Llegó hace ya tres años a Granada acompañando a su pareja, que había conseguido un trabajo en la ciudad andaluza, pero pronto ella también encontró una buena oportunidad laboral gracias a su formación en arte. La zamorana Romina Domínguez García, con estudios en Conservación y Restauración de Bienes Culturales, entró nada menos que en el equipo de trabajo de restauración de la Alhambra.

“Comencé en proyectos pequeños, tanto como autónoma como para otros profesionales y sus empresas. Los primeros pasos en el Patronato de la Alhambra y Generalife los di cuando me contrataron para la limpieza especializada de piezas en exposiciones temporales y en montaje de muestras para el Museo de la Alhambra”, recuerda esta zamorana, que tiene la especialidad de pintura y documento gráfico en su preparación académica, además de un máster en Conservación y Gestión de los Bienes Culturales.

La zamorana, en plena restauración de una pieza de La Alhambra. | Cedida

Fue en esos primeros trabajos en Granada donde conoció a Rafael Lorente, con quien se asoció para crear Hueco Conservación, una empresa de restauración con la que, desde entonces, confiesa que no han parado de trabajar y acumular encargos. Entre los últimos encargos está la dirección de dos obras en el Patronato de la Alhambra. “La primera se trata de una pintura mural que presenta un escudo de Carlos V, que estuvo decorando el muro del pórtico sur de la Casa del Maristán de Granada, un hospital nazarí mandado construir por el sultán Muhammed en el siglo XVI”, detalla.

El otro proyecto se centra en la restauración de una acuarela de gran formato custodiada en el Archivo del Patronato de la Alhambra. “El autor fue Isidoro Marín y el dibujo que hizo sirvió para documentar el estado de conservación de unas pinturas murales nazaríes que se encuentran en las casas del Partal, unas construcciones del siglo XIV que forman parte del complejo de la Alhambra”, explica.

La zamorana también ha tenido la oportunidad de trabajar en uno de los dos leones surtidores del maristán que en 1367 mandó construir el sultán nazarí Muhammed V en Granada, cada uno de ellos de 1,50 metros de altura y 1,30 de longitud. Las dos figuras adornaban una gran alberca en el patio central del hospital para enfermos mentales. Ya en 1843 el maristán fue demolido y los leones trasladados a la Alhambra, en cuyo museo se pueden visitar.

Y es que, para esta conservadora zamorana, la Alhambra “es un monumento imponente, que corona la ciudad desde una colina que es visible casi desde cualquier lugar, así que desde el exterior impresiona a cualquiera. Pero además, en su interior alberga decoraciones de extraordinaria riqueza, lujo y ostentación. Es tan especial supongo por ser la última fase de la sociedad musulmana en nuestro país y el arte en Granada es único por ser la última sede del reino nazarí”, considera.

La restauradora, en otro de sus trabajos Cedida

Por todo ello, la ubicación, la dimensión, la arquitectura y la historia de La Alhambra es todo un símbolo para Granada. “Millones de turistas visitan cada año la ciudad y es el monumento más visitado de nuestro país. Junto a Albaicín y Sierra Nevada, configura la historia y la imagen de la ciudad”, descubre. Coronada como la octava maravilla del mundo, “es un complejo monumental sin precedentes, así que creo que Granada no puede ser sin la Alhambra y la Alhambra no puede ser sin Granada”, sentencia.

Con tanto proyecto interesante de restauración, asegura que su día a día en el trabajo “tiene un ritmo frenético” porque además de estas obras en la Alhambra, también está inmersa junto a su socio con otros dos proyectos en el Museo Casa de los Tiros, también en Granada, donde se centran en la conservación y restauración de una colección de grabados y carteles. “Nos levantamos muy temprano y vamos, dependiendo del día, a los talleres de uno u otro edificio. El trabajo me apasiona, así que todos los días soy feliz en cada intervención que nos toca llevar a cabo. Además, sentirme rodeada de todas estas maravillas del arte me hace sentir muy afortunada”, confiesa.

Y es que remarca que es todo un sueño poder trabajar en estos monumentos de Granada. “Al llegar a la ciudad miraba la Alhambra y soñaba con poder trabajar dentro de ella, así que al conseguirlo casi no tengo palabras para poder describir lo afortunada que me siento. Formar parte de los engranajes que hacen que el monumento luzca más bello aún si cabe y participar en la salvaguarda de su patrimonio me llena muchísimo y me siento agradecida”, afirma.

Además, el orgullo es mayor teniendo en cuenta que se ha conseguido desde cero, creando una pequeña empresa con su socio y yendo pasito a pasito. “Es muy reconfortante ver reconocido el duro trabajo previo realizado para poder coger estos proyectos y saber que la Alhambra y otras instituciones están depositando toda su confianza en nosotros”, agradece para finalizar.