Síguenos en redes sociales:

Crónicas de la cuarentena

La hora de la política

El panorama de partidos en España tendrá cambios profundos

UNO. En la era de la imagen, todo nos lo explican mediante imágenes. Aunque se tengan que fabricar con palabras. Así, nos han explicado la incidencia de la pandemia del coronavirus con gráficos y términos como escalada. La imagen que hemos tenido ha sido la de un ascenso trabajoso, terrible de una montaña de dificultades cada vez mayores. Hasta que los datos se estabilizaron y comenzaron a menguar: menos muertos, menos ingresados, menos infectados. A partir de ahí nos convencieron de que estábamos en "desescalada". Palabrejo inventado como antónimo o contrario de escalada, como si no tuviéramos descenso o bajada para decir lo mismo, pero diciéndolo bien. En fin. Es el neolenguaje tan valorado en política, para rehuir términos negativos o demasiado transparentes. El caso es que estamos en lo que ellos llaman desescalada y yo descenso o vuelta progresiva y muy lenta a la normalidad o, por seguirles el juego, neo-normalidad. Y empezamos a vislumbrar lo que se nos viene encima tras la pandemia y que uno, humildemente, ha venido tratando de adelantar en artículos precedentes: una crisis económica de proporciones temibles. Siempre se usó la imagen o metáfora de la bicicleta para explicar que la actividad económico es un ciclo continuo que se retroalimenta y que no puede detenerse o, como las bicis, caerá. Bueno, pues ahora no ha habido más remedio que detenerla; bruscamente y en su práctica totalidad. ¿Nos habremos caído o no será para tanto y, a trancas y barrancas, podremos recuperar sin graves daños el nivel económico que teníamos?

DOS. Es obvio que sin daño no saldremos y que nos esperan días muy duros. Las trapas bajadas durante dos o tres meses no se vuelven a subir sin más. Las empresas que estaban naciendo tendrán, como poco, que ser replanteadas y vueltas a edificar sobre bases distintas. El conjunto de actividades económicas es como un artefacto de infinitas ruedas y mecanismos que solo funcionan en conjunto, empujándose unas a otros, de forma compleja y coordinada. Si el conjunto se para, no es nada sencillo volver a poner todo en marcha. Hay que engrasar, empujar y reiniciar desde fuera, con enorme energía y todos los medios posibles. ¿Y eso, ese impulso tremendo que se va a necesitar para volver a poner a todos en marcha, desde dónde se puede dar? Pues justo desde eso que les cae tan mal: la política. Y va a depender justo de esos a los que tantos y tantos no paran de vilipendiar, desacreditar y poner en solfa todos los días: los políticos. No se engañen. El país no se volverá a poner en marcha sin ayuda o echando mano tan solo de los recursos particulares de cada cual, del ímpetu empresarial, de la energía y entrega de los trabajadores o del sacrificio de los autónomos. Todo eso sera imprescindible. Todos tendremos que arrimar el hombro en la medida de nuestras fuerzas y posibilidades, pero la clave estará en que además haya por encima un planteamiento claro, una capacidad de coordinación y un diseño inteligente de estímulos e inversión de carácter público. En definitiva, va a ser la hora de la política, de la gran política, de los políticos de verdad.

TRES. Sé que para muchos decir política y políticos es mentar lo peor. Lo entiendo a medias pero lo respeto. Es natural que exijamos y critiquemos a quienes tienen el deber de administrar lo común, lo de todos. Pero lo cierto es que política y políticos son inseparables de democracia. Esta no pueden existir sin aquellos. Por tanto carece de sentido y es peligroso el descrédito de la política a la que algunos se entregan con tanto tesón, empezando por algunos partidos de dudosa, eso sí, vocación democrática. Siempre digo lo mismo a quienes claman contra todos los políticos: sed coherentes y haceos políticos vosotros. Es la única salida democrática a esa enmienda a la totalidad; si todos son iguales, si todos son unos inútiles, unos ladrones y unos impresentables, hay que cambiarlos por otros. Porque de la política no podemos prescindir. No podemos prescindir nunca, pero menos aún cuando nos vamos a enfrentar a una crisis mundial nunca vista. La diferencia entre salir pronto y bien o hacerlo mal y demasiado tarde va a ser la calidad de nuestra política y de nuestros políticos. No da lo mismo que estén en el Gobierno (o en los gobiernos) ladrones, ignorantes o dementes, que dirigentes capaces, preparados y honrados. De hecho, es ahí donde nos la vamos a jugar en los próximos años. La economía política tiene más de política que de economía. Creo que a lo largo de la próxima década el panorama de partidos en España volverá a temblar y habrá cambios profundos, con partidos que mueren y partidos que nacen. Y espero que aparezcan nuevos políticos, que acaso sean algunos de quienes ahora no paran de juzgar severísimamente a los que tenemos. Así deber ser. La política es, por definición, una actividad abierta a cualquiera que quiera ayudar. Menos protestar y más participar.

Pulsa para ver más contenido para ti