Un día apareció un Lenny Kravitz de 54 años tan radiante que parecía que por él no habían pasado los años: rastas, pantalones acampanados, chaqueta de ante y, por supuesto, gafas de sol. Dejó los escenarios musicales hace varios años. Pero él, como muchos otros con los que comparte ese estatus particular, no desapareció del todo. No es que haya decido adelantar la jubilación, algo que ni se le habrá pasado por la cabeza. Tampoco es que haya resurgido del olvido. Nadie lo olvidó, aunque tampoco se le recordaba mucho. En esos cuatro años fuera de la música, Lenny atendía otros proyectos ya iniciados, como el de ser actor: en 2009 tuvo su primer papel en la película Precious, si no contamos cuando hizo de él mismo en Zoolander (2001); o el oficio de interiorista, con su prolífero estudio Kravitz Design que abrió en 2003.