El rey Fernando I, llamado "El Magno" o "El Grande", nacido en el año 1016 en León, en sus primeros años de reinado en Castilla, tenía en su corte al caballero burgalés Diego Laínez, padre de Rodrigo Díaz al que tomó el soberano bajo sus cuidados haciéndole educar junto con sus hijos Alfonso, Sancho, García, Urraca y Elvira en Zamora, juntos todos ello bajo la educación y custodia de aquel respetable caballero, gobernador de la ciudad, llamado don Arias Gonzalo.

Al lado de los infantes reales se crió Rodrigo y hasta fue armado caballero, según la tradición, en la iglesia de Santiago El Viejo, apadrinado por la reina Doña Sancha y sus hijos, de los que Doña Urraca, dicen las crónicas que le calzó las espuelas, y es posible que el mismo rey le entregase la espada.

Luego de haber sido armado caballero, debió Ruy Díaz regresar a Burgos al lado de su padre, pues por entonces, cuentan las crónicas y romances que se produjo la ofensa inferida por don Gómez de Gormaz, llamado el Conde Lozano al anciano padre de Rodrigo al que dio una bofetada en el rostro con motivo de disensiones palaciegas; pudo ser porque el Conde Lozano entrara en tierras de Laínez causando daños en ellas y en los ganados, con las consecuencias de que se retaran ambas familias, y el desenlace fue que Rodrigo mató al Conde Lozano. Su hija Jimena resolvió pedir al soberano castigo para quien le había causado el agravio y la desdicha de la muerte de su padre. Vino Jimena a Zamora, donde se encontraba el monarca y su corte, llegando a la ciudad acompañada de sus doncellas y escuderos.

Expuesta al rey la querella, quedó éste muy entristecido por tan lamentable acontecimiento acaecido entre sus buenos súbditos, sin saber, en principio, que determinación tomar.

La doncella castellana mostraba al rey la enconada situación surgida entre ambas familias, que podría ocasionar nuevos y sangrientos choques, con lo que el soberano resolvió que Rodrigo tomase en matrimonio a Jimena.

Mandó el monarca mensaje a Diego Laínez para que él y su hijo viniesen a Zamora, y aún cuando padre e hijo recelaban que habrían de recibir un ejemplar castigo, emprendieron camino a Zamora acompañados de trescientos de los suyos. Arribaron con Rodrigo a la cabeza montado en un corcel poderoso.

Llegados a presencia real, todos besaron respetuosamente la mano del monarca, excepto Rodrigo que con su indomable altivez no manifestó reverencia alguna.

Mandó el rey a Rodrigo tomar por esposa a la hija del Conde Lozano para que, como marido, reparase en Jimena la pérdida de su padre.

Rodrigo acató y cumplió la orden, más jurando, al parecer, no usar el enlace hasta que hubiese vencido cinco batallas contra los árabes. Debió quedar suspenso el casamiento hasta ganar a los cinco reyes árabes, a partir de cuándo se le empezó a reconocer el sobrenombre de "Cid". Alejose después el Campeador de Zamora para acometer nuevas empresas, que ya no corresponden a este relato.