Licenciado en Filosofía y doctor en Ciencias de la Educación, el zamorano Gerardo Pastor pertenece a la congregación claretiana desde 1964 y ha sido rector de la Universidad Pontificia de Salamanca y decano de las facultades de Psicología y Comunicación.

-¿Por qué han perdido autoridad los adultos ante los jóvenes?

-Hay una causa global que arranca a finales del siglo XIX con la época de la industrialización, que cambia la estructura social del trabajo y motiva la tardía emancipación de los jóvenes. Esto ha creado una estructura social media, que no es ni adulta ni menor. Pero además, hay otras causas, como el nacimiento de las tribus urbanas. Los jóvenes dan una gran credibilidad a estas tribus, que han conseguido interponerse a las tres agencias de transmisión de valores tradicionales: la escuela, la familia y la Iglesia. Además, también ha influido el papel de los medios de comunicación y la telefonía móvil, que propagan valores contrarios a los tradicionales.

-¿Hasta qué punto ha influido la evolución del modelo familiar en este cambio de valores?

-No sólo ha cambiado el modelo de familia, sino que, actualmente, hay un porcentaje muy alto de familias desestructuradas, monoparentales, en las que falta el modelo paterno o materno... Estamos ante una generación de padres que se basa en el lema de «que yo a mi hijo no le voy a hacer creer en nada». Además, la familia ha sido despojada por las leyes del papel que tenía antes y ya no tiene valores que ofrecer a los jóvenes. Aún así, la familia, que sigue siendo el último recurso del individuo ante problemas serios, es una institución imprescindible para la sociedad. Por eso, hay que luchar por ella.

-También la imagen de la Iglesia ha experimentado un vertiginoso deterioro.

-La Iglesia ha perdido, en esta época del hipermodernismo, buena parte de su autoridad. Entre la juventud, su papel y el de la familia o la escuela ha sido sustituido por la influencia de los grupos de pares. Son unos grupos en los que los jóvenes viven inmersos desde los 16 a los 32 años. Antes, un joven se hacía adulo a los 21 años; ahora prolonga su dependencia de los demás, sin ser productivo socialmente, hasta más allá de los 30. Los grupos de pares acaparan la autoridad máxima e imponen valores como el piercing, las drogas, la noche...

-¿Debe el poder político ser el garante de los valores de una sociedad?

-El poder político tiene en su mano un Parlamento que puede hacer leyes sobre educación o familia que potencien la autoridad que estas instituciones han perdido. Últimamente se ha puesto en marcha una política que no ha favorecido ni a la familia ni a los maestros y, por supuesto, antireligiosa, aunque sea larvadamente. Las leyes no cambian una sociedad, una sociedad cambia por los valores. Pero las leyes pueden contribuir a la recuperación de unos valores. Los políticos podrían hacer mucho, pero ahora vivimos en un España casi tan dividida como en el año 36 en la que sólo importa seguir o conseguir el poder.

-El ministro de Educación, Ángel Gabilondo, quiere un pacto de Estado sobre la materia con el PP. ¿Será posible?

-Sólo sé que es muy necesario. Los políticos están metidos en una espiral en la que todo vale para estar en el poder. La educación en España se utiliza como arma arrojadiza para debilitar al adversario político. Además, es necesario un cambio de la ley electoral para que partidos nacionalistas minoritarios dejen de ser decisivos.

-Por su parte, la presidenta madrileña, Esperanza Aguirre, propone convertir a los profesores en autoridad pública por ley.

-El respeto no se gana con una ley, se gana con una serie de valores. Tratar de usted a un profesor no deja de ser una tradición social que puede que esté hasta obsoleta. No obstante, sí es necesario recuperar valores basados en la autoridad. Y eso se puede hacer con leyes.

-La Universidad española afronta una transformación histórica. ¿Para bien?

-El «plan Bolonia» tiene un aspecto importante en lo profesional y lo laboral: homogeneizar los títulos a nivel europeo. Eso es positivo. Pero no cabe duda que en la estructura de nuestros estudios de cinco años dábamos una profundidad, que no se puede dar con un grado de tres o cuatro años.

-¿La crisis económica potenciará la crisis de valores que denuncia?

-Puede influir en ella en varios sentidos, pero son dos crisis con unos orígenes y unas consecuencias totalmente diferentes.

Perfil

Zamora, 1939

Realizó estudios superiores de música en el Real Conservatorio de Madrid y obtuvo en Roma la licenciatura en Filosofía, además del doctorado en Ciencias de la Educación, con la especialidad de Psicología. Tras varias estancias de especialización en diversas universidades norteamericanas para realizar investigaciones de Psicología Social, se incorporó en 1977 como catedrático de esta especialidad en la Universidad Pontificia de Salamanca, de la que fue rector.

«La educación en España se utiliza como arma arrojadiza para debilitar al adversario político»

«Antes un joven se hacía adulto con 21 años, ahora prolonga su dependencia social más allá de los 30»