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Laudelino Díaz Pino | Pintor que expone en Zamora

"Busco a través de la pintura vencer la tiranía de la miseria; los muros no matan los sueños"

"La muestra dedicada a África pretende remover conciencias, hay que luchar contra la injusticia, despertar a los insensibles"

"Busco a través de la pintura vencer la tiranía de la miseria; los muros no matan los sueños"Foto José Luis Fernández

Es álamo blanco mecido por el Duero doliente y dorado por el Guadalquivir pinturero, híbrido de junco y azahar. Por eso es artista de contrastes, de sentires horizontales. Pintor, escultor, poeta, maestro, zamorano, sevillano, ama el arte de la belleza inmaculada, pero también el que denuncia, el que quiere cambiar el mundo, el comprometido. En esas está ahora. Mira los cuadros que respiran sangre, violencia, rojos como cuchillos, niños muertos, pateras a la deriva... Sus ojos se secan con lágrimas. Pino es un manantial sin berrazas. Deja traslucir sus sentimientos durante la conversación, gesticula, se mesa los cabellos. Recuerda a su madre, Laura, que se acaba de ir, a quien dedica la muestra. "Lo daría todo por ella". Sus ojos se limpian con lágrimas. África.

-¿Por qué ha traído a Zamora una exposición tan dura, tan poco comercial, tan asfixiante?

-Porque uno es sensible a la injusticia y mirar hacia abajo, a África, es verla, sentirla palpitar. Hambre y miseria, hombres y mujeres que se matan. ¿Por qué? Esa es la pregunta que quiero que se haga quien vea mis cuadros.

-Denunciar la injusticia desde este lado siempre implica cierto sentimiento de culpabilidad, de desahogo purificador. ¿No hay ahí un intento de lavar la conciencia?

-Sí. Claro que hay culpabilidad y desahogo. Pero hay también deseo de remover conciencias, de querer cambiar las cosas. Sócrates, Platón y Aristóteles ya hablaron de la bondad, la justicia y la belleza, todo eso está muy bien, pero el hombre tiene que vivir con el deseo permanente de mejorar el mundo en el que vive. Es un mandato genético.

-¿O sea vivir en permanente contradicción?

-Sí. Si estoy comiendo y me sobra comida y veo en el telediario los pechos resecos de una madre que no pueden dar leche, ¿que hago? No puedo ir a dormir la siesta como si tal cosa, algo hay que hacer.

-Usted da vida a niños muertos, junto a alambradas, armados con kalashnikov. Sin embargo, no ha estado nunca en África, ¿qué recrea entonces, sentimientos?

-Busco sensaciones, imágenes, gritos de dolor. Quiero ir a África cuando me jubile. Ayudar. Si acabo Medicina iré como médico y si no, como maestro. Es una espina clavada que quiero arrancarme.

-Sus cuadros no son precisamente convencionales. No parece que el arte oficial esté por la labor de intentar cambiar el mundo. Entre otras cosas porque quienes compran, quienes invierten en el oficio de la creación están en el primer mundo, no en África.

-El artista tiene que ser hijo de su tiempo, de los ideales que haya mamado. No puede mirar para otro lado. Ya sé que este tipo de pintura no es comercial, pero no lo pretendo. Esto es otra cosa. Hay que denunciar, que gritar. Estamos matando el futuro, la esperanza. Ahí está el conflicto entre Israel y Palestina, ¿es que nos estamos volviendo locos? Si mi hijo muriera reventado por una bomba, ¿qué sentiría?

-¿Hay culpables a los que apuntar con el dedo?

-Todos, aunque con diferente grado de responsabilidad. Nosotros, los de este mundo, porque esquilmamos los recursos de África y de otros lugares y después ponemos vallas con cuchillas para que no puedan venir sus habitantes. Los que viven allí también son responsables porque se matan entre ellos en vez de plantar patatas. Aunque hay que decir que les vendemos armas viejas y le quitamos el coltán y los diamantes. A través de la pintura intento vencer la tiranía de la miseria porque no hay ningún muro que pueda sujetar los sueños.

-¿Qué hacen las grandes potencias?

-Mirar para otro lado. Solo intervienen cuando hay intereses, algo que llevarse; ¿por qué EE UU no para lo que está ocurriendo en Palestina? Somos hipócritas. En el planeta hay suficientes recursos para todos, aunque es verdad que nuestra posición muchas veces está sustentada en la injusticia. Deberíamos renunciar a algo de bienestar económico en beneficio del bienestar emocional. Allí, en África, a pesar de la miseria, hay mucha gente que se siente feliz, ¿como se explica eso? Aquí, en el mundo occidental algo o mucho falla.

-Su exposición en La Alhóndiga (desde hoy al 14 de agosto, de once de la mañana a dos de la tarde) no tiene nada de tópica. Los cuadros son de entraña compleja, invitan a la reflexión. Fijados a la luz por el óleo, no desprecian el barniz, ni siquiera la composición libre, ¿hay un interés preconcebido de sorprender?

-Está claro que se busca impactar, golpear al espectador. Hay velas colocadas por la sala y una atmósfera, que crea una música étnica. Madres con pechos resecos, niños famélicos, muerte y miseria, ventanas de injusticia y pobreza, jirones de vida pegados en las vallas como cuchillas de Melilla.

-¿Cómo se puede acabar con la miseria en África?

-Primero, no quitando los recursos a los africanos y después enseñándolos a producir bienes básicos. Si tuvieran una economía que cubriera sus necesidades no tendrían que venir a Europa. Hay que potenciar la educación, mejorar la sanidad, aplicar nuevas técnicas agropecuarias. Con un 1% del presupuesto de cada país rico vivirían muy bien en África y Occidente se ahorraría los costes en vallas, en refugios, en dolores de cabeza.

-Europa rechaza a los inmigrantes y, sin embargo, los necesita para cubrir su déficit de población, para que aporten la cuota necesaria para cubrir el bienestar ciudadano, ¿cómo se puede salir de este círculo vicioso?

-A los inmigrantes no se les pueden matar sus sueños con vallas. Hay que mejorar sus condiciones de vida en sus países y no ponerles impedimentos para que vengan. Lo que ocurre es que estamos perdiendo valores. Una vez que tenemos cubiertas las necesidades básicas, lo demás sobra. Todo lo demás no se compra con el dios dinero. Nos sobra ropa y comida. En 50 años se va a duplicar la población mundial. Es necesario redistribuir los recursos, la comida. Los que quieran venir deben ser bienvenidos, porque es de justicia y porque nadie puede tener el derecho exclusivo de la propiedad.

-¿Por qué ha utilizado tantas técnicas? ¿Acaso los materiales tienen una significación especial, transcienden de distintas maneras?

-Hay óleo sobre lienzo, también barnices sobre madera. Hay dibujos sobre papel. Uno de los cuadros fue seleccionado en la Bienal de Zamora, revivo una "performance" sobre las verjas y pateras. Todo vale con tal de denunciar la miseria y la violencia. Hasta hay un lienzo sobre el maltrato de género que busca también denunciar una situación sangrante que se produce en África, pero también en Occidente. Ahí están las ablaciones en masa, qué barbaridad. Hay un niño que representa los sueños de la gente oprimida. Está desnudo y frente a él una valla con alambre acerada, un horizonte que se ve pero al que te impiden llegar, dolor e injusticia.

-También usa el blanco y el negro, como únicos colores, ¿tiene alguna significación?

-En algunos cuadros sobra hasta el color. El blanco y el negro son suficientes para dar la sensación de soledad, de injusticia. Son las mejores pinturas negras que he hecho en mi vida.

-¿Por qué algunos artistas se agarran a la pintura negra para denunciar situaciones injustas, momentos vitales muy duros?

-Porque en muchos casos es la pintura que sale del corazón. Salvando las distancias, claro, Velázquez cuando pintó el Niño de Vallecas o Goya cuando hizo su serie negra o Picasso cuando parió el Guernica no estaban pensando en vender sus cuadros, creaban con el corazón, era una forma de desahogarse.

-El contraste está ahí, los países pobres no tienen para comer y, sin embargo, muchas de sus gentes parecen felices, disfrutan de la vida. Aquí, ocurre todo lo contrario, nos sobra todo y sin embargo no somos felices. Uno de los mejores pintores del siglo XX, Francis Bacon, denunció en su obra la insatisfacción del hombre moderno, la inseguridad de un mundo repleto de riqueza.

-Vivimos rodeados de muchas cosas, la mayoría de ellas son innecesarias. La riqueza nos está dando insatisfacción y depresión. En África, por ejemplo, no tienen ni para comer y sin embargo hay mucha gente que parece feliz, disfruta de la vida. Desde luego aquí no somos mejores personas, nos aprovechamos materialmente de haber nacido en un sitio determinado, pero no somos felices. Está claro que el hombre, a lo largo de milenios, ha aprobado la asignatura de la técnica, pero ha suspendido la de la ética.

-¿Por qué se ha fijado en el continente africano como símbolo de la pobreza y la injusticia?

-Porque es donde es mas visible, aunque es verdad que también en otras partes del mundo hay violencia y desigualdades. Desgraciadamente en muchas partes del mundo hay conflictos bélicos. Da la impresión de que necesitamos la insatisfacción para vivir y hasta la desigualdad. Ahí está ahora el gravísimo problema del ébola. Occidente está mirando para otro lado, nadie quiere saber nada. Ya veremos cuando brinque a Europa, entonces nos daremos cuenta de que somos responsables por omisión.

-Hay algunos cuadros expuestos que se muestran junto con una explicación escrita, ¿no es suficiente la pintura para denunciar las desigualdades y la violencia?

-Es tan fuerte la necesidad que uno tiene de sacar a relucir lo que lleva dentro que cualquier medio es bueno para hacerlo. La escritura también, la lírica. Pero la explicación escrita es solo una reflexión del pintor para quien quiera leerla, lo importante en todo caso es lo que trasmitan los cuadros al espectador, el aldabonazo a las conciencias. Que quien salga de La Alhóndiga lo haga pensando, sufriendo.

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