Enamorado de Cantabria por su mar, pero con el recuerdo siempre presente de su ciudad natal, Zamora, Manuel Castaño acaba de inaugurar en Santander, donde vive desde los 18 años, la exposición fotográfica «Una mirada desde tierra», que permanecerá hasta el próximo 26 de diciembre en el Centro Comercial Bahía Santander.

-¿Qué se puede encontrar el espectador en «Una mirada desde tierra»?

-Se trata de una exposición largamente planeada, porque ha sido un trabajo muy especial. Las fotos son del Faro de Cabo Mayor, que preside la entrada a la bahía de Santander. Para poder entrar allí tuve que hacer muchos papeles, muchas solicitudes y mediar con muchos amigos hasta conseguir los permisos, porque allí solo entraba en su día el farero y nadie más.

-Todas las fotografías de la exposición son en blanco y negro.

-Sólo hay dos en color, y mucho más pequeñas que el resto. Quería reflejar así la inmensidad de la lente, que va posada sobre una cama de mercurio, para que le influyera el tema de las mareas. El blanco y negro lo elegí para dar a los elementos mucho más contraste, con un negro muy negro y unas luces muy blancas.

-Esta es su segunda exposición del año en Santander. En julio mostró «Una mirada diferente», sobre la feria taurina de Santiago.

-También fue algo muy diferente, porque las fotografías de toros y toreros suelen ser de colores muy vivos. Pero yo quise variar y hacer todas en blanco y negro. Al principio, cuando lo propuse sonó extraño, pero luego gustó.

-¿El blanco y negro es la seña de identidad de su obra?

-Es una seña y una insignia. Tengo también trabajos con color, pero me desmarco más con el blanco y negro.

-¿Con qué se siente más cómodo detrás de la cámara?

-Con lo que más me identifico es con los retratos, que, curiosamente, no tiene nada que ver con mis dos últimas exposiciones en Santander. También me gusta mucho hacer foto de detalle, huyo mucho de las panorámicas.

-¿Cómo comenzó su pasión por la fotografía?

-A los 16 años, cuando todavía vivía en Zamora. Teníamos una pequeña asociación y hacíamos nuestros pinitos con una ampliadora, para ver qué salía. Todavía conservo una, pero ahora sobre todo trabajo en digital, cuya calidad es todo un mundo. De todas maneras, creo que mi preferencia por el blanco y negro me viene de aquellos años de la ampliadora, porque sólo la teníamos para revelar fotos en blanco y negro.

-¿Cree que Zamora es una ciudad fotogénica?

-En estos años he hecho muchos viajes, por ciudades como Nueva York o Londres. Pero lo cierto es que las calles del casco viejo de Zamora, la plaza de Viriato e, incluso, la calle de Los Herreros son maravillosas. El empedrado de las calles me encanta y le dan un romanticismo tremendo. Después de ver mundo, aprecias más Zamora, que me encanta para poder hacer una fotografía minimalista, básica. Suele volver dos o tres veces al año y siempre encuentro un hueco para salir a hacer fotos al amanecer o al atardecer por las calles cercanas al castillo.

-¿Qué temas le gusta tratar en sus fotografías?

-Por suerte o por desgracia, no sólo me dedico a la fotografía, por lo que puedo elegir y no depender de nadie. El tema del mar y todo lo relacionado con él me fascina. De hecho, tengo en marcha un proyecto para navegar con algún barco pesquero pronto para poder hacer fotografías desde él.

-¿Todavía no ha expuesto en su tierra natal?

-Es una espinita muy grande que tengo clavada. Mi idea es poder llevar esta última exposición, «Una mirada desde tierra» muy pronto. Me gusta mucho la idea de poder exponer esta muestra, muy relacionada con una ciudad costera, a una ciudad de Castilla.

Zamora, 1972

Tras estudiar en el colegio Juan XXIII y en el instituto Claudio Moyano de la capital zamorana, Manuel Castaño emigró a Santander con sólo 18 años. En esa ciudad costera satisface una de sus ilusiones, vivir en un lugar con mar, y estudia las carreras universitarias de Ingeniería Informática y Bellas Artes, esta última por la UNED. En la actualidad, trabaja como jefe de producción en una fábrica santanderina, dedicando las tardes a su verdadera gran pasión: la fotografía. En Santander también conoció a su mujer, Eva Díez, con la que tiene un niño de cuatro años. Con toda su familia en Zamora, acude a su ciudad natal varias veces al año, en la que tiene un proyecto fotográfico en mente que espera poder llevar a la práctica muy pronto.