La Opinión de Zamora

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Zamora recupera el pulso de sus días grandes y se llena hasta la bandera

Los turistas, los retornados y los propios habitantes de la ciudad se echan a las calles espoleados por las procesiones y el buen tiempo

El entorno de la Plaza Mayor, lleno de gente. |

Zamora ha vuelto a la vida. La ciudad ha recuperado en estos días gran parte del terreno que le cedió a la pandemia y se ha resarcido de dos años de vacío en sus días grandes de la Semana Santa. La capital está llena hasta la bandera y el tiempo acompaña de tal modo que parece mentira que el Lunes Santo tuvieran que suspenderse las dos procesiones por culpa de la lluvia. De la mano de esa circunstancia, los turistas, los retornados y los propios habitantes del municipio se echaron a las calles para gozar de su forma de entender la Pasión, una cita religiosa, pero también cultural y social.

Varias personas graban el paso de la Esperanza por la Plaza Mayor. | Emilio Fraile

En medio de esa vorágine, los negocios salieron ganando. Las terrazas del centro rebosaron durante todo el día y dieron paso a esa sensación paradójica de felicidad por notar el pálpito acelerado de una ciudad que muchas veces adolece de latido y de agobio por la acumulación de gente en las arterias principales de la capital.

El beneficio para la hostelería

El discurrir de la Esperanza y de la Vera Cruz por las calles provocó la acumulación de ríos de personas y dio lugar a las habituales esperas a pie quieto. Ahí, los negocios hosteleros ubicados en pleno recorrido también tuvieron que afanarse para dar servicio a unos clientes dispuestos a apurar la bebida hasta que el barandales anunciara la hora de mostrar más recato.

En la parte de Santa Clara, los puestos de almendras garrapiñadas se subieron a la ola para ofrecer sus productos a un público entregado: los de aquí saben que el Jueves y el Viernes Santo es lo que toca y los de fuera siguen la máxima de “donde fueres haz lo que vieres” para endulzar su visita a la capital del Duero.

Algunos no compraron las almendras por puro despiste. Es lo que le ocurrió a algún turista ensimismado en el mapa que solo levantó la cabeza para observar la calidad de las iglesias románicas de la ciudad. La tarea del visitante que pretende ver los templos en estos días resulta ciertamente complicada. Muchos de los monumentos se encuentran en la zona de paso de las procesiones, y entre los desfiles, las esperas y las calles cortadas no siempre es sencillo llegar a todo.

Sea como fuere, el mapa ya es la excepción. Los teléfonos móviles han ganado la partida con sus GPS y, qué duda cabe, sus cámaras de fotos. Si a los cargadores les duelen los hombros, los espectadores de las procesiones tendrán que cuidar bien los brazos después de pasar horas grabando y retratando el discurrir de las cofradías, habida cuenta además de que el palo selfi parece haber pasado a mejor vida tras un breve periodo de vigencia que recuerda al de otros artilugios como el discman.

Muchas familias, parejas y grupos de amigos han recorrido cientos o miles de kilómetros para vivir de cerca la sobriedad de una Pasión que presume de ser única

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Esos retratos y piezas audiovisuales recorrerán el mundo como ejemplo de lo que llega a ser Zamora en estos días. Los acentos de los operadores de cámara aficionados bien lo avalan. El inglés, el alemán o el francés se mezclan en Semana Santa con el castellano en sus múltiples variantes y con las distintas lenguas que enriquecen a España y a sus regiones. Muchas familias, parejas y grupos de amigos han recorrido cientos o miles de kilómetros para vivir de cerca la sobriedad de una Pasión que presume de ser única.

El paréntesis que crea la Semana Santa en la ciudad no se cerrará hasta el domingo. Ahí llegará el momento de hacer cuentas, de escuchar balances y de lamentar la incapacidad de Zamora para retener una pequeña parte de esa fuerza de atracción en el día a día. Mientras, la felicidad, el agobio, las risas, el silencio, la emoción y los móviles convivirán en unas jornadas que esta tierra añoraba.

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