Uno de los peligros más grandes, a la par que oculto, de la despoblación es la normalización de la misma. El riesgo de asumir como cotidiano un mal que se convirtió en epidemia, y que asola la provincia de Zamora y Castilla en su conjunto, sobrevuela a las villas que componen nuestra tierra. El monotema cansa, aburre y hasta puede tornar en intrascendente, al menos para la opinión pública, en su constante manoseo por parte de políticos y administraciones, quienes se sirven de él como arma electoral, proponiendo parches y remiendos incapaces de cerrar una herida que exige a gritos una verdadera costura.

Cuando hablamos de que se vacían nuestros pueblos siempre acudimos a cifras absolutas y porcentajes para exponer la situación ante la que nos encontramos. No obstante, en el maremágnum de sumas y restas, esencial para mostrar la realidad que golpea el mundo rural español, a veces se pierden o soslayan detalles fundamentales como el número de extranjeros que regresan a sus países, termómetro infalible para medir la verdadera razón que expulsa a la población de los pueblos: la economía. O por precisar aún más: la oferta laboral.

De acuerdo con los datos aportados por el Instituto Nacional de Estadística, Toro cerró el año 2018 con 8.789 habitantes, 185 menos que en 2017, y 1.061 menos desde el inicio de la crisis en el año 2008. Actualmente, el 46,5% (4.092) de los habitantes empadronados en el municipio nacieron en Toro; el 47% han emigrado a Toro desde diferentes lugares de España, el 29% (2.568) desde otras localidades de Zamora, el 10,5% (920) desde otras provincias de Castilla y León, el 7,5 % (638) desde otras comunidades autónomas y el 6,5% (571) han recalado en el municipio desde otros países.

Evolución migratoria

En el último ejercicio, Toro ha perdido 14 inmigrantes, tres menos respecto a los 17 de 2017. No obstante, aunque la cifra parece irrelevante respecto a la suma total de residentes, los datos de extranjeros que se han ido de la ciudad en los últimos años ponen de manifiesto que la difícil situación económica, derivada de la falta de trabajo, es la principal responsable de la sangría poblacional que sufre el municipio desde el inicio de la crisis económica. En total, la localidad zamorana cuenta con 571 residentes nacidos en otros países.

Toro comenzó a ser un núcleo receptor de inmigrantes a principios del siglo XXI. En 2001, el padrón municipal contaba solo con 100 personas nacidas en otros países, un 1,08% de la población total (9.224). Desde ese momento, y espoleados por la bonanza económica y las oportunidades laborales (especialmente en la construcción) de las que gozaba el país, el número de personas extranjeras comienza a crecer exponencialmente, llegando a septuplicar la población inmigrante en menos de una década. Entre el 2009 y el 2013, Toro alcanza su mayor cifra de población foránea con 750 residentes; lo que suponía más de un 7,5% de los vecinos locales.

No obstante, la tendencia comenzó a cambiar en las postrimerías del año 2012, cuando la cifra de residentes inmigrantes comenzó a mermar, casi con toda seguridad a consecuencia del recrudecimiento de la crisis, hasta situarse ahora mismo en los 571 habitantes (un 24% menos que hace cinco años), sumando más de un lustro de pérdidas continuadas y ofreciendo los guarismos más bajos desde el bienio de 2007 y 2008.

País de origen

De acuerdo con los datos ofrecidos por el INE, de los 571 residentes empadronados en Toro que han nacido en otros países, 296 son mujeres y 275 son hombres. De este conjunto, el porcentaje dividido por nacionalidades es el siguiente: 21% proceden de Rumanía, 15,9% de Bulgaria, 11,6% nacieron en Ecuador, 8,2% emigraron desde Portugal, 5,4% llegaron desde República Dominicana, 5,3% desde Francia, 3,9% son cubanos y 7,4% desde otros países.

Por continentes, los países con mayor representación en Toro son: Rumanía, Bulgaria y Portugal en Europa; Argelia y Marruecos en África; Ecuador, República Dominicana y Cuba en América y China en Asia.

Durante el último año, la comunidad rumana ha sido la que más ha disminuido respecto a 2017 con 15 vecinos menos. Por el contrario, los emigrantes de nacionalidad portuguesa, con cinco residentes más, son los extranjeros que más han crecido en la localidad zamorana.

Falta de jornaleros

La merma en la comunidad de extranjeros no solo ha dejado su impronta en el padrón municipal, sino que también se ha dejado notar en la economía del alfoz, especialmente en lo tocante a los trabajos relacionados con la agricultura y ganadería. La mano de obra inmigrante no solo es habitual, sino que es mayoritaria en campañas como la de la vendimia. Este año, las bodegas locales señalaron que el número de jornaleros había mermado bruscamente, llegando incluso a reducirse un 50% en algunas partes de la comarca. Si bien es cierto que el periodo de recogida de la uva se retrasó más de lo habitual y coincidió con las campañas de recepción de otros cultivos, no se puede obviar que el regreso de muchos inmigrantes a sus países de origen está teniendo una repercusión directa en la demanda de empleo en el campo toresano.

Natalidad en picado

Que muchos de los inmigrantes hayan decidido regresar a sus países de origen o se hayan desplazado a otras partes de España no solo es perjudicial para la economía toresana, sino que es negativo para el futuro del municipio en su conjunto.

De acuerdo con las últimas cifras de natalidad aportadas por el INE, la ciudad registró 42 nacimientos en 2017 y 118 fallecimientos. Si extendemos la vista hasta 2008, año en el que comenzó a caer el número de habitantes, los guarismos nos muestran que durante el último lustro la ciudad ha sumado 612 nacimientos y 1.237 fallecimientos. Es decir, que durante el último decenio en Toro han muerto el doble de personas de las que han nacido. Un ritmo insostenible y que sumado al éxodo joven e inmigrante deparan un futuro aciago para uno de los principales núcleos de población de la provincia zamorana.