"Yo había notado raro a mi hijo, pero pensé que era propio de la adolescencia. Estaba, sobre todo, de muy mal humor. No había dejado de salir ni sus notas habían bajado. O quizá no dio tiempo a eso. Porque un día al volver de clase me dijo: "Mírame el labio, me han pegado". Y me enseñó la camiseta, absolutamente destrozada. Me quedé atónita. Y más cuando me dijo que llevaba más de quince días recibiendo insultos y amenazas tanto en los pasillos de clase como fuera. Incluso se habían apostado a la puerta de casa un par de tardes". Así describe M. (prefiere no dar su nombre) la situación a la que decidió poner fin con una denuncia. "Lo tuve clarísimo desde el principio, porque lo que más me aterra de esto es que mi hijo, cuando lo contaba, lo hacía como si ese tipo de comportamiento fuera algo habitual, algo normal, hasta me llegó a decir que no era el único, que otro amigo suyo también llevaba tiempo sin salir porque había otros chicos que le querían pegar. Es necesario denunciar y hacer ver que lo anormal son este tipo de actitudes. No es el primer caso que conozco, lo he visto en mi propio entorno de amistades. La solución, en ese caso, es que el agredido se cambió de centro y el agresor siguió haciendo de su capa un sayo".

En muchos casos, los agresores son exnovios y las chicas también se ven envueltas en ese entorno violento. "Algunas de mis amigas ven normal estas peleas, consideran que si se besan delante del "ex" es una provocación y creen lógico que haya pelea", explica C, menor de edad, que admite que también en su centro educativo se producen este tipo de comportamientos, que no son exclusivos del ámbito escolar. "Creo que es urgente que se implante una asignatura de verdadera Educación para la Ciudadanía, pero claro, hay que tener en cuenta que los problemas nacen en casa, no en la escuela y que en el mundo actual tiene a trivializarse la violencia. No estoy diciendo que tengan la culpa los videojuegos o las redes sociales, pero es peligroso que los adolescentes posean la capacidad técnica para adentrarse en todo este mundo, pero no los hayamos dotado de mecanismos de defensa para que aprendan a diferenciar y a convivir. Me parece triste que las mentalidades que tratamos de erradicar en los adultos se estén instalando en los adolescentes de una generación que debería haber integrado como propios principios como la tolerancia y la igualdad. Muy grave", concluye la madre.