¿Por qué tenemos la impresión de que los medios de comunicación miden demasiado el alcance de la información que nos dan? ¿Por qué la tenemos de que nos tratan como a débiles mentales con los que hay que tener tanta prudencia, como si fuéramos preadolescentes fácilmente influenciables, y no capacitados para asumir la realidad? ¿Por qué pensamos que en función de la orientación ideológica, perfectamente marcada, de los grandes medios, toda la información que a través de ellos recibamos va a estar embadurnada por ese mismo sesgo ideológico? ¿Por qué tenemos la sensación de que la trascendental línea divisoria entre información y opinión es cada vez más fina, más endeble, más permeable? ¿Por qué existen temas de los que, todos a una, los medios han decidido no hablar o datos concretos que terminan destacando por el hueco que su omisión deja en la página periodística o el reportaje radiofónico o televisivo? ¿Por qué cuando abrimos un determinado periódico casi sabemos por adelantado cómo nos van a contar unas u otras noticias? ¿Por qué un periodista -que no un columnista, aunque éste tampoco- que trabaja en un medio “de la izquierda” o “de la derecha” es casi imposible metafísicamente que un día pueda entrar a trabajar en un medio de tendencia opuesta?

¿Tal vez hemos dejado atrás de manera definitiva la edad de la inocencia? ¿O, por el contrario, hemos entrado -tan de lleno que no siempre nos damos cuenta-, en una nueva edad de la inocencia, derivada del atontamiento y la extensión de la nueva ignorancia gracias a la sobreabundancia de fuentes informativas tan accesibles, tan inmediatas y tan omnipresentes como las que ahora abundan? ¿Por qué tantos, y no siempre los más tontos, prefieren ya informarse a través de un “amateur”, un “influencer” o un perfil anónimo de las redes sociales, que hacerlo acudiendo al periódico, al noticiario o al telediario? ¿Por qué quienes no acreditan sus fuentes poseen más crédito ante muchos ciudadanos que quienes acuden acreditados a cubrir periodísticamente cualquier acontecimiento con relevancia informativa?

¿Qué estamos haciendo mal como sociedad y como medios de comunicación; como ese cuarto poder, imprescindible para la libertad y la justicia,? ¿Tendrá que ver con que como apenas se venden periódicos o se ven los programas no bazofia de las televisiones y como la economía está fundida y las empresas bastante tienen con sobrevivir, la facturación publicitaria se ha desplomado, las empresas de medios han de seguir saliendo a diario solo gracias al dinero de las instituciones públicas o de los más poderosos conglomerados empresariales? ¿Y qué tiene esto que ver con que de algunos detenidos o investigados nos cuenten hasta la marca de su ropa interior y de otros ni tengamos noticias? ¿O con que se omita sistemáticamente la nacionalidad de los autores de determinados hechos delictivos como violaciones o agresiones en la vía pública que antes apenas existían y van siendo ya el pan nuestro de cada día? ¿O con que, con la moda actual, se titule de manera excesiva y sobre-actuada?

Todo pueden ser falsas impresiones, pero si no lo son, ¿no suena demasiado a una gran traición social por parte de empresas y periodistas?

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