La capital zamorana y los pueblos de Folgoso de la Carballeda, Bamba y Moraleja del Vino recibieron ayer con consternación la noticia de que dos de los siete militares asesinados en una emboscada al sur de Bagdad (Irak) eran zamoranos: el comandante José Carlos Rodríguez Pérez y el brigada Alfonso Vega Calvo, ambos de 41 años. El comandante de Infantería del Ejército de Tierra José Carlos Rodríguez estaba casado y era padre de un hijo de dos años. Había nacido el 9 de mayo de 1962 en la localidad de San Martín del Pedroso, donde su padre, el teniente de la Guardia Civil Tomás Rodríguez, estaba destinado al puesto fronterizo. Llevaba en el Centro Nacional de Inteligencia (CNI) desde 1997. Por su profesión estuvo destinado en diferentes lugares de España, entre ellos Oviedo, donde conoció a su esposa, Paz.

Su misión en Irak, adonde había llegado la pasada semana, no era la primera operación internacional en la que participaba, ya que, anteriormente también estuvo destacado en Bosnia. Sus padres viven en un piso de la capital zamorana y sus vecinos le recuerdan tanto a él como a sus otros cuatro hermanos, todos residentes, en la actualidad, fuera de Zamora. Fue la madre, Purificación Pérez, de Folgoso de la Carballeda, la que comunicó la noticia a la familia la noche del sábado.

José Carlos Rodríguez tenía previsto regresar a España la semana próxima, tras reconocer el terreno en Irak antes de hacerse cargo del destino definitivo. Parientes y amigos más cercanos acudieron ayer a Torrejón de Ardoz a recibir el cuerpo de José Carlos Rodríguez, que podría ser enterrado en Zamora, siguiendo el deseo de su familia.

El brigada Alfonso Vega Calvo nació en Stuttgart (Alemania) el 12 de octubre de 1962, mientras sus padres, los dos zamoranos, estaban trabajando allí. Su padre es de Aspariegos y su madre de Bamba del Vino, localidad en la que pasó su infancia junto a su abuela y unos tíos. El fallecido estuvo la semana pasada en Zamora donde visitó a sus familiares en Bamba y en Moraleja del Vino.

A sus 41 años estaba separado y era padre de un niño y una niña de 15 y 13 años respectivamente. Actualmente residía en Salamanca. El brigada asesinado en el brutal atentado en Irak llevaba en el Centro Nacional de Inteligencia tres años y destinado en Bagdad desde julio. Después de haber disfrutado un permiso la semana pasada, esperaba volver a su tierra nuevamente en el mes de enero. Por su trabajo, Alfonso Vega también había estado destinado en Bosnia.

La familia de Alfonso Vega Calvo ha expresado, asimismo, su deseo de que reciba sepultura en el cementerio de Bamba del Vino, donde la familia posee un panteón. Allí está enterrada su abuela, con la que se crió y es el pueblo donde acudía todos los veranos. Todos los que conocieron a los dos militares les han definido como «personas extraordinarias y buenas». El Ayuntamiento de la capital, por decisión de la junta de portavoces, ha declarado tres días de luto oficial durante los cuales las banderas ondearán a media asta. Para las 12 del mediodía se ha convocado una concentración silenciosa en la Plaza Mayor.

Los familiares de los militares lloran desconsolados a la llegada de los féretros en la base de Torrejón de Ardoz, en Madrid / Foto Ical

«¡Dios mío, que no sea Carlos!»

«¡Carlos, Carlitos, no puede ser, si hace pocos días ha estado aquí, con su niño, no puede ser!». Los vecinos de la calle Alfonso Peña no daban crédito al mediodía de ayer de que el hijo del «señor Tomás», aquel joven tan agradable al que saludaban cariñosamente cada vez que venía a ver a sus padres, fuera uno de los siete militares cuya vida quedó segada en una carretera al sur de Bagdad. «Era extaordinario, encantador, es que todo lo que pueda decir es poco. Porque cuando alguien se muere siempre se habla bien de él, pero te juro que es verdad». Tal es la duda que se empeñan en comprobar en los buzones si los apellidos coinciden; efectivamente, se trata de José Carlos Rodríguez Pérez. Recuerdan a los cinco hermanos, residentes fuera de Zamora, uno de ellos también militar y residente en Valladolid y a Purificación, «¿cómo estará esa pobre madre?». Purificación Pérez y su marido, Tomás Rodríguez, llevaban unos días fuera de Zamora. Estaban en Alicante, en casa de una de sus hijas, «que acababa de tener una niña. Fue ella la que llamó y dio la noticia que nos ha destrozado a todos.

Pensar que lo hemos visto crecer y ya no lo veremos más». Los que le conocieron se deshacen en lágrimas en Folgoso de la Carballeda, pueblo de Purificación y donde todavía residen dos de sus tíos. La familia está rota por el dolor, uno de lo parientes habla entre sollozos: «hace unos días me dijeron con mucha pena que Carlos se iba a Irak. Y cuando oí que habían matado a siete militares dije: “Ay, Dios mío, Carlos, que no sea él”, yo esperaba que no se hubiera ido todavía». Alegre, activo, amante del deporte y de su profesión, cariñoso, excelente persona…

Los elogios hacia Carlos Rodríguez son unánimes. Folgoso de la Carballeda amaneció ayer triste y gris, como la noticia que esperaba a sus feligreses en la iglesia. Fue el párroco quien comunicó el triste suceso al pueblo. Y desde la hora de la misa, el suceso corrió de boca en boca para consternación de todos, que sienten la muerte del militar como algo suyo «porque la familia es muy buena y muy querida aquí y porque él era uno más del pueblo. Era tan agradable tanto él como su mujer y con ese niño tan pequeño…». A María Pérez se le saltan también las lágrimas cuando recuerda a sus vecinos: «los padres vienen por aquí más a menudo. A Carlos le vimos la última vez en verano, tenía un brazo roto. Nunca habló de su profesión, hablábamos de las cosas del pueblo». «Son todos humildes y discretos, siempre amables y atentos», comentan otros vecinos.

Mientras el padre del comandante estaba destinado en Toro, su hijo estudiaba allí el bachillerato. Dejó buenos amigos que todavía se refieren a él por su apelativo cariñoso: “Rodri”. «Que uno de los muertos en Irak es “Rodri”», era el comentario ayer entre sus antiguos compañeros que le recuerdan como «buena persona y muy buen hijo. Si los demás íbamos a casa a las 10, él llegaba a las 9, porque así se lo había dicho su padre». La carrera militar de Carlos Rodríguez era extraordinaria, «era muy inteligente y ya apuntaba cuando era estudiante, sus notas eran de sobresaliente. Le perdimos la pisa en COU. Años más tarde le vimos en Madrid. Los convencionalismos del Ejército no iban con él, decía que en el cuartel se aburría. Luego supimos que había entrado en el CSIF (el antiguo CNI)». La mayor parte de los familiares acudieron ayer a Madrid, a la llegada del féretro. Según comentaban algunos parientes, a pesar del dolor, los padres y hermanos del comandante han dado muestras de gran entereza: «dicen que lo importante es que ahora hay un niño pequeño y una mujer que se han quedado solos y hay que ayudarles a salir adelante…».

Estado en el que quedó el vehículo de los militares / Foto Agencias

El deseo de la familia más cercana es que Carlos Rodríguez reciba sepultura en Zamora, aunque se respetará lo que diga su mujer». En la ciudad reside otro tío carnal del fallecido: Luis Pérez, que recuerda a su sobrino como «extraordinario, de lo bueno, lo mejor», sin poder contener la emoción. La consternación hizo mella ayer también en las instituciones zamoranas. La Junta de portavoces municipales decidió, con carácter de urgencia, acordar los tres días de luto oficial. El alcalde, Antonio Vázquez, hizo patente el dolor de todos los zamoranos «por los siete militares muertos, y especialmente por los zamoranos».

En Bamba, localidad natal de la madre de Alfonso Vega Calvo, la trágica muerte del brigada cayó como una losa entre los apenas diez vecinos que en estos momentos viven en el pequeño municipio, anejo de Madridanos. En el pueblo ayer permanecían cerradas a cal y canto las cuatro viviendas de la familia Calvo, la de la madre y tres hermanos.

En una de ella es donde “Celita” recibió en la tarde del sábado la noticia del fallecimiento de su hijo . Y desde ella partió en dirección a Madrid para recoger sus restos.

Los que aún no se habían enterado lo hicieron al acudir a misa. Poco antes había conocido la muerte de Alfonso Felisa Fernández de la Iglesia, de 72 años, de boca de uno de sus hijos. «Que han matado en Irak a Alfonso, el de Celita, que me lo acaba de decir su tío Ramón en Moraleja». Al recordarlo no puede evitar las lágrimas. «Me eché a llorar porque tengo muy cercana la muerte de mi hermano, el pasado día 12», explica.

Fue precisamente ese día la última ocasión en la que estuvo con Celita. «Ella vino a mi casa a darme el pésame y mire ahora qué desgracia tiene la pobre...». Felisa y Celita prácticamente se criaron juntas en Bamba, aunque el contacto con los hijos de esta ha sido menor. «Me acuerdo de verles siempre por aquí, de pequeños y grandes, y Alfonso siempre fue un chico formal y serio al que le gustaba mucho el pueblo». La relación entre ambas familias siempre fue de mucho cariño, por lo que cuenta Felisa, aunque nunca entraran en demasiados detalles sobre las misiones en las que participaba el militar. «Sé que estuvo en Bosnia, pero normalmente no se hablaba de dónde andaba. Luego cuando pasan las cosas... es cuando te enteras», reflexiona con tristeza.

Paquita Pelayo, también vecina de Bamba desde hace 28 años, aún no puede ni creerse que uno de los siete militares españoles que han muerto en Irak sea Alfonso, «el de Celita». Ella se enteró el mismo día de su muerte. «Me llamó una tía suya de Moraleja porque la madre le había pedido que nos avisase a las vecinas, pero no se lo quise decir a Felisa para que no pasara mala noche».

No daba crédito a lo que escuchaba. «Me quedé helada y pensé en la madre... ¡pobrecita, pobrecita...! Recuerda perfectamente a Alfonso, al que acostumbraba a ver por el pueblo cuando visitaba a los padres y familiares. «Era alto y fuerte, clavado al padre». Paquita piensa en el momento en que conoció la noticia por televisión de los siete fallecidos. «Lo ves y lo sientes, pero cuando le pones nombre y apellidos... Y una cara...».

Llegada de los restos mortales de los soldados a España. Foto: Sergio Barrenechea

Celia Calvo, Celita como la conoce todo el mundo en Bamba recibió la noticia de la muerte de su hijo por teléfono. Alfonso Vega Calvo era uno de los siete miembros del Centro Nacional de Inteligencia que murió el pasado sábado en Irak acribillado por los disparos de varios misiles.

«Están destrozados. Se fueron inmediatamente a Torrejón donde esperan a que lo traigan», explicaba ayer consternada también por la noticia una de las tías del brigada. A pesar de que por circunstancias de la vida de sus progenitores Alfonso Vega nació en Alemania, su infancia y juventud las disfrutó en Bamba junto a su abuela y sus tíos. Y era en Bamba donde tenía su refugio.

«No nos lo podemos creer, pero si estuvo aquí la semana pasada con permiso», comentaba Luis Miguel Calvo, uno de sus primos. El cuerpo de Alfonso Vega llegó junto al resto de sus compañeros asesinados entorno a las seis y media de la tarde al aeropuerto de Torrejón de Ardoz. «Ya se acabó todo. Los padres se han ido al hotel porque no le dejan estar con ellos», explicaba su tía. La familia lo esperaba de nuevo para el mes de enero. «Estaba muy contento porque tenía otro permiso», precisan.

Sus tíos y primos han querido destacar el valor del brigada fallecido. «Era un enamorado de su trabajo, le encantaba, y estaba muy seguro de lo que estaba haciendo», comentan. A sus 41 años, Alfonso Vega deja tras su muerte huérfanos a sus dos hijos, con edad suficiente ya para entender la tragedia. Además de sus padres, varios familiares del fallecido se desplazaron ayer hasta Madrid para recibir sus restos y traerlos hasta el pueblo en el que se crío.

«Nos han dicho que el primer funeral lo realizarán allí mismo, en Torrejón. Lo que no sabemos es si nos los dejaran traer enseguida o tendremos que esperar hasta el martes», subraya su familia. La ceremonia religiosa tendrá lugar a las siete de la tarde.

También se ha organizado un funeral en Salamanca, ciudad en la que residía, que tendrá lugar mañana a las once de la mañana en la iglesia de Las Esclavas, en el Paseo del Rollo. Después, los restos mortales de Alfonso Vega serán trasladados al cementerio de Bamba donde finalmente recibirán cristiana sepultura.

Sólo por parte materna Alfonso Vega tenía ocho tíos y numerosos primos. Parte de esta familia reside en Puerto Rico, país que visitó en alguna ocasión y donde también tiene un primo que ha participado en la

Guerra en Irak, con el ejército americano. Más cerca, en Zamora, su muerte se lloraba ayer en Moraleja del Vino y en Bamba. En este último pueblo los vecinos esperan que en breve Alfonso pueda reunirse en el panteón familiar con sus abuelos. «Aquí le despediremos si Dios quiere», aventuran.