La población de Castilla y León fallece en porcentajes similares en el hospital o en su domicilio y el uso de unidades especiales de cuidados paliativos no está generalizado y sólo se utilizan en los últimos días de vida. Son dos de las conclusiones de un estudio sobre los cuidados al final de la vida realizado por la Red de Médicos Centinela de Castilla y León, en la que participan siete doctores de Zamora, tras analizar 269 fallecimientos ocurridos durante el año pasado, bien muertes esperadas o de personas que padecían enfermedades potencialmente mortales.

La distribución por edad y sexo muestra que existe una mayor mortalidad precoz en los hombres con respecto a las mujeres, sobre todo por debajo de los 75 años.

El estudio indica que la mayoría de los pacientes residen habitualmente con la familia durante el último año de su vida (79,2%), aunque los traslados al hospital son frecuentes en el periodo terminal. De hecho, durante los últimos tres meses antes de la defunción «se aprecia una reducción importante del porcentaje de pacientes en su domicilio (75,8% a los 90 días frente al 36,9% a la defunción) y un incremento importante de pacientes que fallecen en el hospital (hasta el 38,8%)». Los pacientes que se encuentran en residencias parece que tienden menos a los cambios, y el incremento de traslados a unidades de cuidados paliativos es menos importante y se produce sobre todo en la última semana de vida.

El estudio elaborado por Tomás Vega, José Eugenio Lozano y Milagros Gil, indica que el médico ha tenido contacto con tres de cada cuatro fallecidos en la última semana de vida, y con el 50% dos o más veces en consulta o visita domiciliaria. Entre los temas tratados con el paciente, la mayor atención se da a los problemas físicos, el diagnóstico y las posibles complicaciones médicas. Problemas psicológicos, consecuencias del tratamiento, la imposibilidad de curar la enfermedad, las opciones de tratamiento, los problemas sociales y la esperanza de vida figuran a continuación. En mucha menor medida estas conversaciones trataron sobre problemas espirituales o existenciales.

Se instauró tratamiento paliativo desde Atención Primaria a algo más del 55% de los pacientes, con equipo domiciliario al 18,9%, ambulatorio al 5,9%, hospitalario al 13,4%, en residencia asistida al 9,3% y en centros de día al 1,8%. El lugar del fallecimiento «no es elegido por el paciente (menos del 2%), ni siquiera por la familia (11,9%) sino que viene condicionado por la necesidad de procurar la paciente cuidados paliativos especiales (24,2%) o tratamiento curativo (22,7%) . Solamente el 11,9% de los pacientes y el 24,5% de los familiares hablan o informan al médico sobre las preferencias del lugar de defunción, «siendo la casa el elegido en primer lugar». Tampoco es frecuente que el paciente le comunique al médico sus deseos sobre el tratamiento al final de la vida. «Solo el 7% reconoce haber tratado el tema, pero en ningún caso hubo decisiones por escrito. No obstante hay que señalar que el 40% de los fallecidos no podían tomar este tipo de decisiones en la última semana de vida». Los síntomas y signos que presentaban con mayor frecuencia los pacientes en los últimos siete días fueron la falta de energía, de apetito, somnolencia, dificultad para respirar y la incontinencia. El dolor solo aparece reflejado en menos del 30% de los pacientes. «Sin embargo, el dolor afecta considerablemente a dos de cada tres de estos enfermos; pero es la disnea (dificultad para respirar) el problema que más condiciona la calidad de vida, con bastante o mucha afectación en el 34% de los pacientes».

Los autores del trabajo explican que «los cuidados al final de la vida presentan un indudable interés desde el punto de vista clínico y de la salud pública debido al aumento de la población de edad avanzada, la alta prevalencia de los procesos crónicos que son causa del fallecimiento y el crecimiento de los costes sanitarios. Existe además la percepción de que la atención paliativa al final de la vida no alcanza los niveles óptimos de calidad en la mayoría de los países».