Tras cinco intensos días de fiesta, los toresanos despidieron ayer el carnaval con el tradicional entierro de la sardina en el que, a pesar de las lágrimas y sollozos de las plañideras, no faltaron la alegría y el buen humor. El grupo Rurro Teatro fue el encargado de organizar el peculiar desfile que parodia un cortejo fúnebre. Numerosos toresanos esperaron, a lo largo del recorrido, el paso del cortejo en el que las plañideras, de riguroso luto, escenificaron a la perfección la tristeza de la ciudad por despedir a Don Carnal y por poner fin a unas fiestas entrañables y que los toresanos viven intensamente.

Una pequeña sardina que fue portada a hombros por cuatro niños encabezó el desfile y, como en ediciones anteriores, una carroza transportó a una gran sardina de vistosos colores y al falso Obispo que, durante el recorrido, se dedicó a bendecir al público. Los integrantes del cortejo fúnebre realizaron durante el desfile las tradicionales paradas para recuperar fuerzas a base de los alimentos y la bebida que ofrecieron las murgas. Ya en la Plaza Mayor, numerosas personas aguardaron la incineración de las dos sardinas que protagonizaron el desfile y que fueron colocadas sobre un soporte de madera en La Glorieta para, como manda la tradición, ser incineradas.

Antes de prender la llama, el pregonero, Mario González animó a los toresanos a empezar, desde hoy, a preparar las fiestas del próximo año para que el carnaval de Toro siga siendo inigualable. Con la mirada perdida e iluminados por el fuego, los toresanos recordaron durante la incineración de las sardinas los inolvidables momentos vividos durante el carnaval en compañía de familiares y amigos. Una vez que las llamas consumieron la última chispa festiva, se procedió a la celebración de la popular sardinada para consolar a los apenados vecinos en la que se repartieron 130 kilos de sardinas, regados con vinos de Covitoro.