¿De verdad alguien cree que Zamora, la capital y la provincia, están preparadas para vivir del turismo? Son ya muchos, demasiados años, oyendo hablar de las posibilidades turísticas de Zamora, viendo cómo los responsables del turismo institucional hacen viajes y más viajes turísticos con un resultado incierto. Tanta embajada y cuan pocos o nulos resultados. No he escuchado todavía propuestas razonadas y razonables. Se les llena la boca de quimeras que a la hora de la verdad no se traducen en las realidades perseguidas para ver el despegue definitivo de esta tierra que se queda sola, muy sola, sin propios y sin extraños o, por lo menos, no en el número que Zamora necesita para codearse con las provincias más turísticas.

Y no será porque Zamora no cuente con alternativas. Empezando por Sanabria y su lago, siguiendo por Toro y sus tradiciones, continuando por Benavente y las suyas y concluyendo por Zamora. Una Zamora que debe ir más allá de lo que oferta siempre. Porque siempre es más de lo mismo. De la Semana Santa no salen. Y la Semana Santa tiene una duración, y luego ¿qué? Lo que pasa es que, decir la verdad aunque duela, en definitiva arriesgarse a llevar la contra por mucho que te asista la razón, se considera casi un sacrilegio, por menos te estigmatizan y de ahí ya no sales.

No podemos vivir eternamente del cuento. No podemos sacar más brillo a lo que cuenta con brillo propio. No podemos jugar siempre con la misma baraja. Hay quienes viven del cuento e incluso quienes lo fomentan. Pero eso ya no cuela. Yo no quiero Zamora a rebosar durante tres o cuatro días para, a renglón seguido, verla morir por inanición. Y por si alguien, a quien corresponda, no se ha percatado todavía del hecho, Zamora se muere lentamente. Hasta ahora, los ungüentos que se le han aplicado no han funcionado de la forma deseada, lo han hecho a medio gas.

Va siendo hora de cambiar el chip, de utilizar nuevas fórmulas. Yo también quiero que Zamora se llene de almas que es como llenarse de vida. Las que necesita el censo y las otras que llegan a nosotros atraídas por esto o aquello, pero los 365 días del año. No unos poquitos que no resuelven nada. Esta fea costumbre que tenemos de dorar la píldora a quien maneja esto y aquello haciéndole ver lo que en realidad no hay, sigue dando malos resultados. Creamos monstruos y luego somos incapaces de desenbarazarnos de su peso.

Zamora necesita de la colaboración de todos y del esfuerzo de los que mueven ciertas palancas. Menos caras de angustia permanente, como si no hubiera solución o el peso de la 'púrpura' se tornara insoportable y más aportar ideas y trabajo al común que luego deberemos desarrollar entre todos. Porque la vida de Zamora es cosa de todos. La inacción no nos beneficia. Siempre esperamos que nos den todo hecho y así nos va. Hay quienes se meten en cargos, y no precisamente políticos, que si no fuera por los demás, serían incapaces de sacarlos adelante y lo más gordo es que si por casualidad, algo sale bien, son los destinatarias de las felicitaciones y no tienen reparo alguno en colgarse las medallas que entre tantos se han ganado.

Y así sigue escribiéndose la historia de Zamora. Una gran historia en el pasado y una pésima historia en el presente y ya veremos en el futuro. O espabilamos o esto se muere. No podemos jugarnos el futuro de Zamora a una sola carta. Y como estemos esperando a que el turismo nos saque las castañas del fuego, aviados vamos.