Mientras la Fiscalía de Menores exige una sanción a un adolescente por robo, con la medida de un año de libertad vigilada y 450 euros de indemnización para los dueños de la casa que «ocupaba», el Juzgado de Menores le acaba de condenar por un delito de allanamiento de morada que en ningún momento formuló el fiscal. Ahora tendrá que ser la Audiencia Provincial la que decida por cuál de esos delitos debe ser castigado el menor, que, según el fiscal, irrumpía en la vivienda cuando sabía que estaba deshabitada para pasar algún rato de ocio: Ver la televisión y, si se terciaba, comer.

Encontró el refugio ideal para pasar las horas muertas a sus anchas, a salvo de molestias. ¡Y qué mejor espacio para relajarse que una casa poco frecuentada por sus dueños! De dos alturas, sin estrecheces, por las que, al parecer, se paseaba «como Pedro por su casa», sin cortapisa y, por supuesto, sin pedir permiso.

Nadie sabe durante cuánto tiempo mantuvo este «lugar de recreo», situado en una finca de la localidad de Colinas de Trasmonte, en el que se colaba tras saltar el muro que cerca el terreno privado. Una vez en el interior de la propiedad, accedía a la casa por la puerta de la primera planta.

Al parecer, según la acusación que pesa sobre él, acudía al salón, se ponía cómodo y encendía la tele para distraerse. Si el hambre y la sed apretaban, asaltaba la nevera de los propietarios del inmueble, asegura la Fiscalía de Menores que investigó la denuncia. El adolescente, que tenía 16 años cuando se le imputaron estos hechos, niega haber consumido alimentos, mientras la Fiscalía sostiene que lo hizo y cometió un delito de robo.

Lo que no pudo negar su incursión en la vivienda. La Guardia Civil le pilló in fraganti. Estaba en el piso de arriba cuando escuchó ruidos y con todo el sigilo del que fue capaz trató de salir del inmueble. De nada le sirvió: Se disponía a abandonar el piso cuando se topó de frente con los agentes de la Benemérita. Jamás hubiera imaginado tan sorprendente «visita». Esta vez no hubo suerte, las luces que tuvo que encender para manejarse por la casa, era el mes de febrero de 2009, le delataron. Para los guardias civiles, que vigilaban la zona, no pasó desapercibido este detalle, ni los ruidos que escucharon, máxime cuando los dueños de la finca no se encontraban en el pueblo.

Con cautela, los agentes accedieron a la parcela y, al escuchar movimientos en la casa, decidieron entrar por la primera planta para, de ese modo, evitar ser descubiertos por el ocupante clandestino. Fue ya en el interior cuando unos y otro se tropezaron.

El adolescente fue detenido de inmediato. Junto a él otro menor de edad que admitió haber consumido productos de la nevera y se conformó con las medidas solicitadas por el fiscal de Menores.

Para entonces, la Guardia Civil había recibido denuncias sobre la desaparición de objetos del interior de la casa y la rotura de un cristal, entre otros desperfectos, por lo que las luces de la casa encendidas levantaron sus sospechas.

El adolescente ha negado que sustrajera ningún artículo de la nevera para comer y ser el responsable de los robos y el deterioro de algunos elementos de la casa, de los que inicialmente se le acusó. El fiscal le exigió un año de libertad vigilada y el pago de 450 euros de indemnización a los dueños de la finca. Pero el juez le ha exculpado de estos delitos y le ha condenado por otra infracción grave: Allanamiento de morada. Ahora es la Audiencia Provincial la que tiene la «pelota en el tejado», puesto que la Fiscalía sostiene que al menor no se le puede condenar por un delito del que no fue acusado.