Darle la vuelta a la alcuza

Darle la vuelta a la alcuza

Si alguna vez visitas la Colegiata de Toro, querido lector, te sorprenderá la joya que guarda en su interior. Es el Pórtico de la majestad, dedicado, como todo el templo, al misterio de la Virgen María. Y si te paras frente a dicho Pórtico y miras hacia las arquivoltas y buscas la quinta, descubrirás en ella dieciséis bellas figuras femeninas de santas, vírgenes y mártires, que aparecen ataviadas al modo medieval. Podrás reconocer a Santa Catalina de Alejandría, patrona de los filósofos, con la rueda dentada de su martirio, o a Santa Bárbara con un castillo. Pero si te fijas en el arranque derecho de la arquivolta podrás ver algunas mujeres medievales, unas con un cuenco hacia arriba y otras con el cuenco hacia abajo. Las del cuenco hacia arriba, lleno de aceite, son las vírgenes prudentes de la parábola que nos cuenta Jesús en el evangelio de hoy. Las del cuenco hacia abajo son, ¡ay!, las vírgenes necias, que no tuvieron suficiente aceite. Los santos padres han comentado bellamente este evangelio, que leemos cuando va acabando el año litúrgico y se nos invita a pensar en la escatología, en las cosas últimas, en los novísimos, como se decía antiguamente. Escribe San Agustín, por ejemplo, que recibir al esposo es ir a su encuentro de todo corazón, vivir esperándolo, y que el sueño que les entró a todas aquellas doncellas es el sueño de la muerte. San Gregorio Magno, por su parte, advierte que las alcuzas son los corazones dentro de los cuales llevamos todos nuestros pensamientos. Y San Hilario de Poitiers escribe que “el aceite es el fruto de las buenas obras”. No deja de ser interpeladora esta parábola acostumbrados como estamos a compartir. Desde pequeños se nos enseña a que tenemos que poner nuestros bienes a disposición de los demás. Pero nos encontramos en el relato evangélico de hoy con la actitud poco caritativa de las vírgenes prudentes. ¿Qué significa todo esto? Nuevamente un Padre de la Iglesia, esta vez San Jerónimo, nos da la respuesta, cuando nos dice: “este aceite se compra con mucho trabajo: no solo con las limosnas, sino también con las virtudes”. Y es que hay cosas que se tienen o no se tienen. Las vírgenes necias descuidaron el detalle del aceite, quizás porque no valoraron suficientemente la invitación de la boda, o porque pensaron que sus compañeras les prestarían el líquido. Pero volvemos a lo de antes. Hay cosas que se tienen o no se tienen. No se puede cambiar de golpe y plumazo una vida por otra. La propia lámpara se va alimentando poco a poco del aceite de las buenas obras, de la esperanza, de la fe y del amor. Que no se nos dé la vuelta la alcuza porque esté vacía, como a las mujeres representadas en el Pórtico de la Majestad de Toro, sino que esté siempre hacia arriba alimentándose gota a gota del aceite de nuestra vida entregada y compartida.

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