La "bendición de los conqueros" es uno de los ritos más ancestrales y peculiares de la Semana Santa en el que cuatro postulantes se ofrecen, en un honroso gesto de generosidad, para recoger limosna en nombre de la cofradía de Jesús Nazareno y Ánimas de la Campanilla. La singularidad de esta ceremonia reúne cada año en el atrio de la iglesia de Santa María de Roncesvalles y Santa Catalina a numerosos toresanos y turistas ávidos por descubrir una de las singularidades de la Pasión.

Faltaban pocos minutos para las doce del mediodía cuando los cargadores depositaron a Nuestro Padre Jesús en el atrio de la iglesia, imagen que cada año preside la "bendición de los conqueros". El gemido de la trompeta, al que respondió el lastimero desde el interior del templo, marcó el inicio de la ceremonia durante la que los abades trasladaron palabras de aliento para que los conqueros no desfallecieran ante "tan honroso cometido" y les invitaron a obviar las "mofas" y, con humildad, solicitar limosnas en un servicio de penitencia hacia la cofradía. Acto seguido, los conqueros juraron guardar silencio en su largo peregrinar y los escribanos les ayudaron a tapar su rostro con el caperuz para guardar su anonimato.

Los postulantes también recibieron las insignias en las que se apoyan para tomar aliento, aunque también, al golpearlas contra el suelo, son usadas como reclamo para pedir los donativos. Los escribanos también entregaron a los penitentes las concas, un recipiente de madera que se encontraba en muchos lagares y bodegas de la ciudad para probar el vino y que, durante el Jueves Santo, se convierten en una "caja de caudales" para recoger las dádivas. Una vez concluida la ceremonia, los conqueros iniciaron en silencio su recorrido por las calles toresanas para recoger limosnas y ayudar a su querida cofradía.