Abro el buzón de correos. Me llega un sobre abultado, veo que contiene media docena de postales nuevas de Navidad; lo envía “La asociación de pintores con la boca y con el pie”.

Son ilustraciones que nadie imaginaría el modo y manera de realizarlas si no creyésemos a la persona artista que se ha empeñado en conseguirlo a pesar de las limitaciones de asidero o movilidad. Pues ya ven, con la boca y con el pie crean escena y paisaje tan bellos que ya quisiéramos muchos conseguir, con nuestros propios recursos intactos.

Creo necesario contar esto en días de Navidad tan atípica, con tanto miedo y precaución que nos hace temerosos y desesperanzados. Pero gente así, paralímpica del arte, merece también mi aplauso como se lo dábamos a la gente más expuesta y entregada en la primera ola de la pandemia.

Pintar con la boca y con el pie es traer por las orejas a la primavera; buscar luz en la niebla; romper el nubarrón a martillazos; sacar del pozo negro agua potable. Pintar la vida-viva que no se deja retratar.

De modo parecido lo decía también la canción Color esperanza‘mía : “Sé que lo imposible se puede lograr. Que la tristeza algún día se irá. Y así será. La vida cambia y cambiará”.

Podríamos traer otros ejemplos de arte y superación. Echo mano de uno que quizá les “suene”, nada menos que Beethoven pues se sabe que compuso su Novena Sinfonía cuando ya estaba sordo. A mayores de gran obra musical tiene el plus de un texto esperanzado, una coral de polifónica hermandad. Que no pare esa música. Que no acabe el arte paralímpica, los sueños imposibles, los retos más difíciles, las metas más costosas. Correr contra pronóstico. Cantar sin aire. Llegar sin fuerzas, pero llegar.

Siempre me pareció un exceso el festivo celebramiento de año viejo. Si es cierto que lo motiva el haber vivido para ‘cantarlo’ no lo es menos que cada nuevo año nos aguardan desagradables sorpresas. Contar con ello es parte del vivir, otra cosa es cómo nos enfrentaremos a contrariedades y enfermedades. Quiero resistir. Es un reto personal y colectivo. Y también otra canción a propósito, como la nombrada antes. Quiero atarme a ese mástil al que se anudan las velas que empujan el barco de los sueños, como Ulises en su Odisea, como la que viven a diario tantos niños y niñas del tercer mundo en el largo y kilométrico camino de la escuela.

Con la boca y con el pie, con la mano impedida, con uñas y dientes, nos dice la vida que no nos soltemos de ella. El arte en estas circunstancias es como salir a pelear a pecho descubierto. Mucha gente en el momento que escribo está pintado, tocando, escribiendo, o corriendo el maratón de obstáculos que la vida pone por delante. El público te anima, los tuyos, tus amigos y quien te quiere bien. Pero también ahora, al igual que se compite con los estadios vacíos, hay personas que luchan contra su enfermedad y sufrimiento en soledad. Para esa gente escribo. Como decía el poeta y Premio Nobel Vicente Aleixandre:

“ Escribo acaso para los que no me leen. Esa mujer que corre por la calle como si fuese a abrir las puertas de la aurora.

O ese viejo que se aduerme en el banco de esa plaza chiquita, mientras el sol poniente con amor le toma, le rodea y le deslíe suavemente en los brazos “.

Y si no fueran bastantes los ejemplos de fortaleza y optimismo ante la adversidad leo en nuestro periódico la noticia de una joven emprendedora y escritora, Sandra Alonso, que abre una librería infantil en la capital. Una iniciativa tan valiente como pintar con la boca y con el pie. Leer, al fin y al cabo, es pintar en nuestra mente el cuadro que los ojos, o los dedos, en el caso de los ciegos, nos dictan.

Si “Los cuentos de las mil y una noches” surgieron para dilatar el propósito homicida de un sultán despiadado, los libros para los niños siempre serán un generoso plazo de entretenimiento y fantasía en tiempos de tan dura realidad.

Me pongo en la piel de los que han perdido a sus seres queridos, los enfermos angustiados, el personal sanitario que trabaja sin resuello.

Y esa madre-coraje-coral, multiplicada en hombres y mujeres que, renuentes al desaliento, hacen que no nos tiemble la mano cuando escribimos Feliz Navidad.

Con la boca y con el pie. Con todo mi ser les deseo un año nuevo de verdad, distinto del pasado, con la esperanza y optimismo que la novena sinfonía transmite. Que no pare esta música. Que no falten cuentos, ni libros.