Investigación

El canónigo asesinado en Valencia acumuló una decena de denuncias contra ‘acogidos’ y vecinos

Alfonso López llegó a llevar a juicio a una mujer a quien uno de los jóvenes que "metía en casa para sus juergas" le robó la bici por pedirle explicaciones

"Alteraba la convivencia, no solo era el trasiego de hombres, es que además faltaba al vecindario y racaneaba"

Juan, vecino del sacerdote asesinado, en el quicio de la puerta de su vivienda.

Juan, vecino del sacerdote asesinado, en el quicio de la puerta de su vivienda. / DANIEL TORTAJADA

Teresa Domínguez

Pocas veces a la víctima de un asesinato le afloran tantas aristas negativas tras su muerte. En el caso del canónigo de la catedral de Valencia asfixiado el pasado 22 de enero en el piso de la calle Avellanas de Valencia donde vivía por cuenta del Arzobispado, presuntamente a manos de uno de esos hombres sin hogar y sin recursos a quienes llevaba a casa a cambio de sexo, es difícil encontrar testimonios que no afeen su forma de comportarse.

Hallan muerto con signos de asfixia al canónigo de la Catedral de Valencia

Agencia ATLAS / Foto: Daniel Tortajada

Muchos de los conflictos vecinales derivaban, precisamente, de esa afición por llevar a casa a jóvenes en exclusión social, en no pocas ocasiones de ámbitos delincuenciales, cuya presencia justificaba de las maneras más peregrinas. "Uno de esos chicos, al que tuvo viviendo con él bastante tiempo, decía que era su sobrino, pero era evidente que no lo era", afirma una vecina de la finca que ocupa el número 18 de la calle Gobernador Viejo, a 300 metros escasos de la de Avellanas donde fue asesinado.

"Alteraba la convivencia"

Juan, que vive en ese edificio desde hace 52 años, no solo recuerda cada incidente, sino que goza de una memoria privilegiada para ubicarlos con fechas y nombres. "No solo es que metiera a esos jóvenes vulnerables en casa, algo que yo recuerdo de toda su vida en esta finca, es que además era mal vecino, alteraba la convivencia, faltaba a las personas y protestaba por cualquier gasto. Incluso llegó a decirle al administrador, que llevaba las cuentas de la finca sin cobrar por ello siquiera, que nos estaba robando. Así se lo dijo delante de todos en una reunión: ‘¡Usted nos está robando!’. ¿Y sabes por qué? Porque para evitar que hubiera descuadres de céntimos de peseta, redondeaba y a final de año igual cobraba 3 o 4 pesetas más a cada vecino. ¡Por 3 pesetas!". No eran los años 40, sino los 90 y faltaba poco para el euro.

A juicio pese a ser la víctima

En 2010, denunció y llevó a juicio a una de las hijas de Juan que en ese momento vivía independizada en uno de los áticos de la finca. Tenía una bicicleta que guardaba en la garita del portal destinada a portería, que se usaba de trastero a falta de conserje. Un día, esa bici desapareció. La dueña colgó un cartel en el ascensor señalando "a los amigos" del cura y le pidió explicaciones a la cara. Pero él ni se avergonzó ni se amilanó. Fue a la comisaría y la denunció. El asunto llegó a juicio, "pero no hubo sentencia porque el juez le afeó que hubiese denunciado y le sugirió que a la próxima lo hiciese por algo más serio". 

Su tendencia a la denuncia fue, afirman los vecinos, tan ‘in crescendo’ como "lo de traerse jóvenes a casa. Faldas, nunca, ¿eh? Hubo una época que abundaban los magrebíes; otras eran negros; no tenía manías... Eso sí, siempre chicos vulnerables, ¿sabe?", recuerda Juan. Voluntades fáciles de vencer.

También, que "armaban unas juergas importantes. A veces metía a varios a la vez y la música y el follón se escuchaban perfectamente", afirma Juan. Pese a ello "era capaz de reñir a una vecina porque sus nietos reían y hablaban alto a las seis de la tarde o porque cantaban en la ducha y se quejaba de que no le dejaban rezar".

"Le robaron las llaves en una de esas fiestas"

¿Delitos? "Varias veces desaparecieron cosas. Apliques y cosas así. Una vez nos hizo llaves del portal a todos. Fue en una de esas fiestas con varios chicos. Nos dijo: "Estábamos piripis y me robaron las llaves". Ese hecho, al parecer, no lo denunció, pero sí otros.

En total, al menos diez denuncias. Todas contra jóvenes a los que, según él, "acogía" en su casa, aunque la realidad, conocida a través de testimonios de esos hombres y de vecinos, es que les daba dinero a cambio de encuentros sexuales. Cuando no, solo comida y techo. No todos accedieron a tener sexo. De hecho, alguno de estos últimos acabó detenido por la Policía porque el cura, lejos de callar tras la trifulca, lo denunció. 

"Me ha llamado ‘pederasta’"

Es el caso de un toxicómano con enfermedad mental que sobrevive en la calle. "Salió gritando", ya en el piso de Avellanas, "que le había tocado el culo y gritando que lo quería matar".Lo cuenta un vecino de la finca. Alfonso López llamó a la Policía y acusó al chico de llamarle "pederasta" y de amenazarle con "sacarle las tripas". Era diciembre de 2021 y el escándalo puso de nuevo en vilo al vecindario. La queja llegó al Arzobispado, que se limitó a "apercibirle y decirle que no debía subir a esas personas necesitadas a casa". Afirma, la Iglesia, que de los encuentros sexuales no supo nunca nada. Parece inconcebible escuchando al vecindario.

Unos diez años antes, por ejemplo, una vecina de la finca de Gobernador Viejo "escribió una carta de su puño y letra al Arzobispado contando lo que pasaba. Nunca nadie contestó. Ni mandaron a nadie a preguntar", rememora Juan. Tampoco fue nadie cuando uno de esos hombres se le murió en la cama de un infarto. Fue en diciembre de 2013. "Al día siguiente vinieron dos policías de paisano, él no estaba y nunca más volvieron".

El atraco cerca de su casa

En el resto de las denuncias contra esos jóvenes, el sacerdote les acusaba de "haberle robado". Casi siempre el móvil. ¿Casualidad? De alguno dijo que le había destrozado la casa "porque se había vuelto loco" de repente; de otros, que lo "tenía acogido"; y de alguno más, que en "una pelea" le había robado . Los escritos y las intervenciones han llegado a varios juzgados.

Uno de ellos incluso tramitó incluso una causa por robo con violencia. El canónigo afirmó que "un joven rumano" –muchos de los denunciados son de esa nacionalidad, hacia los que parecía tener una notable querencia en esa época, entre 2018 y 2019– le había sustraído el teléfono y 25 euros tras cogerlo por el cuello. Ocurrió muy cerca de su casa. Lo que no pudo determinar el juzgado, porque el presunto ladrón nunca fue localizado, es si hubo alguna conversación previa entre el sacerdote y el joven.