Tras la caída en marzo de 2010 de Mikel Carrera Sarobe, el último jefe militar de ETA, la gran duda tanto en la lucha antiterrorista como en la Izquierda Abertzale fue conocer la identidad de sus sucesores y su talante para permitir un proceso de paz. Los primeras informaciones no hacían presagiar nada bueno. Este hombre, David Pla, cogió las riendas del aparato político. Tras salir en libertad y a pesar de no tener causas pendientes pero sí un hijo de corta edad, volvió a la clandestinidad. En la cúpula, Pla se rodeo de dos mujeres también consideradas "duras".