Desde hace siglos, la Semana Santa ha utilizado el arte para hacer más atractivo el mensaje religioso que pretende transmitir y, más recientemente, para construir un espectáculo sugerente. La suma de entorno, ritualidad, escultura y música, fundamentalmente, crea momentos únicos, de gran belleza y emotividad, que son claves para comprender la transmisión de la tradición y el calado de su mensaje. Cada época ha ido configurando estos elementos en función de sus gustos, medios y necesidades hasta formar un modelo estético propio, que continúa evolucionando.

Este modelo estético de la Semana Santa zamorana ha recibido en los últimos años, con más intensidad si cabe que en el pasado, diversas influencias externas. La pérdida de la raíz religiosa de la tradición frente a lo puramente formal, la disponibilidad de recursos, las nuevas tecnologías de la comunicación y, por qué ocultarlo, cierto complejo de inferioridad frente a lo de fuera han facilitado su penetración. El mejor ejemplo es la adopción de elementos procedentes de la Pasión andaluza (que ha gozado de gran prestigio desde el romanticismo, para convertirse en el paradigma de la Semana Santa española), que pudieran entenderse en lugares con escasa tradición vernácula. Especialmente sensible es esta influencia en el terreno musical. El repertorio sonoro de la Pasión, referente sentimental de muchas personas, es un patrimonio cultural frágil, sujeto a modas y, al mismo tiempo, rasgo definitorio sustancial de la Semana Santa de Zamora. Conviene, por tanto, protegerlo cuidadosamente. A diferencia de otras pasiones, que se distinguen sobremanera por la antigüedad de sus esculturas o por la riqueza de sus ornamentos, es quizá la puesta en escena (donde juega un papel fundamental la música y otros aspectos sonoros), uno de los puntos fuertes de la celebración zamorana. Algunas hermandades ya han tomado conciencia de ello y disponen de asesores que fijan los repertorios que interpretan las bandas de música contratadas para los desfiles. En la música procesional, como en otros aspectos, es mejor, a mi juicio, desarrollar nuestra tradición que importar sin criterio elementos extraños para efectuar una mala copia. Contamos para ello con un plantel de excelentes compositores que conocen a la perfección las características de la Pasión zamorana: David Rivas, Pedro Hernández, Jaime Domínguez, Gustavo Ramajo, entre otros. Una brillante generación que debemos aprovechar.

Cierto es que desde antiguo se han adoptado influencias foráneas, pero en la mayoría de los casos se hizo paulatina y justificadamente, no al albur de modas pasajeras. No es una cuestión de chovinismo, sino de apostar siempre por la calidad. Si pretendemos distinguirnos de otras Semanas Santas, no podemos parecernos cada vez más (por lo menos en lo musical) a esos modelos.

(*) Archivero e historiador