Fue número uno de su promoción. Concluyó los estudios en 1849, y, ya ingeniero de segunda clase, le buscaron destino: Zamora, como jefe de Obras Públicas. De inmediato. Sueldo: 9.000 reales al año. Fijó su residencia en diciembre: Su vivienda y despacho estaban en un edificio ubicado en la calle de Santa Clara. El panorama, entonces, de las vías provinciales: Desolador. Por su estado y, también, por su trazado. «La provincia no disponía de comunicaciones o de infraestructuras que las facilitaran. Utilizando su cargo en la Diputación, conectó la capital con los partidos judiciales de Alcañices, Bermillo, Fuentesaúco, Villalpando, Puebla. Llevó a cabo la conexión con el exterior, como atestiguan las aperturas hacia Orense y hacia Astorga», explicó Llamas Díez. Caminos vecinales, un tramo de la carrera de Villacastín a Vigo (las Portillas del Padornelo y de la Canda)… Infraestructuras.

«Creía en la comunicación entre las naciones y, en el caso de Zamora, lo probó con hechos: Trató de unir a la provincia con el vecino portugués, mediante un camino de hierro perdurable más allá de las pequeñas rencillas domésticas», añadió el investigador. Sin embargo, «la reticencia nacionalista lusa…». Y cuidó, también, «el desarrollo capitalino, con el levantamiento de edificios civiles fundamentales para el buen funcionamiento de la sociedad de la Restauración, en una clara apuesta por la educación y el orden público». Su influencia «ayudó a facilitar la circulación en la ciudad, gracias a la construcción del nuevo puente sobre el río Duero y a la reforma del antiguo, a principios del XX».

En 1854, con 29 años, Práxedes Mateo Sagasta resultó elegido diputado. La representación parlamentaria por esta tierra adquirió, después, la fidelidad de feudo. «Edificó en Zamora una fortaleza liberal». Más: «Las conexiones familiares del líder progresista», a través de su compañera Angela Vidal, le emparentaban «con los notables de la política y de la economía zamoranas»: Los Galarza, los Requejo Herrero, los Vidal, los Rubio Sacristán, los Cuesta… «Este núcleo duro del poder zamorano pervivirá prácticamente íntegro hasta la II República». Con la muerte del riojano en 1903, «las corrientes romanonista, sagastina y albista que habitaban en el liberalismo zamorano aún se mantuvieron disciplinadas bajo el mandato del nuevo líder, Federico Requejo». Sin embargo, la desaparición de éste, en 1915, determinó la división del partido «en tres facciones enemigas, que pactaban con los adversarios políticos del liberalismo en virtud de sus intereses y del perjuicio que podían causar a los grupos liberales contrarios». La división ideológica se acrecentó con posterioridad, cuando los años treinta.

Sagasta, revolucionario («un Errol Flynn de la política», según Alberto José Llamas) y condenado a muerte, exiliado y activo desde el silencio, disponía de buenas dotes retóricas. Se conservan 2.500 intervenciones parlamentarias. «Presidió la Junta Revolucionaria de Zamora. Además, creó su propia clientela política a través del territorio provincial» explicó Pedro García, presidente de la institución cultural e historiador. El de Torrecilla de Cameros, siete veces presidente del Gobierno (entre 1870 y 1902, con dos dinastías: La de Saboya y la de Borbón), «tuvo una trayectoria política difícilmente igualable. Siempre en primera línea». García Alvarez recordó un antiguo proyecto: La colocación de una estatua del político, copia de la situada en Logroño, en la plaza modernista que se rotula con el nombre del riojano. «No estaría mal disponer de esa escultura. No echemos en el olvido ese proyecto de vestir a la ciudad y de homenajear a alguien que tanto hizo por esta provincia».

El estudio, se dijo, «refresca la memoria de los zamoranos». Del riojano que se enraizó en las tierras del Duero. Una figura nacional que tiene su origen en lo local. La memoria, ay, es olvidadiza y, a veces, incluso tergiversadora. Por eso, que hablen los documentos.