Con casi 30 años de carrera en el Tribunal Supremo de EEUU, la jueza Ruth Bader Ginsburg, ha muerto a los 87 años por "complicaciones" en el cáncer de páncreas que sufría. Lo anunciaba ayer en un comunicado el jefe del Tribunal, John Robert, que rindió homenaje a la magistrada. Era la jueza más longeva de los nueve que conforman el órgano. Entró al Tribunal Supremo en 1.993, convirtiéndose en la segunda mujer de la historia en ocupar un puesto en el órgano. Dedicó su carrera a defender causas feministas y derechos civiles, lo que le granjeó las simpatías de los sectores progresistas. Su muerte abre ahora una batalla por el asiento que deja en el Supremo, compuesto hasta ahora por cinco jueves conservadores y cuatro progresistas. El presidente Donald Trump ya ha informado de que va a elegir a uno nuevo, en plena campaña electoral. De ser así dejaría al Tribunal con seis jueces nominados por republicanos y solo tres elegidos por demócratas. Una amplia mayoría conservadora, que determinará el futuro de asuntos sensibles en EEUU como: el aborto, la discriminación racial, el acceso a las armas, los derechos LGTB o la financiación electoral. Y por muchos años, porque el cargo de juez en el Tribunal Supremo de EEUU es vitalicio.