Querido Ricardo
La humildad, la bondad y el talento para hablar con la madera te hicieron inolvidable, te hicieron inmortal, por eso hoy, no celebraré tu muerte. Prefiero celebrar tu vida caminando la tierra con la cabeza inclinada y la mano tendida para saludar a todos.
No celebraré tu muerte, porque estás muy ocupado despidiendo a miles de personas que quieren decirte adiós, pero cuando estés más tranquilo en el cielo, tienes un regalo esperando para que lo abras: Mi recuerdo.
Mi recuerdo y el beso de un amigo que te quiso con la sinceridad y la inocencia de un niño.
Y ahora ya:
Olvidando miserias y quebrantos ,
duérmete para siempre en ese lecho,
con las manos cruzadas sobre el pecho,
como duermen los niños y los santos..,
Hasta siempre Ricardo.
José María Martín Arias
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