El reloj del paritorio del hospital Virgen de la Concha marcaba las 2.25 horas de la madrugada cuando llegaba al mundo la primera zamorana de 2012, Karla López Gato, la segunda hija de Juan Miguel y Cristina, con un peso de 3,3 kilos y 48 centímetros de longitud. Su hermana mayor, Sonia, de once años, tenía decidido el nombre de la pequeña desde hacía tiempo y también fue la primera en visitarla, a las siete y media de la mañana del día de Año Nuevo. «Ella fue quien nos animó a tenerla, porque quería una hermana», reconoce su padre.

Las más de quince horas de parto se olvidaron al ver la cara de la pequeña, a quien se le esperaba para el próximo día 15. Cristina había ingresado el jueves porque tenía la tensión alta y finalmente el sábado los facultativos decidieron inducirle el parto. «Estamos eternamente agradecidos a los tres turnos de matronas que nos atendieron y a la ginecóloga de guardia, la doctora Alcántara. Hemos tenido la suerte de contar con un equipo de expertos que nos han apoyado hasta el último minuto», agradece Juan Miguel, quien estuvo en todo momento junto a su mujer, como también hiciera durante el nacimiento de su primogénita.

A la espera de que hoy le den el alta, puesto que la madre se está recuperando de forma satisfactoria, el padre admite que esta última Nochevieja ha sido realmente atípica, «aunque con el nacimiento de una nueva hija te olvidas hasta de que en esos momentos te sueles estar tomando las uvas».

Igual de orgullosos estaban en la misma planta del hospital el matrimonio formado por Gorgi Borisov y Radoslava Angelova. De origen búlgaro, ellos son los padres de la última zamorana de 2010, Elica, una pequeña que llegó al mundo pasadas las cinco de la tarde del 31 de diciembre, con un peso de tres kilos y medio y 51 centímetros de longitud.

También fue un parto largo el de Radoslava, ya que en la madrugada del viernes al sábado fue cuando rompió aguas, para entrar a las nueve y media de la mañana en el paritorio. La abuela materna y su hermano mayor, Gorgi como su padre, de dos años, que el miércoles celebra su cumpleaños, acompañaban ayer a la pareja en la habitación del clínico. «Mi hijo está encantado», apunta su padre, quien lleva en Zamora casi una década. Después de trabajar en Peñausende se instaló en la capital, donde llegó años después su mujer. Tras encadenar varios empleos, ahora mismo ambos están en el paro, pero confían en que las cosas mejoren. Y con una nueva vida en la familia, «la esperanza es mayor», afirma.