La pintora zamorana Carmen Mayor es capaz de reflejar y transmitir la luminosidad de los paisajes naturales de la provincia con su trazo minucioso y detallista. Su última recopilación de cuadros puede verse en la exposición instalada en Espacio 36 hasta el próximo 28 de noviembre.

–¿Qué rincones de la provincia zamorana ha retratado en los cuadros que recoge en esta exposición?

–Hay rincones de Aliste, de la capital de Zamora y de otros lugares de la provincia. Los hemos organizado por tonos y por temas. Hay una parte enfocada al agua, otra a los paisajes y otra dedicada más al natural de la zona de Aliste, donde aparecen paisajes de Arcillera, Ribas o Alcañices. Están pintados en tonos muy fuertes porque están hechos en verano y están los trigales, con el punto verde de los árboles. No es como Sanabria, que es todo verde o Tierra de Campos, que es todo amarillo. Aliste tiene, por un lado, la arbolada y, por otro, la siembra de los trigales y del centeno, que son más amarillos y con más luz. También hay otro cuadro, totalmente diferente, que es donde vive mi hija en Londres. Era un día de neblina y es más una mancha que algo figurativo, está insinuado, en tonos violetas.

–¿Qué pretende transmitir a través de estas obras?

–Yo pinto rincones por los que pasas habitualmente y que te dicen algo personalmente. Yo he pasado muchos veranos en Arcillera y tengo la suerte de pintar allí del natural, sin que haya ruido ni gente, en espacios vacíos, en los que estoy yo sola con la naturaleza. Ya solamente el hecho de estar pintando en el campo es una satisfacción.

–El pintor Antonio Pedrero define su obra como sencilla, intimista y armónica, ¿está de acuerdo con esos calificativos?

–Sí, él me conoce mucho y sabe los paisajes que he pintado a lo largo de mi carrera. Sí me identifico con esos términos porque él ha sabido captar lo que yo hago.

–En sus cuadros destaca una variada policromía, ¿tiene especial predilección por alguna gama de colores?

–No, yo reflejo las épocas del año y me gustan todos los colores. Puede coincidir que pinte un cuadro lleno de amapolas en primavera porque me gustó ese paisaje, pero también me gustan mucho los amarillos de los trigales y el sonido que producen. Yo voy a pintar pronto por la mañana y cuando empieza a hacer calor se oye a las espigas cómo empiezan a parpadear y hacer un pequeño ruido cuando se empiezan a abrir. Es el mar de Castilla, parece que todos los amarillos son iguales, pero no lo son, tienen cantidad de matices. Según cambia la luz se va viendo esa variedad de matices. Si pintas en otra época como en primavera, los amarillos desaparecen y los que toman protagonismo son los verdes y los rojos. Cuando te acercas son más intensos. Los que pretendo es captar en cada época del año el cambio de la luz, que cambia de un día a otro.

–¿Considera que los paisajes del entorno rural o natural tienen más fuerza que los urbanos?

–A mí me gusta más el campo y por eso lo he pintado más. Pero cuando he vivido en Barcelona pintaba lo que veía y lo que sentía. Ahora estoy en Zamora y me llaman más otros rincones. Podría pintar el mar, pero tendría que hacerlo a través de una foto y no me va a decir lo mismo que si lo veo directamente. Si viviera en Galicia seguro que lo pintaría, me gusta más pintar lo que veo directamente, no a través de fotografías. La pintura va más allá de las fotografías.

–¿Qué valor añadido aporta el óleo respecto a otras técnicas?

–En esta exposición todos los cuadros están pintados en óleo, a excepción de tres obras que están hechas con otra técnica, con una preparación de temple y encaústica y una base de tierras. Los demás son óleo sobre lienzo, la mayor parte en lino y algunos en tabla. Yo misma preparo las tablas y los lienzos. Antonio López, que es un maestro en técnica, nunca compra un lienzo industrial, siempre prepara sus telas y sus tablas. La calidad y la conservación es mucho mejor. Cuando lo preparas con cola de conejo y con yeso mate y los vas preparando según lo que vas a pintar le das una textura diferente para cada obra.