Es una de las asociaciones microterritoriales —aquellas que nacen con el tesón de emigrantes naturales no de un país o una ciudad, sino de un pueblo o comarca determinados— más activas en los últimos cien años. El Club Villarino de La Habana celebró el pasado año su centenario y la UNED de Zamora le rinde su particular homenaje con la edición de un libro que recoge su historia, “Un siglo de una asociación resistente”, gracias a la investigación de Juan Andrés Blanco, Rubén Sánchez y Arsenio Dacosta.

Aunque Villarino de los Aires pertenece a la provincia de Salamanca, está enmarcado en la zona de Arribes, por lo que tiene estrecha relación con pueblos de ese territorio. Es el caso de Fermoselle, cuyos habitantes que tuvieron que emigrar a Cuba encontraron en esta asociación su segundo hogar al otro lado del Atlántico.

Esas migraciones se produjeron sobre todo durante las tres primeras décadas del pasado siglo XX, cuando la isla estaba en pleno apogeo en un España azotaba una profunda crisis agraria. Los zamoranos vieron Buenos Aires y La Habana como destinos donde poder labrarse un futuro. A este segundo destino de aventuraron muchos fermosellanos, bajo el amparo del Club Villarino, que llegó a ser una agrupación muy opulenta, con edificio propio y un mausoleo para los socios en el cementerio Colón —que todavía conservan— y hasta una escuela donde se enseñaba a los socios no solo a leer y escribir, sino también temas de comercio, puesto que los emigrantes, agricultores en su mayoría, tenían que olvidarse del campo en un país escasamente agrícola, para reinventarse con algún negocio propio.