Marta Vázquez Martín centró su tesis de grado por la Universidad de Salamanca, con la que obtuvo sobresaliente «cum laude», en el Cerco de Zamora, una investigación, que recibió una beca del Instituto de Estudios Zamoranos «Florián de Ocampo», y que cobra actualidad a raíz del posible hallazgo de los restos de Arias Gonzalo en un lucillo de la Catedral de Zamora.

-¿Cómo eligió el tema del Cerco para su trabajo?

-Mi historia de amor con el Cerco de Zamora empezó cuando era muy niña y alguien mencionó ante mí un lugar que, sólo por el nombre, me pareció absolutamente mágico: la Puerta de la Traición. Mi curiosidad se disparó y empecé a preguntar. Quería saber qué puerta era y por qué tenía un nombre tan llamativo, pero el adulto con el que hablaba sólo supo recitarme un texto del Romancero que se me quedó grabado: «Tiempo era, doña Urraca, de cumplir lo prometido». Ya no pude quitarme la historia del Cerco de la cabeza nunca. Fue un flechazo. Mi tesis de grado comenzó como un pequeño trabajo de investigación para una clase del profesor Salustiano Moreta, uno de los grandes entendidos, y apasionados, de este tema y todo cuanto tenga que ver con temas cidianos. Al empezar la investigación ya me di cuenta de que podía profundizar muchísimo más, y que además era un tema que lo merecía. Cuando decidí hacer mi tesis de grado no tuve ninguna duda sobre el tema que quería elegir, aunque era muy consciente de las dificultades que iba a encontrar. El profesor José María Monsalvo estuvo dispuesto a arriesgarse conmigo y ayudarme a llevar la pequeña aventura a buen puerto.

-¿Con qué dificultades se encontró en el camino?

-Es francamente difícil, si no imposible, separar completamente la leyenda de la realidad. Los restos arqueológicos del Cerco son inexistentes, y la mayoría de la documentación es muy posterior a los hechos que narra, lo que hizo que algunos compañeros investigadores vieran el tema de mi tesis con cierto escepticismo. Alguno llegó a decirme que estaba haciendo mi tesina sobre un cuento, y que investigar seriamente la leyenda del Cerco no tenía objeto porque no era más que eso, una leyenda. Desde mi punto de vista, se trata de un tema que interesa, que puede llegar a ser divulgativo, y en Historia, como en muchas otras ciencias, a veces da la impresión de que si un tema es interesante o comprensible por la mayoría de la población, se devalúa.

-¿Por qué la tituló «El Cerco de Zamora. La historia imaginada»?

-El hecho de que la base principal de la investigación fuese una leyenda no me pareció razón suficiente para restarle importancia. Se trata de una historia profundamente arraigada en la idiosincrasia de Zamora y sus gentes. A fuerza de repetirla, la hemos convertido en real. La Historia es el aglutinante por excelencia de los pueblos, en la mayoría de los casos manipulada, pero esa manipulación puede llegar a formar parte del subconsciente colectivo, hasta llegar a ser considerada absolutamente real. En mi trabajo, consideré «Historia imaginada» aquella que se cree real y como tal es considerada por el gran público, que al concederle el mismo valor la convierte en parte de sí mismo. De ese modo, un pequeño poso de realidad puede transformase en leyenda, en mito, y pasar a formar parte del trasfondo cultural de un pueblo. Y como tal, merece la pena estudiarlo.

-¿Qué hay de verdad en el Cerco?

-Es una verdad histórica la pugna entre Sancho y Alfonso, el asedio a Zamora y la muerte del rey a manos de un caballero salido de la ciudad. Eso es innegable, y ya lo relatan las crónicas más antiguas en las que se menciona el Cerco. Después, a medida que avanza el tiempo y cambian las circunstancias políticas, se añaden o cambian detalles. Sin embargo, hay personajes como el Cid, Arias Gonzalo o doña Urraca que, aunque no aparecen directamente en las primeras crónicas, sí parecen profundamente vinculados a los acontecimientos, aunque la leyenda ha ido cristalizando en torno a ellos hasta que casi es imposible ver la figura real.

-¿Qué es fantasía o al menos no se ajusta a lo que los historiadores pueden aseverar?

-Las crónicas nos hablan muy a menudo del famoso reparto de las tierras de Fernando I, el padre de Urraca, Alfonso y Sancho. Influida por el Romancero, la tradición popular siempre ha considerado que en este reparto Urraca obtuvo Zamora y su hermana Elvira, Toro, pero no es cierto, ya que lo que consiguieron fue el señorío sobre los monasterios del reino. También la tradición popular, al menos en Zamora, considera a Sancho culpable ante Dios de su propia muerte por haber incumplido la última voluntad de su padre al arrebatar a García el reino de Galicia. Sin embargo, no se menciona en absoluto la culpabilidad del propio Alfonso, que fue aliado de Sancho en esta empresa y que de hecho mantendría prisionero a García durante toda su vida. El reto del Campo de la Verdad tampoco aparece en las crónicas hasta un momento muy tardío, por lo que resulta bastante sospechoso.

-¿Sobre qué personajes existe un mayor grado de aportación popular?

-El Cid es quizás el personaje más imbuido de leyenda de toda la historia de nuestro país. Sí que parece obvio que estuvo en Zamora durante el Cerco, porque era el alférez de Sancho, pero que se criara en la ciudad bajo la tutela de Arias Gonzalo, junto con los cinco hijos de Fernando I es bastante poco probable, y de hecho las crónicas son bastante claras al respecto de la educación de los príncipes, y en ningún momento mencionan a Arias Gonzalo. También se nos habla del amor de doña Urraca por el Cid. Y es que a doña Urraca se la relaciona sentimentalmente con casi todos los personajes masculinos de la historia del Cerco: el Cid, Vellido Dolfos, incluso Arias Gonzalo y su propio hermano Alfonso. Probablemente ninguno de estos amoríos fuera cierto.

-Desde su punto de vista, ¿Vellido fue un traidor o un héroe?

-Como historiadora no debería pronunciarme, pero como zamorana no puedo evitarlo. Sin duda, héroe, puesto que ofreció lo más valioso que un caballero poseía en este momento su honor, y por eso es mi personaje favorito de todo este drama. Esta leyenda siempre ha tenido sus mártires, sus héroes y sus villanos en función de quién la contara y de cuándo se contara. No es vista de igual manera por las crónicas castellanas que por las leonesas, y evidentemente no es vista igual hoy que hace 200 u 800 años.

-¿Qué opina del cambio de nombre de la Puerta de la Traición?

-Tengo que romper una lanza en favor del antiguo nombre de «Puerta o Portillo de la Traición», que tan traído y llevado ha sido últimamente. El hecho de considerar a Vellido Dolfos el verdadero héroe de la leyenda no es nuevo, muchos zamoranos piensan así, pero no creo que sea buena idea cambiar el nombre de un lugar que bautizó la tradición popular hace mucho tiempo, y que además es tan evocador y tiene tanta fuerza emotiva. Por experiencia hablo, ya que fue ese nombre lo que me llevó a mi pasión por el Cerco, y me parece muy triste que haya sobrevivido a tantos siglos para ser cambiado ahora por motivos políticos.

-¿Realmente existió el reto en el Campo de la Verdad?

-Es muy poco probable. La leyenda es muy precisa en cuanto a los detalles del reto. Diego Ordóñez de Lara debe luchar contra cinco contrincantes y se nos explican muy detalladamente las reglas del combate. Pero estas reglas fueron elaboradas mucho después del año 1072, la fecha del Cerco. Además, en el Romancero se dice «quien desafía a concejo con obispo, debe luchar él solo contra cinco». Zamora, en ese momento, no era sede episcopal. Durante un tiempo, entre el año 986 y el 1102, el obispado de Zamora quedó desierto. La historia del reto del Campo de la Verdad aparece en las crónicas muy tardíamente, en la Primera Crónica General de España, de Alfonso X, y teniendo en cuenta el momento en el que surge, parece un relato muy influido por la literatura caballeresca que estaba de moda en aquel momento.

-¿Qué puede decir de la figura de Arias Gonzalo? ¿Qué hay de mito alrededor de este conde?

-Arias Gonzalo es el paradigma de buen zamorano, prudente, noble y sabio. Sabemos poco sobre la figura histórica, aunque algunos documentos remontan su ascendencia a un guerrero muerto en la batalla de Guadalete, e incluso lo emparentan lejanamente con el Cid. Sobre sus hijos los documentos son aún más oscuros, y las crónicas ni siquiera se ponen de acuerdo en el número. Los romances dicen que tenía cuatro, pero algunos cronistas mencionan hasta diez. Incluso se habla de que Arias Gonzalo llegó a tener dos hijos llamados Pedro Arias, el que conocemos y que murió en el reto, y otro, al que se puso su nombre, y que nació después. También parece que tuvo una hija, llamada doña Bona, y existe documentación que habla sobre su matrimonio y sus descendientes. También sabemos que después de muerto, Arias Gonzalo adquirió fama de santidad. Al parecer, acudían a su tumba, que entonces estaba en la iglesia de San Martín de los Caballeros, buscando la curación de sus enfermedades. En 1465, a raíz de la guerra civil entre Pedro I el Cruel y su hermano Enrique II, este último ordenó destruir la tumba de Arias Gonzalo y sus hijos, junto con las de otros próceres zamoranos, como castigo por haber apoyado a Pedro en la guerra. Esto nos da una idea de la importancia que estas figuras tenían para los zamoranos ya en esta época.

-¿Cree que los restos localizados en uno de los lucillos de la Catedral podrán ser los de este zamorano?

- Siempre he dicho que donde hay fuego, se ve el humo. Si tenemos el humo de la leyenda, y que ha llegado hasta nuestros días, es porque el fuego tuvo que ser de cierta importancia. Reconozco que es aventurado decirlo pero... ¿por qué no? Sabemos que Arias Gonzalo fue un personaje de importancia en Zamora, y las noticias que tenemos son de que estaba sepultado precisamente en el ala norte de la catedral. Resulta muy interesante el posible descubrimiento de cuerpo del obispo Bernardo de Perigord, obispo de Zamora en 1102. Es una figura muy vinculada al Cid, puesto que luchó a su lado y fue obispo de Valencia antes de serlo de Zamora. Este hombre es uno de los personajes que aparecen en la obra teatral «Anillos para una dama», de Antonio Gala.

Madrid 1975

Pese a haber nacido en la capital de España se considera zamorana, «se es de donde se pace», afirma. Con 5 años vino a vivir a la ciudad del Duero. La urbe, su historia y sus leyendas le han fascinado siempre. Estudió Historia en la Universidad de Salamanca, y aunque ha trabajado a menudo como arqueólogo, su vocación es la enseñanza. En la actualidad trabaja como profesora de Educación Secundaria en el Colegio Enriqueta Aymer de Madrid, pero sigue prefiriendo «las callejuelas estrechas, los paseos cerca del Duero y el poder llegar a todos los sitios en diez minutos». Siempre le ha gustado mucho escribir. Empezó con las novelas a los doce años y aunque ahora tiene mucho menos tiempo y el ritmo es muy lento, sigue creando. Le gusta especialmente el género histórico y el fantástico. Nunca ha publicado nada, pero los aficionados al teatro pudieron ver algo escrito por ella hace algún tiempo, dado que la ruta titulada «Por los puentes de Zamora» de «Medievalia» se basaba en un guión que lleva su firma. Y es que otra de sus pasiones es el teatro; de hecho perteneció muchos años al grupo «Natus».