La Opinión de Zamora

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Bárbara Palmero

Cuca in the sky with diamonds

Cada vez que un político improvisa y hace declaraciones prescindiendo de su gabinete de comunicación sube el pan y se agota el aguardiente

Paso de ganado por Ilanes ARACELI SAAVEDRA

He leído en prensa que nueve vacas gallegas han muerto envenenadas por comer estramonio. Un hecho que sorprende a ganaderos y veterinarios. Porque pese a que la Datura stramonium crece en abundancia en lugares abandonados de la mano de Dios, y la España rural lo está, es una planta tóxica que huele mal y por eso los animales no le prestan atención.

Ese pobre ganadero cometió el terrible error de segarla en verde junto con el forraje. Así que cuando llegó la hora de llenar los pesebres con heno, los animales no fueron capaces de distinguirla una vez seca. “Foi como si me matasen a min”, lloraba el buen hombre. Fue como si me mataran a mí, y es verdad, no hay ganadero en el mundo que no comparta su pena.

Con el estramonio invadiéndolo todo o sin él, la ganadería ya es de por sí un mundo bastante bárbaro. Pero es que además existen múltiples variables externas que lo tornan en insufrible. La sujeción obligada a la climatología es una de esas variables. Este asqueroso sistema capitalista que basa toda la economía en el saqueo y la rapiña es otra.

Y por encima de todas ellas está la insensatez de la clase política… Una clase política que hace como que trabaja y promulga unas leyes absurdas, más propias de una raza de primates que se ha quedado rezagada y echa por tierra la teoría de la evolución de las especies de Darwin, que nos obligan a todos.

Cada vez que Garzón habla de carne, los pueblos despoblados se vuelven a repoblar por unas horas con políticos sin ideología, pero ávidos de hacerse una foto ruralita para subir a Instagram

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Hablando de insensateces y plantas alucinógenas: Cuca Gamarra, la dicharachera portavoz del PP en el Congreso, acaba de visitar la montaña leonesa ahora que es época de setas. Y justo después de que se conociera la noticia de que la Unión Europea nos ha vuelto a multar a todos los españoles por seguir incumpliendo, de forma sistemática desde 1991, los acuerdos comunitarios que prohíben contaminar los acuíferos con nitratos procedentes de las factorías porcinas.

En su sermón de la montaña leonesa, la avezada profeta del liberalismo económico ha revelado a la humanidad la firme y decidida apuesta de su partido por la ganadería extensiva y de pastoreo. Pero como esta buena gente no da puntada sin hilo, sus palabras no resultaron una defensa de la ganadería y los ganaderos, sino una crítica feroz a la política del lobo impuesta por el Ministerio para la Transición demográfica y el Reto ecológico.

De hecho, es tanta la fobia que siente el PP por la ganadería extensiva y de pastoreo y por los ganaderos, y tanta la filia que sienten por las setas de la montaña leonesa, que el mitin derivó en tremendo caos ideológico. Y así, en un apoteósico delirio final, Cuca terminó mezclando churras con merinas, y androides que sueñan con lobos eléctricos con cerdos macrogranjeros. Mientras los fans de los Beatles y del escritor Phillip K. Dick allí presentes aplaudían enfervorecidos, convencidos de que asistían a un momento mágico e irrepetible. Una especie de Woodstock cazurro.

Apenas unos días antes, Alberto Garzón, el de corazón pusilánime, repetía una vez más las advertencias de la FAO y la OMS de que hay que reducir el consumo de carne. Y ya se sabe, cada vez que Garzón habla de carne, los pueblos despoblados se vuelven a repoblar por unas horas con políticos sin ideología, pero ávidos de hacerse una foto ruralita para subir a Instagram. Así que con las advertencias ideologizadas de Garzón, que en realidad no son suyas, pero eso a quién le importa, queda oficialmente inaugurada la precampaña electoral del año que viene.

Es como un desasosegante déjà vu, este mismo episodio ya lo vivimos en la pasada campaña electoral del 13F. Una campaña electoral de infausto recuerdo, en las que el Dios de Israel, al parecer muy encolerizado con los castellanos y leoneses, nos castigó con la peor de las plagas bíblicas: ser el hazmerreír de España entera.

Unas elecciones autonómicas para olvidar. Y que, a juzgar por los extraños comportamientos de más de uno, debieron coincidir con la campaña micológica de primavera. Con la diferencia de que en los mítines-sermones de aquel entonces seguro que no sonarían The Beatles, como ahora, sino algo más telúrico. Tipo Jefferson Airplane y su lisérgico Somebody to Love. Alguien a quien amar, el intemporal éxito musical de los sesenta incluido también en la banda sonora de la película Miedo y Asco en Las Vegas, que a su vez se basa en el politoxicómano libro de Hunter S. Thomson.

La psicodelia sesentera está de moda, o quizás nunca se fue del todo. Es la respuesta más lógica para explicar por qué los miembros del partido popular salieron entonces en desbandada de sus bonitos despachos y se dedicaron a ir de visita granja por granja, como si fueran testigos de Jehová o los evangélicos de Bolsonaro y George W. Bush.

Y en un desesperado afán de aparentar ser más rurales que sus rivales políticos, no dudaron en hacerse una foto purridera en mano para acercar la comida a las vacas, encaramados en un tractor, manejando un carro unifeed o sujetando en brazos uno de esos perritos con cuernos que ladran raro.

Música psicodélica y temporada de setas en la montaña leonesa. Una peligrosa combinación, pero la única explicación posible para que alguien tan supuestamente inteligente y debidamente preparada como la portavoz del PP en el Congreso siga siendo incapaz de diferenciar entre la ganadería extensiva y de pastoreo y las factorías de carne.

Cómo dice el chiste: Cuca, o hablamos de ganadería o vamos a setas.

(*) Ganadera y escritora

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