Los asaltos nocturnos, al amparo de la madrugada, siguen un mismo patrón, por la información facilitada por las víctimas. Los ladrones llegan hasta la capital zamorana porque disponen de buenas vías de comunicación para realizar el trayecto y emprender la huida de forma rápida si la policía les sorprende, al parecer proceden de Madrid, donde sus organizaciones delictivas están asentadas. Es por ello que eligen comercios, bares, tiendas o negocios que están cerca de esas carreteras nacionales o autovías. Viajan siempre varios, como mínimo tres, de modo que se cree que uno permanece fuera del local para vigilar y advertir si alguien se aproxima o si aparece la policía, mientras que los otros recogen el material a robar y lo cargan en el vehículo en el que se han desplazado hasta Zamora.

Para entrar en los establecimientos, los cacos no causan ningún destrozo en puertas o escaparates: desmontan los bombines de las cerraduras, que dejan aparentemente colocados, de hecho, los propietarios o empleados del negocio creen que han olvidado cerrar el local. Además de llevarse los productos o artículos del interior, sin causar tampoco daños en estanterías u otros elementos del establecimiento, buscan dinero en metálico, por lo que revuelven las oficinas, vacían las máquinas registradoras, para lo que, si es necesario, las revientan, al igual que las tragaperras y las de tabaco. El «trabajo» lo hacen con rapidez y sin dejar huellas, puesto que suelen usar guantes de látex.