Sigo pensando, como el primer día de su puesta en marcha, que Zamora 10 es la mejor iniciativa que se haya tomado nunca desde la sociedad civil zamorana. Quizás porque no estemos acostumbrados los zamoranos a tomar iniciativas al margen del control institucional en cuyo redil seguimos y lloramos con mansedumbre digna de estudio.

La mejor iniciativa hasta la fecha porque a diferencia de los planes de choque o del oeste u otros compromisos políticos más publicitarios que reales, partió de un trabajo de campo en el que durante meses una consultora de primer nivel mundial entrevistó y trabajó con buena parte de los empresarios y agentes sociales más representativos de la provincia en el dibujo del mapa de las necesidades y potencialidades más importantes de Zamora. También porque a pesar del riesgo de que nuestros políticos se “acojonaran” o se molestaran ante ello -como así ocurrió-, Caja Rural de Zamora asumió que su compromiso con los zamoranos estaba en tratar de ir más allá de su mera actividad financiera y ayudar a encontrar la guía que nos abriera puertas a un mejor futuro del que los datos nos pronostican.

Discrepé en dos cuestiones importantes para la funcionalidad de Zamora 10 y para que el buen fin de sus propósitos trascendiera a la propia iniciativa y se extendiera al conjunto de la sociedad y, lo más importante, a la mentalidad de la sociedad zamorana, esa que tanto éxito tiene a la hora de asfixiar al libre pensador, al promotor de actividad, al que trata de romper los esquemas preexistentes que nos llevan a la desaparición, a la resignación y al lamento vacuo.

Una fue que no se aprovechase el trabajo previo para publicar, integrados en un solo documento, la cascada de datos económicos, sociales, demográficos y de actividad que, con su evolución histórica, acreditan fría y terriblemente el estado en el que se encuentra nuestra provincia y su proyección hacia el futuro. Quizás por no querer “pisar el callo” a unos políticos que ahora respiran aliviados, el que ha pasa olímpicamente de la iniciativa, el que impulsa subrepticiamente la salida de los empresarios porque su juego es otro y los de unos partidos que saben que cuanto menos se mueva Zamora menos riesgo tienen de caer de caer de la piragua.

Otra fue el hecho de permitir que se entendiera la acción de Zamora 10 circunscrita a una decena de proyectos concretos y específicos. La virtud es que eso permitía la programación, ejecución y valoración de resultado de los proyectos. El defecto, que en una sociedad tan acomodaticia y con unas instituciones públicas y privadas tan poco proactivas y excesivamente burocratizadas, la anécdota terminara sustituyendo a la categoría y los proyectos aislados al “proyecto completo”, romper la inercia que condena a Zamora.

Seremos cuatro los que así pensamos, pero me da igual. Me rebelo en contra de la asunción de que nuestro destino es irreversible y de que nada se puede hacer para evitarlo. Una vez más, y van demasiadas, solo Caja Rural ha estado a la altura. Zamora necesita un Zamora 100 o un Zamora 1.000, no dar carpetazo, como si nos sobraran fuerzas, a Zamora 10.

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