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Dos mujeres caminan junto a una tienda cerrada de Zamora en una imagen de archivo.EMILIO FRAILE

¿Qué pasa cuando no estamos?

Parece que el trajín de las ciudades nos impide pensar qué ocurre en nuestros “pueblecitos” un martes cualquiera. En esos pueblos de montaña que se llenan de noviembre a febrero de esquiadores, senderistas y niños haciendo muñecos de nieve. De los pueblos de interior que alcanzan su máxima población entre niños con bicicleta y jubilados en las huertas, en los meses de verano. Pero que cuando acaba la temporada viven tres personas con movilidad reducida, sin médico en 20 kilómetros a la redonda y sin ninguna clase de servicios.

La supervivencia, en estos casos, depende del altruismo o la tristeza al marchar a la ciudad con una maleta desbordada de recuerdos. Recuerdos de haberse dejado los lomos en la casa familiar, en una tierra generosa que le dio todo lo que necesitaba. Y ahora la casa está destinada a derruirse y las fincas volverán a ser monte incultivable.

Natalia Morán

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