La campaña electoral no da tregua ni en Semana Santa. Nos las prometíamos felices porque en las ciudades donde la Semana de Pasión es bandera de gloria, no se habla de otra cosa. Pero, mire por dónde la lluvia se ha venido a aliar con los partidos políticos que se disputan La Moncloa y un nuevo colchón presidencial, y nos hemos quedado con las ganas de tomarnos un respiro. Para más inri, los caprichos de Pedro Sánchez contribuyen a ello con esa manía suya de deshojar la margarita a diario. Que si debate en la tele pública sí, que si debate en la tele pública no. Y cuando por fin decide no hacerle un feo a la cadena que mangonea, se le ocurre proponer una fecha, el 23 de abril con la que Partido Popular, Ciudadanos y Podemos no están de acuerdo porque estos tres partidos quieren que se celebre el día 22.

Le participo una cosa, a mí esto de los debates no me aboca a nada. Pero, ¡ay, amigo!, las cadenas de televisión patrias que viven de estas y de otras cosas que les dan para rellenar todos los programa habidos y por haber, quieren que sea obligatorio para todos los candidatos. Quieren que la Junta Electoral les obligue a debatir por Ley. Por lo que se ve, en este aspecto también se pone cerco a la libertad, en este caso de los candidatos. Las teles y sus comentaristas se ponen muy pesaditos porque, a ver, de qué hablarían ellos durante estos largos y tediosos días de campaña, sólo rotos por el tañido de las campanas, el roce de las cruces sobre el pavimento, las marchas fúnebres y todo lo que constituye la Semana Santa.

Es lo que tiene hacer coincidir la campaña con esta importante Semana que ha tenido el peor de los avisos en Valladolid. No voy a contar de nuevo lo ocurrido en Ramos. Si hay gente que no gusta de este tipo de manifestaciones religiosas que no participen, pero que no amenacen, que no se pongan violentos, porque tanto meter miedo con Vox y los que en verdad dan pánico son esos republicanos que quieren volver al 36. Las personas mayores que vivieron la guerra miran con preocupación hacia ese y hacia otros sucesos, sobre todo hacia ciertos mensajes nada tranquilizadores que no parten precisamente de esa derecha a batir.

La lluvia nos ha hecho polvo a los zamoranos. Supongo que también a los 'forasteros' que han venido a empaparse de lo nuestro. Y utilizo la palabra empapar con doble sentido. Todo un año preparando las procesiones para que la lluvia impida su salida. Es frustrante. También para los hermanos de acera como yo, que me paso todo el tiempo hablando de nuestra Semana, con mayúsculas, blasonando de esos aspectos que la hacen única para que el agua, sin duda bienvenida pero inoportuna, nos haga la puñeta, nos estropee las crónicas, nos eche por tierra los planes pero no la esperanza de que la lluvia haga recesos durante las procesiones. Y que, luego, una vez que se recojan en templos y museo, como si quieren caer chuzos de punta. Pero que haya respeto por parte de las nubes que están a los pies del Señor.

Me decía una señora muy amable, "hija, creo que Jesús, el de Nazaret, debe estar un poco enfadado con nosotros". Pues a lo mejor, amable señora, usted tiene toda la razón. Estamos haciendo méritos para que se coja un cabreo monumental. Yo no quiero verle enfadado pero entre todos estamos contribuyendo a ello. La campaña electoral no nos ha dado tregua, con el lío ese de los debates, que si en la privada, que si en la pública, pero es que la lluvia tampoco ha sido mejor. Podía haber esperado. A ver, qué tal mañana.