Los cursos de agua creados por la acción del hombre forman parte del paisaje rural de nuestras vegas zamoranas o pequeños regadíos de montaña. A lo largo de cientos de años nuestros antepasados consiguieron desviar ciertos cursos de agua para sus necesidades vitales hacia los núcleos de población. En muchos de nuestros pueblos ribereños de ríos y arroyos así como de pequeños cauces de montaña aún perviven hoy en día verdaderas obras de ingeniería que de una manera respetuosa con el entorno conseguían aprovechar la misma agua para sus propias necesidades vitales y sus animales y también como fuerza motriz para las ruedas de los molinos de agua y algún que otro yunque de fragua. Una fuerza motriz totalmente ecológica y gratuita ahora que la energía se está convirtiendo en un recurso escaso y caro.

Los cauces de agua de Camarzana, con el Caño Grande a la cabeza, podríamos considerarlos como paradigma de unos sistemas de riego basados en una pequeña presa construida en una parte del cauce del río, en este caso del Tera, para conseguir que el aumento del nivel del agua alimente un pequeño canal excavado en algunos de sus tramos en la roca pura y dura. Una obra de ingeniería de la que no conocemos sus hacedores, aunque se tiende a pensar que fueron los romanos quienes acometieron la obra interesados en que el agua del caudaloso río Tera llegase hasta las mismas inmediaciones de la Villa Romana que comenzaba a prosperar, y cuyos restos arqueológicos visitables se conservan en el núcleo de la población.

Desde ese primer siglo de nuestra era el agua nunca dejó de discurrir por caños, vaguales, aguaduchos o regueros, distintos nombres para denominar a esos cauces capaces de transportar el líquido elemento para saciar las necesidades humanas, la de animales y la de riego de los distintos vegetales destinados a la alimentación humana o animal. Se dice pronto, casi dos mil años corriendo el agua por esta red hídrica que formaban parte del paisaje humano que era admirado y envidiado por todo viajero que se acercase por aquí.

Tanto tiempo discurriendo el agua por estos cauces contribuyó a la creación de un verdadero ecosistema donde proliferaban todo tipo de plantas acuáticas, arbustos y árboles de ribera. Los animales tampoco desaprovecharon la oportunidad de progresar y fueron las ranas los anfibios más numerosos que con sus cantos también configuraron el paisaje sonoro primaveral y estival pero otras especies piscícolas como el gobio, la sarda o los escallos también habitaban estas aguas.

Los nuevos vientos del uso de la energía con las renovables a la cabeza parece que quieren imponer una restricción del agua para los regadíos industriales, olvidándose totalmente de la biodiversidad de estos cauces y de su importancia en la configuración de nuestro paisaje rural.

NOTA:Hay una petición en Change.org para recoger firmas: “No al corte de agua de regadío en Camarzana de Tera

(Zamora)”