De un tiempo a esta parte, el reto demográfico ha ganado peso en la discusión política. La lucha de los pueblos se ha trasladado al terreno mediático, pero todavía faltan realidades. Así lo ve Chema Mezquita (Zamora, 1982), que vive en un pueblo como San Juan del Rebollar donde actualmente residen 157 personas, 87 menos que cuando empezó el siglo XXI, según los datos del INE. Desde allí, este alistano ejerce como portavoz de la Coordinadora Rural, un colectivo que batalla por revertir la realidad de unas zonas que quieren huir del destino funesto que hay detrás de la inacción.

–Como parte de uno de los colectivos que lucha contra la despoblación, ¿también tiene la sensación de que hay más palabras que soluciones?

–Sí, lleva tiempo ocurriendo. Es una moda meter el tema de la despoblación en todos los programas y en todas las instituciones. Incluso se ha creado un ministerio, y hay portavocías y comisionados, pero la realidad es que a los pueblos llega poco. Sí existe una estructura política en la que parece que hay un interés, pero en el día a día la falta de apoyo y de inversión en el medio rural resulta evidente.

–Desde algunos sectores se habla de ventana de oportunidad para tratar de actuar ahora contra el problema demográfico. ¿Ustedes también creen que es el momento de apretar para conseguir que los recursos lleguen por fin a los pueblos?

–Hay que preguntarse por qué las administraciones no toman las medidas que dicen que van a aplicar. Es más, primero habría que plantearse por qué han tardado tanto en reaccionar. La despoblación en la provincia de Zamora no viene de este año, ni del pasado, ni del anterior. Son datos objetivos con los que ya se tendría que haber trabajado. Ahora ya estamos en el último tren y, si no se ponen las pilas y no aprovechamos esta oportunidad, va a ser muy difícil revertir la situación. Con la pandemia hay una amenaza para todo el mundo, con lo que hemos visto a nivel sanitario, económico y social, pero también una oportunidad. Lo malo es que nos pilla con los deberes sin hacer. Hay muchas infraestructuras e inversiones que se tendrían que haber puesto en marcha. Estoy hablando, por ejemplo, del tema de Internet de alta velocidad. Si esa conexión hubiera existido, ya podríamos haber aprovechado para fijar población de manera temporal o de forma más permanente.

–Durante la pandemia, sí ha habido pueblos de Zamora que han visto cómo ciertas casas que normalmente se mantenían cerradas en invierno han estado habitadas por personas que huían de las ciudades por el virus. Eso sí, muchos de esos pobladores son jubilados. ¿Es más difícil atraer a gente joven en edad de trabajar?

–Puede ser. Ha habido gente que, al menos temporalmente, ha intentado teletrabajar, pero para eso necesitas unas mínimas infraestructuras que no existen. Se han hecho muchos encuentros, se ha hablado de estas cosas, pero luego ves los presupuestos de la comunidad autónoma y, sobre todo, del Estado y son bastante miserables con la provincia. Hay una escasez de ideas increíble entre gente que se ha presentado a elecciones hablando del medio rural y que ahora está constantemente pidiendo opiniones porque no tiene ni idea. Hemos sufrido una dejadez y una desidia vergonzosa para la provincia. Ha sido abandonada.

–¿Cómo se ha llegado a esta situación tan grave?

–Hubo ciertos movimientos económicos y sociales de salida de los pueblos que se dieron hace décadas, pero luego se ha producido un abandono manifiesto. Si nos ponemos a hacer un repaso, inversiones importantes para la provincia prácticamente no ha habido ninguna. Ha llegado dinero para carreteras o para el AVE, porque tenía que llegar a Galicia de alguna forma, pero a partir de eso nada. Hace unos días sacamos la noticia de que, para la autovía a Portugal, se han presupuestado 22 millones de euros en 16 años y no hay ni un metro de calzada hecho. Incluso, en su momento, se dejó caducar la declaración de impacto ambiental porque en cinco años no se hizo nada. Es sintomático y muestra cómo nos han ido dejando migajas en los presupuestos que luego ni siquiera se han ejecutado.

–¿Cuesta creer en promesas a estas alturas?

–Claro. Hasta que no haya una ejecución real y con presupuestos coherentes, me parece complicado. Hay 400.000 euros para la N-122, pero estamos convencidos de que, si no viene dinero de Europa, aquí no se va a hacer nada. También está el caso de Monte la Reina. Es curioso cómo una entidad privada como Caja Rural ha comprometido el mismo dinero que la Junta y el Gobierno central juntos. Mientras, se está con la pelea política para ver quién sale en la foto. Nosotros hemos hecho enmiendas a los Presupuestos Generales del Estado desde la Coordinadora Rural y nos han rechazado todas.

–¿Tienen la sensación de que hay dinero, pero que se reparte mal para Zamora?

–Aquí se presupuesta poco y se ejecuta menos. Ha habido una falta de amor propio manifiesta de los dirigentes de la provincia que se han ido a Valladolid y a Madrid. Realmente, no se ha hecho nada.

–Mucho dinero de los Presupuestos Generales del Estado se ha ido en el AVE.

–Y el AVE no es una obra finalista para Zamora; es para que los trenes lleguen a Galicia. Si hubiésemos estado un poco más al sur, ahora tendríamos el mismo problema que Extremadura. Además, habría que cuestionarse el tema del AVE. Nosotros, cuando hablamos de modelos de desarrollo para el medio rural, también planteamos cómo se ha desmantelado la red ferroviaria tradicional para meter líneas de alta velocidad carísimas que dejan desvertebrada una parte del territorio.

–Con todo esto, e independientemente de la pandemia, ¿cada vez es más difícil irse a vivir a un pueblo?

–Es una pena, porque en los pueblos hay muchas cosas buenas. Se puede disfrutar de una gran calidad de vida, puedes tener un acceso a la vivienda de forma mucho más barata y en el día a día de la gente se puede llevar una vida viable y saludable. Lo que se necesita son oportunidades económicas e infraestructuras. Las administraciones tienen que fomentar un reequilibrio territorial. Es curioso que tenemos el tema de los Fondos de Cohesión de la UE y, si te fijas en cualquier infraestructura importante, viene cofinanciada por Europa. ¿Por qué la UE invierte en cohesión y desde España no lo hacemos? No hay un plan diseñado.

–Europa tiene sus programas, comunidades como Castilla-La Mancha proponen medidas fiscales, pero ustedes siguen sin ver una línea de trabajo global. ¿Falta coordinación y claridad por parte de las administraciones?

–Para el mundo rural debe haber un plan de desarrollo general. Está bien lo de Castilla-La Mancha, es una muy buena medida y que puede tener una incidencia rápida, pero se necesita un plan global de desarrollo con ideas y con fondos. Eso es lo importante. El mundo rural necesita un Plan Marshall de desarrollo, y la sensación es que las administraciones públicas carecen de claridad de ideas y aplican métodos políticos. Les cuesta colaborar entre ellas, hay mucho secretismo, se sigue el camino del amiguismo y esas prácticas no tienen cabida si queremos un desarrollo para los pueblos y la provincia.

–¿Hay pueblos que son ya irrecuperables? El vicepresidente de la Junta, Francisco Igea, ya ha deslizado la posibilidad de potenciar ayuntamientos más grandes y que los pequeños se conviertan en pedanías.

–Nosotros somos partidarios de fortalecer los ayuntamientos. Que incluso los más pequeños tengan capacidad para trabajar sobre el terreno. No se puede pedir una descentralización para la comunidad autónoma y que los ayuntamientos menores estén en la miseria. Es muy importante, desde nuestro punto de vista, mantener las estructuras administrativas en los sitios más pequeños.

–Usted vive en un pueblo de Aliste, cerca de la frontera con Portugal. A la vista de la situación de la parte lusa del otro lado de La Raya, ¿cree que se están haciendo mejor las cosas en el país vecino?

–En esa comparación con Portugal, a veces es sorprendente y decepcionante el trato de las administraciones hacia nuestras comarcas. Volvemos a poner el ejemplo de la N-122. ¿Por qué Portugal conecta por autovía Oporto con la frontera, pese a contar con una orografía mucho más compleja que la que tenemos en la parte de Zamora? Yo he hablado con asociaciones que nos dicen que, cuando hay eventos entre países, el trato de las administraciones y los representantes de Portugal es muchísimo mejor que el de los españoles, y yo lo he vivido. He ido a encuentros en los que la actitud de los representantes de la Junta de Castilla y León fue vergonzosa y bochornosa en comparación con Portugal. Ellos parece que han trabajado más y que tienen más perfiles técnicos que políticos.

–Aparte del empuje de Portugal para completar las infraestructuras que afectan a ambos lados, ¿se puede adaptar algo a la realidad de la frontera de Zamora?

–Portugal quiere salir, quiere abrirse hacia nosotros. Ellos presionan y nos hacen la pinza para que sigamos adelante. Con Portugal tenemos una situación estratégica muy buena, unos lazos que yo creo que, a nivel social, son muy buenos también y falta que las administraciones pongan su grano de arena. En casi todo nos dan muchas vueltas, aunque seguramente haya situaciones de las que también ellos puedan aprender. Lo que está claro es que, en sensibilidad y en realidades, nos llevan ventaja. Compartimos muchísimos problemas y opciones comunes, y deberíamos ir de la mano para promover un desarrollo conjunto.

–Parece que Europa apoya esos vínculos transfronterizos.

–Europa pone recursos. No pone solo palabras, ni nombres de ministerios. Pero hay que ir con proyectos elaborados y eso requiere mucho trabajo de unas administraciones que, o no saben de qué va esto o están más pendientes de rentabilidades políticas.

–Yendo un poco más a lo local, y teniendo en cuenta que los ayuntamientos de los pueblos carecen de los medios suficientes para impulsar determinadas acciones, ¿cómo valora la implicación de la Diputación Provincial? ¿Confía en proyectos como el de la “silver economy”?

–El tema de las diputaciones lo hemos debatido bastante. A nadie se le escapa lo que han sido todos estos años. Ahora, en la de Zamora, tenemos un pequeño cambio, pero estas instituciones han funcionado como armas políticas, y se ha hecho muchísima política desde ellas. De todas formas, el hecho de que intenten sacar proyectos es positivo. El tema de la “silver economy” suma una pata más para ayudar, pero entendemos que tiene que ser todo más global. Ahora bien, todo lo que suponga trabajo sincero, real y fuera del partidismo nos parece bueno. Con las diputaciones dudamos por lo que hemos visto. Les cuesta ir a los pueblos en ocasiones y pelear por lo que está pasando. En temas sanitarios, que no son de su incumbencia, también podrían luchar.

–El plan piloto de Aliste queda lejos ahora, pero provocó una reacción importante. ¿Considera que las personas que habitan los pueblos pagan de alguna manera las estrategias pensadas desde ciudades como Valladolid?

–Nosotros, en principio, cuando se habló del plan piloto, tuvimos la predisposición de esperar a ver qué se ofrecía. Pero cuando te vas a un modelo que implica sacar profesionales de los pueblos más pequeños para centralizar, nosotros nos vamos a posicionar en contra. En Aliste se produjo mucho movimiento político con este tema, pilló entre dos elecciones y hubo incluso personas que cambiaron de opinión. Yo creo que no se informó bien a la gente y hubo cierta desconexión. Nosotros no vamos a apoyar modelos que saquen servicios de los pueblos.

–El vicepresidente de la Junta, Francisco Igea, alertó en una entrevista con este medio sobre la posibilidad de que el ejemplo de Teruel Existe se reprodujese en otras provincias y diese lugar a un Parlamento ingobernable, mucho más fragmentado. No le pregunto si la Coordinadora Rural piensa en dar ese paso. Ahora bien, ¿cree que, en Zamora, alguna plataforma optará por concurrir a las elecciones para luchar contra la despoblación?

–Ahora mismo, todo es muy volátil, y hablar a medio o largo plazo es complicado, pero sí que puede tener cabida. Sobre todo porque surge de un abandono por parte de las administraciones. Si esto se hubiera intentado atajar hace quince o veinte años, quizá resultaría distinto. De todos modos, si desde la Junta están más preocupados por que pudiera aparecer un partido político provincial que por hacer su trabajo, ese es su problema. Aquí hablamos de realidades, y la realidad es que los pueblos necesitan una revolución en todos los sentidos, con un modelo de desarrollo para salir de esta situación y potenciar los recursos de los territorios. Si la Junta nos abandona, si la Diputación está en sus peleas políticas, si el Estado está mirando para otros sitios... puede ser que ocurra.

–Zamora se encuentra en un momento clave. Utilizando el eslogan del Gobierno, ¿cree que de esta situación de pandemia, con la despoblación en boca de todos, la provincia saldrá más fuerte?

–Por la parte social, sí. La gente cada vez está más involucrada, hay asociaciones que pelean por los pueblos y hay personas con ganas de luchar de verdad. Luego, en el tema del acceso a fondos, yo dudo mucho de la capacidad administrativa y empresarial de Zamora para asumir todo eso. Opino que las administraciones están bastante perdidas, y que actúan con un cierto oscurantismo.