Un millón de niños palestinos piden clemencia

Me aterra que sea tan sencillo enterrar vivos a millones de inocentes sin necesidad de lanzar una bomba atómica

Niños entre alambres de espinos

Niños entre alambres de espinos

Julio Fernández Peláez

Y yo me uno a ellos, por la parte de infancia que no he perdido, por ese corazón que grita con cada latido en mi pecho sin que nada pueda hacer por detenerlo (daría la vida por parar el genocidio).

La psicopatía criminal gobierna el mundo, no me cansaré de decirlo. Malditos asesinos, maldita propaganda que defiende las masacres, malditos los que toleran la eliminación sistemática de los más débiles.

Hoy la infancia en Palestina es la conciencia de nuestra especie, es la única voz capaz de reclamar piedad, que es ya lo único que no se da por perdido, después de asistir durante años al funeral de la utopía de desear un mundo más justo.

Hoy la infancia en Palestina nos mira a los ojos y nos pide que nos pongamos en su lugar, que imaginemos lo que es vivir entre ruinas, sin electricidad, sin agua, sin comida; que imaginemos lo que es morir en un hospital convertido en objetivo de guerra.

Me aterra la mentira impune. Los canallas siempre mienten. Los canallas con poder mienten e imponen la mentira. Su objetivo no es que les creamos, su objetivo es que no escuchemos a las víctimas.

Me aterra que sea tan sencillo enterrar vivos a millones de inocentes sin necesidad de lanzar una bomba atómica.

Nunca imaginé tanta miseria moral a mi alrededor. Nunca imaginé tanta inmundicia en el Parlamento Europeo. Nunca imaginé que tuviera que vomitar frente a la televisión para dejar de verla definitivamente. El planeta se ha vuelto feo, las sociedades detestan la inocencia, las civilizaciones se autodestruyen a causa de su infinita soberbia. La infancia de Gaza no pide clemencia solo por sus vida, pide poder seguir con vida junto a los seres queridos. ¿Es tan difícil comprender este sentimiento común, asentado en los mismos valores, aquí y allá, independientemente de si tu nombre es Jennifer, David o Ibrahim? ¿Es tan duro entender que el sufrimiento no es blanco, ni europeo, ni rico, ni cristiano, ni nada que nos haga superiores a quienes realmente sufren?

La guerra no es candorosa, lo sabemos, pero incluso en la guerra más atroz no todo vale, el enemigo nunca puede ser el pueblo, los objetivos nunca han de ser civiles. No podemos consentir que se repita la tragedia de Gernika una y otra vez, no es admisible un nuevo gueto de Varsovia (cambiando a palestinos por judíos), es un crimen de guerra aniquilar a la población del lugar donde habita el enemigo y supuestamente esconde sus armas

Se avecina una gran tragedia. Si permitimos que los maten, la Humanidad entera será como un zombie a partir de ese momento, estaremos muertos, tan muertos como los soldados que van camino de una guerra perdida.

Un millón de niñas y niños palestinos se han puesto a llorar al unísono. Sus llantos, fruto del horror, se pueden escuchar más allá de nuestro sistema solar, y si existe Dios, se conmoverá sin duda, incluso si ese Dios es el mismo que los asesinos invocan.

No hay otra salida que la clemencia, que la compasión, que la piedad, que la empatía, que la identificación. Cualquier otra opción será como una mancha imborrable en la piel del tambor del futuro, y no habrá reloj que pueda borrar esa mancha, por más rápido que corra el tiempo, por más que tratemos de contar al revés la Historia, por más que destruyamos la Historia. Como tampoco habrá forma de evitar que el tambor resuene sin posibilidad de silencio.

Esta vez, es imposible ocultar el crimen, será una ejecución en masa retransmitida en directo, y el espanto nos sacudirá de tal modo que un gélido vacío nos dejará indefensos frente al odio.

70 años mirando para otro lado, o aplaudiendo la ocupación de las tierras, 70 años justificando la desposesión y el robo, arrinconando a la población palestina hasta conseguir su anulación como pueblo, 70 años negando el derecho a existir de una generación y las siguientes... ¿No era suficiente castigo? ¿No estaba cumplida ya la venganza?

El terrorismo es un crimen de guerra, tanto si lo que se libra es una guerra santa como si lo que se pretende es liberar un territorio, y la condena ha de llegar venga de donde venga, ¿pero qué culpa tiene un millón de niñas y niños palestinos?, ¿son responsables ellos de terrorismo?, ¿qué culpa tienen las mujeres y los ancianos?, ¿qué culpa tienen los enfermos?, ¿son todos ellos de Hamás, acaso?

La guerra no es candorosa, lo sabemos, pero incluso en la guerra más atroz no todo vale, el enemigo nunca puede ser el pueblo, los objetivos nunca han de ser civiles. No podemos consentir que se repita la tragedia de Gernika una y otra vez, no es admisible un nuevo gueto de Varsovia (cambiando a palestinos por judíos), es un crimen de guerra aniquilar a la población del lugar donde habita el enemigo y supuestamente esconde sus armas, es completamente inmoral la masacre que se autojustifica desde las supremacía moral, es inhumano actuar bajo el influjo de la ira absoluta para llegar a una superlativa crueldad que, sin embargo, será inútil siempre.

Un millón de niños palestinos piden clemencia; quédense con esta frase. La piden para ellos y para sus familias. No hay nadie en el mundo que nazca sin familia, aunque la pierda en el mismo acto de nacer. Parir entre escombros. ¿Qué nos queda por ver?