Opinión

Agua

Pareciera que la Semana Santa de este año ha estado del lado de la lluvia

Suspensión del Silencio por la lluvia

Suspensión del Silencio por la lluvia / EFE

Aunque nos haya hecho la pascua, la Semana Santa pasada por agua ha producido el milagro: ¡Por fin los zamoranos y zamoranas han estado pendientes del agua! La gran mayoría para llevar a cabo la celebración religiosa y tradicional que congrega a los zamoranos de la diáspora; y muchos otros para hacer caja con los beneficios que los turistas que vienen a disfrutar de nuestros pasos y procesiones dejan en la precaria economía provincial.

Al espontáneo llanto desconsolado de los cofrades por la cancelación de las procesiones, se ha unido el lamento de la hostelería y del comercio zamoranos por la cancelación de las reservas hoteleras y de las compras de los turistas. El campo en silencio esta vez, agradecía la bendita lluvia que caía cada vez que se intentaba sacar un paso a la calle.

Pareciera que Cristos y Vírgenes hayan hecho más caso a los tractores que salieron a la calle para clamar por la muerte del campo zamorano, que a las demandas del sector turístico y el comercio durante la gran semana zamorana.

¿Dónde está el milagro entonces? Pues precisamente en volver la vista a la importancia del agua para la vida, y para la economía.

Y no será precisamente porque el agua no sea motivo de preocupación principal en esta provincia surcada por ríos naturales que a veces se desbordan, y anegada por embalses artificiales construidos por la mano del hombre que no sirven para regar los campos, ni para dar de beber al sediento en muchos pueblos.

¿Cómo es posible que en una provincia con ríos caudalosos y embalses en gran parte de su territorio se mantengan poblaciones abastecidas de agua por cisternas?

Pareciera que los pasos se han puesto del lado de esos pueblos que en la provincia siguen con problemas de agua potable para beber, por escasez en verano o por contaminación durante todo el año, donde se espera como agua de mayo otro paso: el del camión cisterna de la Diputación para llenar los bidones y calmar la sed.

Tal vez los habitantes de estos pueblos deberían llorar desconsoladamente como cofrades por la falta de agua, lamentarse como hosteleros y comerciantes porque sin agua se arruinan sus débiles negocios, o sacar los tractores para reivindicar el riego de los campos.

Pareciera que la Semana Santa de este año ha estado del lado de la lluvia, para que se reflexione seriamente sobre asuntos importantes. Como el agua.

Sin entrar en la geopolítica del agua a nivel internacional y de su utilización en las ya conocidas como «guerras del agua» entre países, en Zamora se impone una reflexión seria sobre el agua.

¿Cómo es posible que en una provincia con ríos caudalosos y embalses en gran parte de su territorio se mantengan poblaciones abastecidas de agua por cisternas o necesitadas de potabilizadoras portátiles?

En primer lugar –y es algo que todos los zamoranos saben aunque pocos lo dicen– porque las grandes inversiones en presas hidráulicas y embalses no se hicieron pensando en esta tierra más que como productora de energía para otras zonas más desarrolladas industrialmente: aquí no llegó ni el agua para beber; ni el agua para regar; ni la energía para alumbrar casas y pueblos; ni la energía para industrializar; ni una miserable compensación económica a las gentes por anegar su forma de vida; ni la miserable recaudación tributaria a los ayuntamientos por ocupación de suelo, vuelo y sueños, que las eléctricas siguen negando en los tribunales de justicia.

También porque entre las prioridades políticas de las sucesivas diputaciones no ha sido el agua una de las más importantes. Han preferido invertir en fastuosos proyectos lúdicos para entretener en la capital, o en frontones en los pueblos en su día, antes que en inversiones para garantizar el agua potable a todos los zamoranos. Los alcaldes de muchos pueblos también han dado prioridad a tener las mejores fiestas que en tener agua. Nadie derrama una lágrima por falta de agua, aunque sí lo hacen cuando no sale una procesión o se suspende una verbena.

Pero quizás el mayor problema de la falta de agua potable en la actualidad esté en la contaminación de los suelos que se filtra en las aguas. Porque no hay más ciego que el que no quiere ver, o beber. Por eso ha pasado desapercibida una noticia de este diario en la que se decía que Europa había condenado a España por incumplir la normativa de protección de las aguas contra la contaminación por nitratos procedentes de fuentes agrarias en ocho comunidades autónomas, entre ellas Castilla y León, donde la mala calidad de las aguas por el exceso de abonado afecta al menos a la séptima parte del territorio. Y en el que además hay veinticuatro zonas vulnerables, de ellas dos en Zamora que comprenden veinte términos municipales. No hace falta citarlos, bastante tenemos con no tener ni agua potable.

En este caso no se libra del problema del agua ni el campo, por más que haya llovido cada vez que salía un paso. Pareciera que los protagonistas de la Semana Santa advirtieran que no basta con la lluvia, sino que hay que seguir dando con el mazo para evitar el exceso de fertilizantes y de residuos de instalaciones industriales de ganadería para preservar el agua potable.

Porque el agua es la base de nuestra vida, y de nuestra economía: Semana Santa frustrada y turismo y comercio afectados hace unos días. Pero también el campo, donde hace poco decía el presidente de la Diputación para defender a los agricultores tractoristas que las fresas que se importaban de Marruecos se regaban con aguas fecales ¿Acaso los buenos productos de Zamora se riegan con aguas contaminadas?

«Shhh…». Que no nos oigan. Agua que no has de beber, déjala correr.

Pero abordemos el desarrollo de Zamora entre todos y sin tapujos. Como hacen las plataformas de la Zamora vaciada que han resucitado a la vez que renacía el campo con la lluvia caída estos días.

Y ya que lloramos por la Semana Santa pasada por agua, aprendamos también de la palabra del protagonista de la Pasión celebrada. Sí, de ese Jesús que convirtió el agua en vino para una celebración. Pero que en la Cruz dijo unas palabras que podemos hacer nuestra en la Zamora que conmemora su muerte: «Tengo sed».

Y no le dieron agua. Creo que vinagre.

(*) Portavoz de IU en la Diputación

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