Conocí a José Ignacio Primo por intercesión del poeta, filósofo y cantautor Luis Ramos. El que fuera mi profesor en la Universidad Laboral había sido alumno anteriormente de Primo. Luis, quien sabía de mi veta artística y consciente de mi incipiente interés por el flamenco no dudó en introducirme a él en cuanto tuvo oportunidad. Yo ya había asistido a algunas de las sesiones sobre flamenco y copla que José Ignacio había organizado en el Ávalon Café y me habían hablado en torno a su figura en el mundo de la cultura zamorana y muy especialmente en el del flamenco.

Que la bondad y la generosidad de José Ignacio desbordaba a su persona me lo demostró desde el primer momento. Enseguida se mostró dispuesto no solo a enseñar todo lo que sabía sino a dar todo sin pedir nada cambio. Me abrió las puertas de su casa y me brindó su amistad sin pensárselo.

Con él tuve la oportunidad de adentrarme en las profundidades del universo del flamenco, terreno sobre el que derrochaba sabiduría a pesar de no tener conocimientos musicales. Pude incluso conocer al guitarrista Paco Cepero, íntimo amigo de la familia, por videollamada. Cuando le mostraba a José mis progresos con la guitarra flamenca, él, sin nociones técnicas sabía exactamente lo que me faltaba para encontrar el duende.

Alguien de cuna humilde nacido en un pueblo de nuestra provincia, llegó a codearse de tú a tú con figuras del flamenco como Fosforito, Antonio Mairena o Camarón y ser aún hoy toda una autoridad del flamenco en plazas como Sevilla o Madrid

También su conocimiento poético y literario fue patente en los momentos en que José Ignacio y yo compartimos sobre literatura, especialmente, en torno a Claudio Rodríguez y Agustín García Calvo, autores sobre los que poseía un extensísimo saber y hacia los que me contagió su pasión por ellos.

Durante mis prácticas curriculares del grado de Musicología realizadas en el Museo Etnográfico de Castilla y León, pude aprovechar para trabajar con él sobre el archivo de Vicente Granados -zamorano de pintoresca vida que ejerció de mánager de artistas flamencos en EEUU tras escapar de la guerra civil- que había sido recientemente donado al museo por la familia y que hoy se prepara para viajar a la Universidad de Sevilla.

Recientemente, José Ignacio decidió a depositar en el MECyL su inmensa biblioteca y archivo, acopiados durante años de estudio y pasión no solo por el flamenco, sino por todos los ámbitos del saber humano, del cual me hizo responsable junto con su hija Isabel Primo. En los últimos meses, José y yo comenzamos a grabar sus memorias, llenas de grandes momentos e inusitadas anécdotas, sobre todo si pensamos en cómo alguien de cuna humilde nacido en un pueblo de nuestra provincia, llegó a codearse de tú a tú con figuras del flamenco como Fosforito, Antonio Mairena o Camarón y ser aún hoy toda una autoridad del flamenco en plazas como Sevilla o Madrid. Lamentablemente, la tarea ha quedado incompleta tras el aciago acontecimiento. Espero que, en colaboración con la familia, pronto ese material pueda ver la luz en bajo algún tipo de formato.

Primero la pandemia y después la enfermedad nos impidieron compartir y aprender todo lo que José Ignacio tenía para dar.

Desde aquí, quiero mandar todo mi cariño a la familia.

Allá donde estés, hasta siempre José Ignacio.