Hay cantaores que se esconden tras la cascara de su finitud supuestamente artística. Otros que enseñan la patita más bonita y más limpia para no airear las miserias y los michelines del alma. Y hay unos pocos, como el extremeño Pedro Cintas, que cantan como respiran, como viven, siempre en línea recta. Que nadie busque el pico en la actuación de esta noche (a la sonanta Juan Vargas) en la peña flamenca de Zamora. El de la Albuera usa muleta mínima, sin engaño, canta a pecho descubierto, al natural. No hay palo difícil cuando el artista se los sabe todos. El mirlo blanco se ha tornado en gerifalte. Que tiemblen los que iban de halcones resabiados.

Pedro Cintas respira flamenco y bebe caza con galgo. Ama las cosas sencillas y gusta de perderse en la Extremadura de camalote a pensar junto a las charcas antes de que se vayan a copular con el estío. La mano a caballo en la besana le hace libre y cuando salta la «rabona» sueña una seguiriya sin costuras, redonda y limpia como la carrera del galgo primerizo. Tiene ya caliente su segundo trabajo, que va a quemar a algunos. Nada se esconde, todo queda expuesto a la noche de helada negra, para que cuando salga el sol, los perfiles sean más luminosos. Cintas es cantaor largo, completo, «mairenista», pero también «morentista» y «pererista» que los contrastes nunca asoman cuando la gelatina del arte lo embadurna todo.

-¿Cuándo va a ver la luz su nuevo trabajo?

-Ya está ahí, calentito. Está grabado y esperando a salir al balcón. Antes de Semana Santa pretendemos que esté en la calle.

-¿Qué tiene de especial?

-Hay muchos toques personales: tangos, soleá, tientos... Una seguiriya. Letras de Manuel García.

-¿Cuántos cantes?

-Nueve. Habrá de todo: alegrías, soleá, seguiriyas. Creo que va a sorprender. Le hemos puesto mucho trabajo y mucho cariño...

-¿Va a ser el de su consagración?

-Tenemos muchas esperanzas puestas en él. Lo presentaremos en varios ámbitos y si podemos haremos gira por todos los lugares que nos lo demanden.

-¿Servirá, por fin, para que reconozcan sus méritos en su tierra, tan extrema a veces como dura?

-Esa es una cuestión en la que no quiero entrar. Lo único que sé es que amo a mi tierra y que lo daría todo por ella.

-¿Quizás ser humilde no pega con el aura de artista?

-Creo que en esta vida lo único que cuenta es ser persona. En el escenario hay que ser artista, pero también persona. Y abajo, siempre persona. Sentirse flamenco, sí, pero nunca se puede perder la humildad.

-Usted, claro, no tiene tronío, nació de abajo, de la nada.

-Y estoy muy orgulloso. Empecé a cantar muy pronto, casi de bebé. Iba con mi padre, un gran aficionado que también canta. Trabajaba de peón de albañil y mis familiares eran trabajadores del campo, siempre pegados a la tierra. Escuché mucho flamenco en un dos caballos, en los festivales, en las peñas.

-¿Cuándo accedió al mundo de los profesionales?

-Entré tarde. Mis vivencias netamente flamencas son de pocos años para acá. Descubrir Sevilla fue una bendición, Mairena, el cante de los grandes: Antonio, Perrate, Fosforito, Pastora, Manuel Torre, los más importantes... Mi amistad con el sobrino de Antonio Mairena ha sido providencial.

-Premio Nacional Antonio Mairena y Papeles Íntimos...

-Dos grandes acontecimientos en mi vida. Estoy muy agradecido a Mairena del Alcor. Un premio tan importante... Descubrir después a un Antonio tan vivo, tan vibrante en una carpeta que guardaba un secreto enorme, impagable. Él estaba ahí, en sus letras. Todo eso cambió mi vida.

-Todo un reto interpretar al Mairena más solitario.

-Lo fue, sobre todo por la responsabilidad. Por descubrir a fondo el cantaor más grande que ha existido, todo un acontecimiento vital.

-¿Era tan académico como muchos aficionados dicen?

-No, no, él era un estudioso del flamenco. Lo abarcaba todo, pero no desdeñaba nada. Se ponía a cantar fandangos de Huelva y no sabía parar. Cualquier palo le venía bien... Era una enciclopedia viviente. Esa es la diferencia con otros cantaores. Que se preocupó mucho de prepararse. Reflexionó a fondo sobre el flamenco, sobre todas sus aristas y redondeces.

-¿Pero el Mairena de la «razón incorpórea» parece muy rígido, muy cerrado?

-No que va. Eso era una postura. Él defendió el cante en su conjunto. El arte no es exclusivo de gitanos o payos. Crear no es privativo de una raza, de una condición. Tiene que haber sentimiento, duende, eso es lo importante.

-¿Un cantaor se distingue por su voz, por su forma de interpretar, por su personalidad?

-Por todas esas cosas, pero también por el sentimiento que ponga en sus interpretaciones. Yo soy de raíz, de exteriorizar, de desahogarme en el escenario, más que interpretar, soy de sentir, de transmitir, quiero que el aficionado disfrute.

-¿El aficionado?

-El espectador que acude al festival, al concierto, el peñista, porque aficionados, es verdad, cada vez hay menos. Lo importante es lograr que la persona que te está escuchando sienta. Eso es el arte, la capacidad de remover el alma de los otros.

-¿Pero entonces está abierto a la evolución del flamenco?

-Por supuesto. Hay que ir con los tiempos. Toda la música evoluciona, ¿por qué no lo va a hacer el flamenco? No suena igual hoy Verdi o Mozart que hace décadas. Antonio Mairena es lo más, pero también me pierden Morente o Lebrijano. El flamenco fusiona bien con otras músicas y eso hay que aprovecharlo. Otra cosa es empezar por el final y creerse lo que uno no es. Hay que conocer el principio y entonces estás autorizado a hacer cambios. No puedes cerrar las puertas a nada si has conseguido antes abrirlas al sentimiento.

-¿Cuándo se acaba de aprender?

-Nunca. Me muero y no acabo de aprender, decía Mairena. Y es verdad. El cante está evolucionando y no puedes quedarte parado. Los que ignoran son los que más pegas ponen. Ese es un mal de nuestros tiempos: despreciar lo que se ignora. Ahí está el peligro.

-¿Zamora?

-Para los flamencos una maravilla. Zamora es seriedad, respeto, un público entendido. Nunca olvidaré el último festival de San Pedro. Yo estoy muy a gusto en Zamora. Tengo muchos amigos. Tierra de galgos, de festejos taurinos, de campo abierto, de respeto...