Tan solo tres décadas han bastado para fulminar especies endógenas del río Duero a su paso por Zamora capital como el barbo, la boga, el escallo, el sardo, la bermejuela, la anguila y el esturión o sollo, desplazados desde el Miño, que “tenían el valor de ser peces exclusivos del río Duero”, un desastre ecológico y económico para la ciudad, explica el ornitólogo naturista y experto en fauna, el zamorano José Alfredo Hernández. El esturión y la anguila, que se pescaban en las azudas hasta la segunda mitad del siglo XX, dejaron de llegar a las aguas del río en la capital por la construcción de las presas. “Se mantiene solo uno de esos peces que habita desde hace miles de años en el Duero, el barbo”, el resto de la fauna ha desaparecido frente a las especies invasoras: la perca americana, la perca sol, el lucio, el lucio-perca y, más recientemente introducido, el pez gato”.

El experto no duda en calificar como “desastre ecológico” las consecuencias de esa decisión, derivada de la actividad recreativa desarrollada en la ribera, que trajo a esas otras especies al hábitat del Duero “por el capricho de poder pescar peces más grandes y vistosos”, como el lucio, “un depredador muy potente”. La “masacre” fue absoluta para los peces más pequeños, cuya pesca fue motor de la economía local hasta entrados los años 70.

Un pato, en las aguas del río Duero. J. L. F.

El daño causado a la biodiversidad del Duero, a la riqueza medioambiental, es difícilmente reparable, explica Hernández, encargado de elaborar el estudio científico con el que el Ayuntamiento de Zamora tramitará la inclusión de las cuatro islas y de los bosques de ribera del Duero urbano en la Red Natura 2000. “Sería complejo recuperar” las especies liquidadas, por eso “lo importante es dejar de favorecer a las especie exóticas, que ahora es ilegal soltarlas”, se propagan a gran velocidad y alteran la estructura y funcionamiento del ecosistema.

Especialmente amenazadas, en la lista roja de especies en peligro de extinción, se encuentra una colonia importante de las dos especies autóctonas de tortugas del Duero en su tramo urbano, el galápago europeo y el leproso. Se trata de “uno de los valores más importantes del río, unas de las especies más interesantes, que están ahí, aunque no se ven”. Conviven en la cuenca urbana junto al de Florida, “introducido” por la acción del hombre, una auténtica amenaza por su mayor tamaño y porque compiten por ocupar los espacios que precisan para tomar el sol, por ejemplo, importante para su supervivencia.

Estas tortugas originarias de Estados Unidos “son aquellas pequeñitas que se pusieron de moda como mascotas”, que se compraban en tiendas de animales. Cansados de la novedad, sus dueños terminaron por arrojarlas al río. Su caparazón llega a medir 30 centímetros, de mayor tamaño que las autóctonas, “a las que pueden transmitir enfermedades que no pueden superar”, agrega Hernández.

Tortugas al sol en Zamora. J. N.

Las pérdida de diversidad y el trastoque del equilibrio en aguas y riberas del piélago zamorano afecta igualmente a los anfibios, la rana común “se mantiene” pero con una densidad de población bastante más baja, “a la que hace 30 años se oía cantar en las orillas”.

Las libélulas, que han desaparecido prácticamente la actividad depredadora de especies invasoras llegaron a lucir con 20 especies diferentes. Ahora solo resisten nueve. La explicación está en que “los peces que no son autóctonos se comen las larvas depositadas en las riberas”.

A esta acción se suma la del visón, que llega al Duero en los años 80 del siglo pasado a través de la instalación de “granjas, de las que se escapaban, y ahora están extendidos por toda la provincia, hasta por Oporto”. Explica que “es un mamífero muy activo”, que en el Duero está causando daños importantes, “es un problema grave porque se come a las aves o pequeños mamíferos. Estos no reconocen a los visiones porque no han estado siempre en el Duero, no han crecido con ellos”. Entre esos “manjares” del foráneo están las ratas de agua, que son como un topillo grande y que antes se comían. Son aquellas de las que hablaba Miguel Delibes” en su libro “Las ratas”. Antes se las veía, “ahora pueden pasar un par de años y no ves a ninguna”.

Los patos son otra especie autóctona, desaparecidos ya unos cuantos de criadero que compartieron el entorno durante unos años. Por contra, las ocas “no pintan nada” en el Duero, “pero no ocasionan problemas graves, aunque sería bueno que se retiraran porque siempre interfieren con otras especies y las atacan”, manifiesta el experto que ha elaborado el estudio sobre la biodiversidad del Duero. El éxito de los invasores está en la incapacidad para reconocerles como una amenaza de las especies autóctona del medio natural en el que se han desarrollado, endógenas, que acaban engullidas literalmente por las foráneas, que terminan por aniquilarlas y colonizar el hábitat.