabajo que inspiraron el bronce final de Tábara se exponen en la sala temporal del Museo Etnográfico. Caprichoso el destino, de nuevo el vínculo entre el poeta y el escultor. "Nuestro padre luchó para que León Felipe tuviera un homenaje digno", coinciden los hermanos Arturo y Álvaro. Parece que ahora es León Felipe quien le devuelve el guiño, quien saca del silencio la figura de Hipólito, a quien Zamora debe una exposición antológica que haga justicia a su vida como creador.

Cuenta Álvaro Pérez Mulas que algo más de un año antes de morir surgió desde el Ayuntamiento de la ciudad la idea de poder llevar a cabo dicha muestra completa, pero "todo quedó en agua de borrajas". En los últimos años, la familia del artista se ha empeñado en la catalogación y mantenimiento de la vasta obra de Pérez Calvo. "Mi padre creó unas 130 esculturas y nosotros tenemos las escayolas de todas ellas", explica Arturo. A todo ello hay que sumar "bocetos, detalles, estudios que interesa mantener e incluso dibujos, que eran poco habituales en él", relatan.

"Es una gozada ver que ese esfuerzo de estudio de la obra de nuestro padre ha permitido que dos de esas piezas, solicitadas por el comisario, estén hoy en esta exposición", explican los hijos. La pregunta casi es obligada: ¿Puede alumbrar este préstamo temporal una exposición con todas las obras de Hipólito? "Es una idea que siempre hemos tenido en mente", responden. Entretanto, precisan medios para continuar con esa labor de conservación del legado, algo que habitualmente hacen los museos, tarea que en este caso está llevando a cabo la propia familia.

La propuesta "León Felipe: ¿Quién soy yo?" del Museo Etnográfico de Castilla y León muestra el boceto de barro de la escultura que hoy respira en Tábara, así como una pieza poco habitual: Hipólito talló directamente sobre la escayola la cabeza de dicha obra. La incorporación de ambos elementos al discurso de la exposición enorgullece a la familia de Hipólito. "Es una muestra fantástica, no solo por el recorrido a su obra, sino también por las fuentes de las que se han obtenido las obras y documentos y la visión que se da a las relaciones que tuvo León Felipe", apuntan. "En Madrid estamos acostumbrados a ver publicidad de exposiciones que únicamente juntan piezas que al final no cuentan nada, y eso es lo que aquí no ocurre", precisa Arturo.

Ahora, en el cincuentenario del fallecimiento de León Felipe, los hermanos Pérez Mulas junto a su madre, Teresa, recorren los pasillos de la exposición que pronto viajará a Madrid, en la que León es quien ahora rescata al Hipólito más desconocido.